“El rio olvidado de Dios” tituló Richard Collier, un historiador británico, a un libro publicado en 1968 sobre el auge y caída del negocio del caucho en la Amazonía. El libro retrata a Julio Cesar Arana, barón del caucho, y la cruenta historia detrás de la Peruvian Amazon Rubber Company, la compañía con la hizo fortuna esclavizando a indígenas. El Río Amazonas y la Amazonía tienen una historia donde el olvido colectivo ha traído consecuencias para sus habitantes y ahora podría también traer consecuencias a nivel global.
Según un reporte liderado por el Imperial College de Londres titulado “El cambio climático, y no El Niño, es el principal causante de la excepcional sequía en la vulnerable cuenca del Amazonas” publicado en enero de este año, la Amazonía es una zona particularmente vulnerable a la crisis ambiental. Los datos de clima analizados en este documento indican que la sequía actual en la cuenca Amazónica es “excepcional”. Se trata de una sequía metereólogica, por un lado: los datos del índice de precipitación estándar permiten decir que se trata de fenómeno que ocurre una vez en 100 años y los datos del Índice Estandarizado de Precipitación y Evapotranspiración, permiten caracterizar un fenómeno que ocurre una vez cada 50. Pero lo grave es que la tendencia más fuerte es hacia una sequía agrícola, una situación muy rara en climas más fríos.
La pregunta que los expertos buscaban responder era hasta qué punto el fenómeno del Niño contribuía a esta situación excepcional. La conclusión más importante del reporte es que si bien El Niño contribuye a una reducción de las precipitaciones, la tendencia a la sequía es causada en gran medida por el aumento de temperaturas globales, es decir, es consecuencia del cambio climático inducido por el hombre. Las conclusiones son una alerta: “La probabilidad de que se produzca una sequía meteorológica se ha multiplicado por 10, mientras que la sequía agrícola es 30 veces más probable.” Es decir las sequías agrícolas ocurrirán cada 10-15 años (4 veces más que en la era pre-industrial donde la tierra era 2°C más fría) y cada 30 años aproximadamente en el caso de la sequía meteorológica.
La sequía afecta a las poblaciones más vulnerables, pequeños agricultores y comunidades indígenas rurales y fluviales, aquellas que cuentan con la disponibilidad de agua dulce y que dependen de los ríos para producir alimentos y para transportarse. Los impactos de la sequía se han visto agravados por actividades como deforestación, incendios forestales, agricultura y ganadería, entre otros, es decir por la forma en que se ha ocupado y gestionado la tierra, el agua y la energía. Esto ha provocado que se dificulte la retención de agua y humedad de la tierra, generando un impacto mayor de la sequía.
Los mecanismos con los que cuentan los países de la región no son suficientes. Es necesario mejor la capacidad de prever y de emitir alertas tempranas así como preparar herramientas para sequías más intensas como prácticas de gestión sostenible del agua, e invertir en infraestructura. Se requiere reforzar los mecanismos de apoyo y cooperación. El informe sugiere también una respuesta humanitaria interdisciplinaria, una cooperación regional que tome en cuenta a los agricultores y a otros actores clave en la planificación.
Quizás así la Amazonía deje de ser, la región olvidada por Dios.
Adriana Urrutia - Politóloga- INNOVALAB Laboratorio de Innovación en Salud, Universidad Peruana Cayetano Heredia.