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El Río Marañón es un ser vivo, por Mariluz Canaquiri, Emilsen Flores y Javier Ruiz

El reconocimiento del río y sus afluentes como sujetos de derecho salvaguardaría el bienestar de los ecosistemas, su biodiversidad nativa y de las personas que dependen de ellos.

Un pequeño pero decidido grupo de mujeres indígenas de Loreto está a la espera del resultado de una demanda cuyo impacto se haría sentir por todo el país.

Huaynakana Kamatahuara Kana —el nombre significa "mujeres que trabajan"— es una organización de mujeres Kukama Kukamiria del bajo río Marañón. Han pedido a la Corte Superior de Justicia de la localidad de Nauta, en Loreto, que reconozca al Marañón y sus afluentes como sujetos de derechos.

La demanda está profundamente arraigada en la cultura del pueblo Kukama Kukamiria, que considera al río como un ser vivo.

Para los indígenas que viven en sus orillas, el río Marañón no es simplemente un medio de transporte en una región que tiene pocas carreteras. El río es gente, un ser vivo como los demás seres vivos. Tiene una madre, un espíritu, que es la purahua, una boa gigante. También viven en él otros espíritus, a los que los chamanes recurren para curar enfermedades.

Además, sus aguas cobijan a los karuara, la gente del río. Son seres queridos que se han ido a vivir a sus profundidades. Si alguien sufre un accidente en el río y su cuerpo no se recupera, es porque se ha ido a vivir a una ciudad bajo el río, donde la muyuna [remolino] es la puerta de entrada.

Los karuara visitan a sus parientes en sueños o se comunican con la ayuda de un chamán. Las karuara forman parte del pueblo Kukama Kukamiria, y con su demanda ante la corte, las mujeres de Huaynakana buscan proteger el lugar donde viven. La demanda es intercultural: al pedir que se reconozcan los derechos del río Marañón y sus afluentes, las mujeres también piden que se respete la cultura Kukama Kukamiria.

El derecho de ser un río

¿Qué significaría que el río Marañón tuviera derechos?

En primer lugar, reconocería que el río tiene valor en sí mismo, no sólo por su utilidad para los humanos como vía de transporte o fuente de agua —o, trágicamente, como vertedero de aguas servidas, residuos sólidos y residuos industriales tóxicos que han desvirtuado el río, que para sus habitantes es sagrado-.

En segundo lugar, reconocería que el río tiene derechos fundamentales: a fluir libremente, a mantener sus funciones esenciales como ecosistema acuático, a estar libre de contaminación, a mezclar sus aguas con las de sus afluentes, a mantener su biodiversidad nativa y a ser restaurado, si ha sido degradado.

En resumen, el río tendría derecho a ser un río, no simplemente una masa de agua para uso y abuso de los seres humanos.

Como sujeto de derechos pero incapaz de hablar en su propia defensa, el río necesitaría un tutor que velará por sus intereses. En la demanda, las mujeres de Huaynakana han pedido al tribunal que nombre al pueblo Kukama guardián del Marañón. También le han pedido que ordene la elaboración de un plan estratégico para la aplicación de los derechos del río, y que garantice su protección contra la contaminación, especialmente la procedente de las operaciones petroleras, que han contaminado el Marañón y sus afluentes durante medio siglo.

Esta contaminación ha violado sistemáticamente los derechos humanos del pueblo Kukama, así como los derechos del Marañón, y los demandantes piden que el tribunal dicte medidas de reparación integral, culturalmente adecuadas, para reparar los daños y las violaciones de derechos de las comunidades y del río Marañón.

Una tendencia mundial

No es una idea que hayamos inventado nosotros. En todo el mundo, los tribunales y los parlamentos reconocen cada vez más derechos a los ríos y otros ecosistemas.

Aunque esta demanda es la primera de este tipo en Perú, en 2021 dos gobiernos locales de la región de Puno aprobaron ordenanzas de una índole parecida. La provincia de Melgar declaró a la cuenca del río Llallimayo como sujeto de derechos, y el distrito de Orurillo reconoció a La Yaku Unu Mama —la Madre Agua— "como un ser viviente sujeto de derechos en todas sus formas: puquios, manantiales, ríos, lagunas y lagos".

En 2017, el pueblo maorí de Nueva Zelanda obtuvo una victoria sin precedentes cuando este país reconoció al río Whanganui —al que los maoríes llaman Te Awa Tupua y consideran un antepasado— un ser vivo y, por tanto, sujeto de derechos. Un comité de Maoríes y funcionarios públicos vela por los intereses del río y habla en nombre de Te Awa Tupua cuando se requiere un lenguaje humano.

Colombia, Canadá, Bangladesh, Chile , Ecuador, Panamá y México figuran entre el creciente número de países cuyos gobiernos y tribunales reconocen a los ríos y otros elementos de la naturaleza como entidades vivas, con los derechos de las personas jurídicas.

El Marañón en los ojos del mundo

Estas decisiones no son simples saludos a la bandera. Reconocen que el mundo natural existe no por los "recursos" que los humanos pueden extraer de él, sino como fundamento y pilar de toda la vida. Los ecosistemas naturales tienen un valor en sí mismos, y el bienestar de los humanos está inextricablemente ligado al bienestar de los ecosistemas en los que vivimos.

La demanda de las mujeres Kukama se hace eco de la del pueblo Maorí de Nueva Zelanda. En ambos casos, los indígenas han considerado durante generaciones que su río es gente, una persona viva que merece respeto y cuidado. En ambos casos, además, las mujeres han desempeñado un papel clave en la defensa de los derechos del río.

Es importante que el caso del río Marañón se juzgue con un enfoque intercultural, tomando en cuenta las características específicas de la cultura Kukama, y con un enfoque de género, considerando el rol primordial de las mujeres en la defensa del río. El caso ha llamado la atención no solo a nivel nacional, sino también de la comunidad internacional, que espera que con la decisión se haga justicia para las madres indígenas Kukama y para el Río Marañón.