Única como vivencia y mosaico de experiencias de reencuentro, reconciliación, perdón y alegría. ,La Navidad nos sorprende este año con inmensas preocupaciones públicas, pero con un innegable espíritu dispuesto a compartir. Esta fiesta, que nace de la presencia de Jesús entre nosotros, se extiende en la familia y en la comunidad como una excepcional ocasión para el reencuentro, la reconciliación, el perdón y la alegría. Nuestra Navidad es única como vivencia y, al mismo tiempo, diversa como práctica, o como un mosaico de experiencias que enlazan y resumen tanto nuestra fe como nuestra identidad, expresiones de nuestra nacionalidad y fe que aún se practican. La historia peruana ha rescatado páginas de esta diversidad, como el Niño Negro de Ica, los desfiles de niños cantando villancicos en Chiclayo, los bailes de enmascarados en la sierra, la feria de artesanos en el Cusco y otras ciudades del sur, la peregrinación de los pastorcitos, la visita a los nacimientos preparados en los domicilios, entre otros. Los peruanos tuvimos también navidades en un contexto de dolor, como luego de la Guerra del Pacífico o en medio de profundas crisis económicas. Ahora mismo, miles de compatriotas que experimentan severas carencias materiales tendrán una Navidad triste y con privaciones, y de ahí que el llamado a la solidaridad y a compartir es fundamental, porque forma parte de nuestro compromiso con Jesús y con una fiesta que debe ser de todos y para todos. En nuestra tradición, forjada por la influencia española primero, y luego por otros impactos, pero también por nuestras propias vivencias, los niños son el centro de esta fiesta. Las chocolatadas, los arreglos navideños con luces y regalos –sea los directos o por la “vía” de Papá Noel, Santa Claus o el Niño Manuelito– son parte de esta experiencia dedicada a ellos y que debe vivirse con austeridad y solidaridad. Son los adultos mayores y los enfermos, no obstante, quienes no deberían salir del radio de acción de nuestras preocupaciones. Frecuentemente, el materialismo con el que se mira y vive esta fiesta cristiana nos hace olvidar que muy cerca de nosotros, en el entorno familiar o en la comunidad, existen personas que luego de transitar una larga existencia se reencuentran con la Navidad solos y abandonados, u otros que atraviesan dolencias y que tampoco son visitados y reconocidos. En ese sentido, deberíamos recordar que la celebración del nacimiento de Jesús no es, exclusivamente, una fiesta nuestra sino de los otros que están llamados a ser como nosotros. La Navidad encierra una fe que se origina en el nacimiento de Jesús, pero que con el tiempo se asocia a la paz interna y externa. Es igualmente necesario recordar ello en circunstancias de dolorosas guerras en varias partes del mundo que se llevan vidas de inocentes o que arrancan a decenas de miles de sus hogares, y tener en nuestros corazones el pesar de pueblos de América Latina, como Nicaragua o Venezuela, el primero atormentado por una dura represión de las libertades, y el segundo preso de la crisis, la pobreza y la coerción. ¡Feliz Navidad para todos y paz en el mundo!