La búsqueda de justicia: la lucha de las familias víctimas de desapariciones forzadas en México
México terminó el 2022 superando las 109.000 personas desaparecidas, según cifras oficiales. Esta realidad obliga a colectivos de familiares a salir a buscar a sus seres queridos, incluso por más de 40 años.
Alicia de los Ríos tiene el cabello negro, ojos oscuros y grandes, como los de su madre, Alicia de los Ríos Merino. Además de los ojos, ambas comparten nombre y apellido. Su mamá, una estudiante de Ingeniería Electrónica e integrante de la Liga Comunista 23 de Septiembre, fue desaparecida hace más de 44 años por los cuerpos de contrainsurgencia del Estado mexicano. Durante los años 60 y 70, desapariciones como las de Alicia se dieron en un contexto de represión militar y política encaminadas a disolver a los movimientos de oposición.
“Yo siempre digo que soy una veterana, cumplí 46 años, pero yo mi vida la miro en retrospectiva y digo, pues, es que crecí en el mundo de esta búsqueda (de su madre)”, cuenta Alicia desde su casa en Chihuahua.
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“Los quiebres, la roturas que llevamos dentro, surgen a veces ahora, siendo adultos (...). El fenómeno sigue desbordándose y a mí me parece que la tragedia puede llegar a niveles no previstos si de verdad la sociedad lo sigue viendo como un fenómeno que les rodea, pero que nunca les va a tocar”, sostiene Alicia, ahora abogada y docente investigadora en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua, especializada en el estudio de la contrainsurgencia en México.
Alicia de los Ríos Merino junto a su abuela y la foto de su madre. Foto: Cortesía de Alicia
Caso de desapariciones en México: una “lógica que tiende hacia la eliminación”
En México hay más de 100.000 personas desaparecidas, según informó en enero de este año el Gobierno del país en sus cifras oficiales. La desaparición forzada se ha convertido, de acuerdo a la ONU, en el paradigma del crimen perfecto en el territorio azteca.
“En México encontramos una lógica que tiende hacia la eliminación, primero, para erradicar al enemigo y, segundo, me parece que es también como unas cuentas hacia los poderes fácticos del país”, argumenta Alicia.
En nuestro continente, en palabras de Elena Poniatowska, se dio una “refinadísima forma de represión política: la desaparición”, entonces empieza la incansable búsqueda de los familiares. Otro caso particular es el de Argentina, donde se han esfumado estudiantes, periodistas, comerciantes y escritores, como Rodolfo Walsh, secuestrado alrededor de las 11.00 a. m., a plena luz del día.
“La soledad es una consecuencia lógica, experencial (...). La impunidad ha hecho posible que el fenómeno se extienda en un registro oficial de 109.000 o 107.000 personas a partir de 1964 (en México), pensando en las deficiencias del registro podemos pensar que la cifra es mayor. (...) En la oficialidad no hemos tenido eco, tampoco hemos tenido eco en la sociedad en el sentido de que tú no puedes privar de la vida y de la libertad al otro de manera forzada”, indica Alicia, integrante del Colectivo Hijos Nacidos en la Tempestad.
¿A dónde van los desaparecidos en México?
En México, las desapariciones se dividen en dos periodos históricos, los cometidos de los 90 en adelante, según nos detalla Alicia, y otros del pasado reciente, conocidos como “la guerra sucia”, crímenes cometidos contra campesinos y guerrilleros por el Estado, el Ejército y grupos paramilitares durante los años 60 y 70.
México terminó el 2022 superando la cifra de las 109.000 personas desaparecidas, una realidad que obliga a los colectivos de familiares a salir a buscar a sus seres queridos con el temor de perder su propia vida en este intento.
Las organizaciones de la sociedad civil que trabajan en la búsqueda de los desaparecidos también son perseguidas. Quienes conforman las decenas de colectivos de búsqueda han recibido amenazas de muerte o intimidaciones de presuntos miembros del crimen organizado.
Glorieta de los Desaparecidos (Rotonda de los Desaparecidos) en Guadalajara, estado de Jalisco, México. Foto: AFP
En 2021, docenas de activistas se congregaron en Ciudad de México para una protesta y redactaron un comunicado en el que pedían mayor protección del Estado. Una de las recordadas fue Aranza Ramos, una joven de 28 años, del estado de Sonora, que había hecho parte de los grupos de búsqueda organizados por Madres Buscadoras para dar con su esposo desaparecido desde diciembre del 2020. Ella participó en el descubrimiento de fosas comunes y al parecer recibió varias amenazas antes de ser acribillada en julio del 2021 en su casa, en Guaymas, Sonora.
La búsqueda de al menos 100.000 personas que se encuentran desaparecidas continúa, al igual que el miedo, las amenazas y las estigmatizaciones por preguntar: "¿Quién tiene el cuerpo?", "¿Dónde está mi hermano?", "¿Dónde está mi hija?", "¿Qué le paso?".
“Demando la aparición de mi hijo y de todos los desaparecidos”
“Mi nombre es Silvia Rodríguez Ibarra, soy aquí de Saltillo y ando buscando a mi hija que está desaparecida, se llama Claudia Rizada Rodríguez”.
“Mi nombre es Raúl Reyes, ando en busca de mi hijo Raúl Ignacio Reyes Zepeda, que desapareció en el 2009. Demando la aparición de mi hijo y de todos los desaparecidos y que las autoridades se pongan a trabajar”.
“Mi nombre es Elodia Ortiz Cabañas, tengo 78 años y busco a mi hermano Cutberto Ortiz Cabañas. El gobierno andaba allá en mi pueblo, más arriba de Tecpan, pero era muchísimo gobierno”.
“Mi nombre es María Cristina Radilla Galeana, sobrina de Eleno Galeana Vázquez, y vengo con mi mamá Catalina. Venimos de la localidad Papanoa, municipio de Tecpan de Galeana. Vinimos a pedir apoyo para que nos ayuden a encontrar a nuestro tío desaparecido, Eleno Galeana Vázquez”.
Son algunos testimonios publicados en Voces por la verdad y la justicia, así como otros recopilados en una entrevista a dos integrantes de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fuundec), Silvia Rodríguez y Raúl Reyes.
De acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), de la Secretaría de Gobernación, en el país hay 109.171 personas desaparecidas en México.
En 2022 han desaparecido en el país al menos 27 personas cada día, según los datos de la Comisión Nacional de Búsqueda.
Jalisco es el estado con mayor número de casos con 15.039 al corte del 17 de noviembre, seguido por Tamaulipas con 12.460 y el Estado de México con 11.880 casos.
Heredar una búsqueda
“No cejaremos en nuestro intento de encontrar a nuestros desaparecidos, aunque en ello —como a nuestros abuelos y nuestras madres— se nos vaya la vida”, afirma el Colectivo de Esposas e hijos de Desaparecidos y Desplazados de la Guerra Sucia del Municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero. Muchas veces esta búsqueda se ha heredado y ha pasado de abuelas a nietos.
“En la familia, quienes encabezan la búsqueda (de su madre) son mi abuela y mi tía mayor, Martha, que ella ya murió, era una maestra normalista, la mayor de cuatro hermanas y un hermano”, nos cuenta Alicia.
“Me hago cargo de la investigación y el litigio a partir del 2000, ya siendo una abogada egresada. Vi enfermar y morir a mi abuela, a mi tía y a las demás doñas (de la organización de hijos de desaparecidos a la que pertenece) y tomé la estafeta con todo el amor del mundo”, sostiene.
Las búsquedas tienen una lógica muy parecida entre sí. Empieza de manera particular, para pasar a crearse organizaciones de madres o hijos que buscan a sus familiares.
“Me parece también válido revelarse a la búsqueda forzada, que es un camino lleno de obstáculos. Me parece una opción legítima y la gente tiene que tomar una opción: si continúas o no. Y hacerlo con toda la dignidad y apertura posible”, destaca.
Alicia de los Ríos tiene el cabello negro, ojos oscuros y grandes, como los de su madre desaparecida el 5 de enero de 1978 en la colonia Vallejo, en Ciudad de México. Su testimonio, como el de otros miles en el país, se convierte en una herramienta que no solo permite reconstruir a la persona que está ausente, en la lucha de su familia contra el olvido e incapacidad del Estado, sino que irrumpe memorias, el pasado se entrecruza para poder hacer inteligible un presente aún violento.