Ecuador: explotación petrolera provocó una catástrofe ecológica en la selva. Inminente sentencia por la denuncia presentada por el Frente de Defensa de la Amazonía ecuatoriana. Franck Bajak. Lago Agrio. EFE Cuando el sol golpea con fuerza estas tierras en el medio de la selva, los caminos sudan petróleo. Esta región, que alguna vez fue una selva amazónica virgen, está entrecruzada por pozos petroleros y tuberías construidas por la empresa Texaco hace más de una generación. Y a lo largo de los últimos 15 años, una demanda civil ha abierto un sinuoso camino por los tribunales a nombre de más de 125.000 personas que beben, se bañan, pescan y lavan sus ropas en la contaminadas aguas de los afluentes del río Amazonas. Ahora se espera que en el 2009 un juez falle el caso desde su modesta corte en este poblado de la frontera norte del país. Declaraciones de un experto, designado por la corte, sugieren que Chevron, que compró a Texaco en el 2001, será declarada responsable por los derrames petroleros ocurridos en la zona y el desecho de residuos tóxicos a las aguas. Si Chevron pierde el caso, podría ser conminada a pagar hasta 27.300 millones de dólares por daños y labores de limpieza, aunque se esperaría una apelación. El experto, el ingeniero geológico Richard Cabrera, ha aceptado la mayoría de los argumentos de los demandantes de que Texaco dejó un desastre cuando salió del país en 1992. Cabrera recomienda el pago en daños basándose en un cálculo de 1.401 muertes por cáncer debido a la contaminación. Chevron no niega “la presencia de contaminación y no negamos que hubo impactos”, afirma el vocero Kent Robertson. Pero Chevron alega que un acuerdo firmado por Texaco en 1998 con Ecuador, tras gastar 40 millones de dólares en correctivos, lo absuelve de cualquier responsabilidad legal. La empresa afirma, y pocos lo rebaten, que su antiguo socio, la estatal petrolera Petroecuador, siguió contaminando tras la salida de Texaco. Sin embargo, eso no exime o libra de responsabilidades a Chevron, asegura la profesora de Derecho Judith Kimerling, una ex fiscal en Nueva York cuyo libro de 1991 “Amazon Crude” o “Petróleo Amazónico” aludió por primera vez a lo que algunos han descrito como un Chernobyl en la selva ecuatoriana. “Dos cosas erradas no hacen una correcta”, dice Kimerling. “Creo realmente que los correctivos que hicieron fueron una farsa”. En los primeros tiempos de la bonanza petrolera, el gobierno de Ecuador estimulaba a la población a establecerse en la Amazonía, a fin de poblar esa zona, ofreciendo tierras gratuitas, pero sin que existieran servicios públicos como el suministro de agua. Casi toda el agua de la región no ha sido purificada. El gobierno de Ecuador se aprovechó de la riqueza del proyecto selvático de Texaco y el PBI creció más del triple entre 1972 a 1977. Para el momento que Texaco se retiró, el consorcio que encabezaba había extraído casi 1.500 millones de barriles de crudo de 350 pozos. El dato La demanda. Los demandantes, que se llaman Frente de Defensa de la Amazonía, afirman que Texaco ahorró de ocho a 10 dólares por barril al desechar en fosas cerca de 18.000 millones de galones de agua usada en la perforación de pozos y la extracción de petróleo, en lugar de devolverla al subsuelo. Los demandantes alegan que la compañía envenenó el aire al quemar gas natural y residuos sólidos durante las labores correctivas en los años 90. Con el apoyo del presidente El presidente Rafael Correa encabezó una gira con periodistas a zonas de antiguas perforaciones petroleras asegurando que no habían sido limpiadas. El mandatario, un economista con estudios en Estados Unidos, ha expulsado del país a las empresas petroleras extranjeras que no convengan con sus términos de repartición de ganancias. Y en agosto, Ecuador ordenó investigar a dos ejecutivos de Chevron y a siete ex funcionarios del gobierno por sospechas de falsificar los documentos que respaldaban las labores correctivas de Texaco. Chevron dice que no puede tener un juicio imparcial mientras Correa sea presidente del Ecuador.