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Ni monstruos ni enfermos

“Los hombres que matan a otros en estadios o los que violan en grupo no son monstruos; son personas atravesadas por una formación machista y violenta perfectamente tolerada en nuestra sociedad”.

Hay un coincidencia en la forma en que han sido retratados en la prensa regional quienes violaron de forma grupal a una mujer en el barrio de Palermo, en Buenos Aires, Argentina, y aquellos que protagonizaron, en México, una pelea de barras en un partido de fútbol que dejó más de una decena de muertos, varios heridos y hasta desaparecidos. Monstruos, animales, manada, enfermos, trogloditas, desadaptados, manzanas podridas. Hasta los han diagnosticado con algún trastorno de salud mental.

Son recursos periodísticos facilistas, sí; pero a la vez son ideas peligrosas que crean y refuerzan imaginarios colectivos sobre la violencia. Los hombres que violan en masa y en simultáneo sin que a ninguno se le ocurra que, como mínimo, es un acto inapropiado o quienes no ven ningún impedimento en las miradas asustadas de otras y otros hinchas para desatar terror, son personas bien adaptadas a una sociedad que, por ejemplo, justifica el machismo; no están enfermas ni tienen patologías mentales porque, como dice la médica y activista feminista Sol Ferreyra, ‘’no hay ninguna enfermedad que te haga violar’'; los hinchas con cuchillos y armas tampoco son ‘’malos elementos’' porque esta narrativa distrae la atención del problema más grande: la ‘’masculinidad’', como ha sido construida y como es promovida, es peligrosa y mata.

Lo que pasó en Argentina y México son situaciones perfectamente posibles en cualquier otra parte de Latinoamérica y que, de hecho, ya han ocurrido en Perú. Como respuesta, periodistas deportivos y aquellos que narran las violaciones y feminicidios en los noticieros, piden medidas: más resguardo policial en los estadios, sanciones más severas para los violadores y feminicidas. Propuestas válidas pero que no cuestionan ni se enfocan en la base de estas problemáticas. Y aquí es donde entran a tallar los feminismos.

Suele decirse que a las mujeres las asesinan por ser mujeres mientras que los hombres “se matan entre ellos”; en el fútbol y en la guerra, por ejemplo. Sin embargo, mujeres y disidencias que no se llaman a sí mismas feministas, sino antipatriarcales cuestionadoras del sistema punitivista, tienen un acercamiento que desafía este postulado. ‘’La masculinidad produce violencia, sí, pero también es producto de la violencia’', señala en redes sociales Filosoflow, artista de la ciudad de México y agrega: ‘’No es todo tan sencillo como la voluntad de unos cuantos y la explicación fácil, racista y clasista del ‘incivilizado y el alienado’‘’. Se puede decir, entonces, que los hombres no mueren ‘’por ser hombres’'; mueren por la construcción de lo que significa e implica ‘’ser hombre’'. Porque, además, si reducimos el análisis a una posición que ve ‘’bestias’' y no personas, se señala y castiga, pero no se trabaja desde la colectividad.

No es normal que no haya futbolistas homosexuales o trans visibles, ni que se grite insultos racistas a jugadores dentro del campo. No es normal golpear y asesinar personas en los estadios. No es normal que el fútbol sea un espacio tan hostil para mujeres y disidencias. No es normal violar ni violar en grupo. No es normal preguntar qué ropa usaba la víctima o qué habrá hecho para ser violada. No es normal premiar a futbolistas denunciados por violencia de género con contratos millonarios. No es normal pedir un fútbol sin muertos ni heridos y una sociedad que no agreda ni mate a las mujeres sin condenar la violencia en nuestros propios espacios. No es normal ni está bien.

Los hombres que matan a otros en estadios o los que violan en grupo no son monstruos; son personas atravesadas por una formación machista y violenta perfectamente tolerada en nuestra sociedad. Es hora de cuestionarla y revertirla. Es una lucha de todas y todos contra el racismo, el clasismo, la homolesbotransfobia, el machismo y la misoginia enquistada.

Lucia Solis Reymer

Casa de Brujas

Periodista y editora de género en Grupo La República. Licenciada en Comunicación y Periodismo por la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y máster en Estudios de Género por la Universidad Complutense de Madrid.