En el país de los nanociclos políticos, parecería que la llamada tregua es de muy limitado alcance en términos de extensión, profundidad y tiempo. Sin embargo, puede que este ciclo dure un poco más que los anteriores. La extensión está limitada básicamente a Perú Libre, Acción Popular y unos cuantos más de reducida bancada. La profundidad, por decirlo de algún modo, solo llega ahí donde puedan avanzar en contrarreformas. Con relación al tiempo, lo más probable es que aparezca una nueva denuncia o conflicto de intereses que vuelva a agitar el supuesto armisticio. La novedad es que ambos lados saben que no tienen votos para sus propuestas maximalistas (disolver y vacar) y que la ciudadanía, de acuerdo con la encuesta de Ipsos, ya se cansó de tanto forcejeo y abuso de poder. Puede que la nueva bandera blanca dure solo hasta culminadas las elecciones regionales, sin embargo, el riesgo es entrar a una suerte de equilibrio perverso, donde los intereses ciudadanos queden en último lugar.
Dada la situación, donde nadie espera que de estos actores salga una propuesta de cambio, se ha comenzado a invocar a la movilización ciudadana como la que debe llevar la iniciativa reformista. Vale la pena comenzar a reflexionar sobre la posibilidad de esta situación porque ya es un lugar común criticar al sistema político, a los partidos, a los políticos y a los congresistas en particular, pero poco se reflexiona sobre nosotros como sociedad civil. Mirarnos al espejo, antes de salir a la calle, puede que ayude un poco.
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Javier Diaz Albertini, en un artículo en El Comercio, acertadamente ha señalado que la posibilidad de una movilización social que presione por cambios a favor de la ciudadanía es aún remota. Argumenta que, si bien la actitud negativa hacia el establishment está instalada, la identidad de ese colectivo está en proceso (¿movilizarse para vacar o que renuncie el presidente, que cambie de gabinete, profundice reformas?) y, sobre todo, porque la ciudadanía no percibe que la movilización tenga la capacidad de cambiar algo. El activismo de noviembre del 2020 destituyó a Merino, pero no significó cambio alguno en la representación política. ¿Movilizarse para qué? Se estaría diciendo a sí misma la ciudadanía al percibir que las alternativas de reemplazo son iguales o peores.
En esa misma línea de reflexión, hay un par de temas que vale la pena introducir en el análisis. Uno tiene que ver con las características de la acción colectiva y el otro con el perfil de quienes se están movilizando hoy.
Con relación a lo primero, uno de los autores que más ha investigado la acción colectiva, Martijn van Zomeren, ha planteado que un elemento que hay que tomar en cuenta para comprender este proceso no solo es la percepción de eficacia colectiva, sino que también hay que tomar en cuenta lo que él denomina la “creencia en la eficacia participativa” (Van Zomeren et al. 2012), esto es, la creencia que una persona tiene en que su propia participación contribuirá al objetivo común. Es relevante el poder de cambio percibido en la movilización grupal, pero también la confianza en que la participación de uno mismo contribuirá al cambio. ¿Cómo andamos ahí? Sabemos poco sobre esto y eso nos lleva a preguntarnos sobre las características de quienes se movilizan.
La encuesta que realizó en diciembre del 2020 el Instituto de Estudios Peruanos permite ver que, en comparación a otros grupos etarios, entre la llamada generación Z (entre los 18 y 24 años) hubo una mayor proporción que salió a marchar (28% vs. 21% y 17% en los grupos de mayor edad). Esta es la primera generación que es 100% digital y donde el consumo de videos, ya sea en streaming, TikTok, o YouTube, es la principal fuente de información. No sabemos en qué momento se retomarán las calles, pero es seguro que esta generación y el ciberactivismo que la acompaña serán protagonistas.
Congreso, María del Carmen Alva, Waldemar Cerrón
Van Zomeren, M., Saguy, T., & Schellhaas, F. M. H. (2012). Believing in “making a difference” to collective efforts: Participative efficacy beliefs as a unique predictor of collective action. Group Processes and Intergroup Relations, 16(5), 618–634.
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