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Los pecados del Sodalicio

“Recapitulemos un poco. ¿Qué pasó en el Poder Judicial? Nada. ¿Y en la iglesia católica? Nada. ¿Y en el foro político? Nada. Y no me digan que no había evidencias suficientes...”.

Un potente documental de TVE explotó como un misil en tierras peruanas. ¿El tema? El Sodalicio, del cual ya se habían olvidado todos. Porque ese es nuestro problema congénito, ya saben: la memoria corta. Ahora tuvo que venir el periodista José Antonio Guardiola, con todo su equipo de En Portada, para recordarnos que la impunidad en el Caso Sodalicio sigue coleando, aprovechándose de lo olvidadizos que somos.

Porque a ver. Recapitulemos un poco. ¿Qué pasó en el Poder Judicial? Nada. ¿Y en la iglesia católica? Nada. ¿Y en el foro político? Nada. Y no me digan que no había evidencias suficientes o testimonios verosímiles como para que ocurran cosas relevantes y decisivas en dichos ámbitos.

Como ven, el asunto no es baladí. Ni baladá. Llegados a este punto, y gracias a la perspicaz memoria del periodista José Enrique Escardó, vemos que los sodálites han vuelto a la normalidad, como si nada hubiese pasado, con pátina de legitimidad. Miren, si no, el hilo de Escardó en Twitter. Todo un recordatorio sobre la manera en que el Sodalicio se mueve en la sociedad peruana, tejiendo sus redes, conectándose con diversas autoridades para ganar influencia, siempre desde la sombra. En los tuits de Escardó se evoca, por ejemplo, una reciente entrevista del periodista Marco Sifuentes a un candidato presidencial que considera a Jaime Baertl “una persona muy santa”.

Y aquí creo que la cosa merece una puntualización. O varias. Baertl, “el cura empresario” del Sodalitium, actualmente investigado por la fiscalía, todavía no ha aclarado su rol en los encubrimientos de diversos casos de abusos perpetrados por jerarcas sodálites. O su participación en la entronización de la cultura de abuso de poder. Una nota del portal Wayka trae al presente algunos de los señalamientos contra él. Sobre órdenes absurdas de connotaciones genitales. Sobre denuncias de abusos sexuales contra Luis Fernando Figari que habrían sido minimizadas y relativizadas por él. Sobre la forma sombría en que la cúpula sodálite de los ochenta -a la que perteneció- manejó el Caso Levaggi, un exmiembro del olimpo sodálite, reconocido ahora como un depredador sexual por el propio Sodalitium. Dicho sea de paso, a “San Jaime Baertl” lo buscó en Colombia el equipo de TVE, pero no dio cara. Al igual que José David Correa, actual superior general del Sodalicio. Al igual que Virgilio Levaggi, quien fuera, dicho sea de paso, el mejor amigo de Baertl, y fue también uno de los mandamases ochenteros. Y al igual que Jefferey Daniels. Ninguno quiso hablar. Ninguno.

Y hay quienes siguen creyendo que Figari actuó solo. Como se hizo creer en el caso del mexicano Marcial Maciel, o en el caso del chileno Fernando Karadima. ¿Y la justicia? No se oye, padre.

Pedro Salinas

El ojo de mordor

Periodista y escritor. Ha conducido y dirigido diversos programas de radio y tv. Es autor de una decena de libros, entre los que destaca Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), en coautoría con Paola Ugaz. Columna semanal en La República, y una videocolumna diaria en el portal La Mula.