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La transición fallida

Sucesos provocados por seguidores de Trump hieren el símbolo más significativo para los norteamericanos.

Nada ha sido normal desde que se conoció la derrota del actual presidente de Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump.

Mientras Biden iba recibiendo el espaldarazo en las urnas en versión de delegados por estado, el actual presidente ideaba trampas y vericuetos para instalar en la mente de los norteamericanos, y también en la audiencia mundial que seguía el conteo, la peregrina idea de un fraude gigantesco.

Esta realidad paralela se fue llenando de denuncias estado por estado, incontinencia verbal y tuitera y una larga lista de amenazas, explosiones de enojo, insultos y acusaciones sin sustento.

Acostumbrados a estas salidas de tono, los estupefactos espectadores nos preguntábamos por el plazo final, el 20 de enero próximo, fecha en la que Trump tendría que dejar la Casa Blanca. Los sucesos del 6, día en el que se había convocado a una ceremonia de reconocimiento del triunfo de Biden en el Capitolio, nos tomaron por sorpresa a todos.

Nunca imaginamos la vulnerabilidad de estos espacios donde se concentra el poder político norteamericano. Literalmente, una horda de desadaptados azuzados por el actual mandatario tomó por asalto uno de los símbolos de la democracia estadounidense y sembró el caos, la muerte y la destrucción.

Cuatro muertos, heridos y daños materiales no son solo el saldo de esta asonada golpista protagonizada por Trump y sus adeptos, es la herida en el corazón a uno de los símbolos más significativos para los norteamericanos. “Un ultraje a la santificación de la democracia, pero en realidad es la cara descubierta de la violencia y el odio como elementos medulares”, señala en su análisis el especialista en comunicación política Silvio Waisbord.

Bandas de delincuentes que se proclaman supremacistas blancos portando la bandera de la Confederación, esa misma que representa a los estados esclavistas derrotados en la Guerra de Secesión (1861-1865), hombres que lucían orgullosos odiosas referencias a la masacre de los judíos en Auschwitz, nos descolocan, nos provocan repulsión, nos espantan.

Analistas ensayan explicaciones sobre lo ocurrido en el Capitolio. Una línea parece estable entre ese conjunto de teorías: el trumpismo ha llegado para quedarse y se consolida alrededor del liderazgo del mandatario, una derecha que se ha convertido en fanática y extrema. Malos tiempos para los Estados Unidos y para la democracia, herida por el arma blanca de un discurso de odio.