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Francia: universitarios viven crisis económica durante confinamiento

Las asociaciones de apoyo alertan sobre el aumento de solicitudes de ayuda por parte de los jóvenes, quienes no han podido trabaja durante el confinamiento por la COVID-19.

Muchos estudiantes extranjeros quedaron sin empleo debido al confinamiento. Foto: referencial
Muchos estudiantes extranjeros quedaron sin empleo debido al confinamiento. Foto: referencial

La pandemia del coronavirus dejó a miles de estudiantes extranjeros en Francia al borde de la pobreza. Lejos de sus seres queridos, confinados en sus pequeñas habitaciones y sin poder trabajar, muchos sobreviven gracias a los bancos de alimentos.

“Antes de llegar a París sabía que iba a ser difícil, pero la pandemia lo complicó todo”, dice a la agencia AFP Jesús Alejandro, un venezolano de 24 años que llegó a esa ciudad en marzo pasado para cursar una maestría en Ingeniería Mecánica.

Para pagar el arriendo de su pequeña habitación de 17 m² en el campus universitario internacional de París —577 euros por mes (690 dólares)—, recibió una ayuda excepcional de esta ciudadela donde viven 6.000 estudiantes provenientes de todo el mundo.

Para comer, depende de la solidaridad de sus compañeros y de la ayuda de bancos de alimentos que, frente a una explosión de la demanda, comenzaron a distribuir víveres cada semana directamente en este campus, algo inédito.

“Este saco de comida me alcanza para 5 o 6 días”, dice, mientras guarda en un armario de su habitación los víveres que recibió en la víspera. La última canasta vino con 250 gramos de café, 1 kilo de harina, 1 lata de sardinas, frutas y media docena de huevos.

Las asociaciones de ayuda alertan desde hace meses sobre una explosión del número de solicitudes de ayuda de estudiantes, sobre todo extranjeros, muchos de los cuales se quedaron sin empleo debido a las medidas de confinamiento.

Morgane Saby, responsable de una antena parisina del Socorro Popular francés, estima que las peticiones de ayuda social por parte de estudiantes universitarios “se han multiplicado casi por tres desde septiembre”.

“La mayoría vienen de África Subsahariana y el Magreb, pero también tenemos unos cuantos sudamericanos”, dice a la AFP.

Amna, una tunecina de 29 años, tuvo que dejar su orgullo de lado y pedir ayuda por primera vez en su vida para poder alimentarse. “No quiero que me vean como a una pordiosera”, dice apenada esta joven que vive las complicaciones de su nueva situación.

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