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Gustavo Cortez: “Hubo 6,700 muertos”, por Ricardo Uceda

En Ecuador, duramente golpeado por el COVID-19, Guayaquil vivió lo peor. Su drama según el periodista Gustavo Cortez, exeditor general del diario El Universo. El 50% en la ciudad ya tendría el virus.

Cortez. Posiblemente se juntaron en Guayaquil dos epidemias: la del COVID-19 y la del dengue.
Cortez. Posiblemente se juntaron en Guayaquil dos epidemias: la del COVID-19 y la del dengue.

Oficialmente se reconoce, hasta ayer, 31,881 confirmados y 1,569 fallecidos en Ecuador, la mayor parte en la provincia del Guayas y especialmente en Guayaquil. Pero las cifras se quedan cortas. ¿Cuál sería un estimado realista?

Después de los deudos, las cifras son las que más han sufrido en esta crisis horrenda por la llegada oficial del coronavirus a Guayaquil, el 29 de febrero, cuando se confirmó el primer caso, llegado desde España. Pese a que los números oficiales del Comité de Operaciones de Emergencia hasta ahora siguen señalando menos de mil, ya el funcionario a cargo de dar sepultura a la avalancha de fallecidos, señaló que entre mediados de marzo y mediados de abril fueron al menos 6.700 los muertos en Guayaquil por COVID-19.

O sea, más de tres veces la cifra que ahora se reporta para todo el país.

En efecto. Usualmente en la ciudad mueren un promedio de 40 personas diarias por diferentes causas y en el día más crítico del brote fueron más de 460 muertos solo por el mal. Actualmente eso ha descendido a 34 muertos promedio diario por coronavirus.

El dramatismo del caso de Guayaquil impactó mundialmente por las imágenes de muertos en las calles. Sabemos que hay varias causas ¿pero cómo las jerarquizarías?

Primero, el desconocimiento y desvalorización de los efectos de la pandemia que tenía la población. Una población en buen número informal que sale todos los días a buscar el sustento y que, de pronto, se encontró con una autoridad nacional debilitada que le pedía que se “quede en casa”, pero sin solucionar su sustento. Por ende, no obedeció y el virus circuló intensamente entre ellos. Luego el sistema de salud ineficiente. Guayaquil, que ha sido la más autónoma (de hecho) de las ciudades ecuatorianas, con una muy activa sociedad civil que, a través de la Junta de Beneficencia, ha manejado tradicionales hospitales, hospicios, maternidad, siquiátrico y hasta cementerios. Complementado en su momento por servicios de salud municipales y privados.

¿Entonces qué pasó?

Todo eso cambió en 2008, cuando el gobierno de Rafael Correa, en su Constituyente, dejó exclusividad del gobierno central en servicios elementales como la salud y la educación, y construyó en Guayaquil un par de grandes hospitales, y otros medianos, pero con limitaciones de equipos. Esos hospitales justamente son los que reventaron con la oleada de casos y en sus puertas murieron muchas personas que no lograron atención. Y si no estaban listos para tantos casos juntos en los hospitales, menos estaban aún para recoger a los que, sin atención hospitalaria, volvieron a casa y murieron allí. Tres, cuatro, hasta cinco días pasaron y esos cuerpos no eran retirados por la autoridad, como establece el procedimiento legal, por lo que los parientes, en algunos casos, optaron por sacarlos a la acera, a esperar que se produzca el “levantamiento”.

¿En qué medida las fake news distorsionaron el drama de Guayaquil?

Si bien fueron muchos casos como los que describo, ejércitos de troles activados en contra del gobierno en las redes sociales se inventaron algunos otros, incluso dejando ataúdes vacíos en la mitad de las avenidas y quemando un sofá que, grabado a distancia, parecía un cadáver. Esas imágenes, las reales y las falsas, dieron la vuelta al mundo y dieron injustamente la imagen de Guayaquil como si fuera una aldea arrasada.

Una de las características que no se han visto con frecuencia en otros lugares es que aparentemente muchas personas han muerto súbitamente en la ciudad. Es decir, de un momento a otro. ¿Esto tiene alguna explicación?

En los días de la crisis se dieron muchas de esas muertes súbitas, en las puertas de hospitales, en la hilera de una farmacia, y como la mayoría de estas no están registradas como COVID-19, acá no se ha investigado mayormente por qué ocurrió. De hecho la gran mayoría de esos cadáveres fueron sepultados sin habérseles practicado la autopsia y aunque en un primer momento se habló de una fosa común, luego se los llevó a fosas en diversos cementerios.

Médicos que han atendido la crisis que creen que en Guayaquil ocurrió una sindemia, el choque de las epidemias, del COVID-19 y el dengue, con coincidencia de síntomas, lo que empeoró las cosas. La participación decidida del voluntariado, en apoyo a autoridades locales con fondos limitados, ha sido clave para que la situación haya ganado cierta normalidad.

Comités creados con urgencia han recogido mucho dinero privado y dotado de equipos elementales y, sobre todo, de la medicina reconocida como válida en el mundo: la hidroxicloroquina que, luego de mil contratiempos e intentos de incautación en las escalas, pudo llegar a mediados de abril, por gestión del Comité Especial de Emergencia por Coronavirus de Guayaquil, y eso sin duda evitó que haya más muertes.

¿Cómo evalúas el comportamiento del gobierno de Lenín Moreno durante la emergencia?

Tibio, poco reactivo, confiado. Sus funcionarios pensaron que con un hospital de reciente data, el del Guasmo, en Guayaquil, estaban listos, pero se les vino encima la montaña y fue muy notorio que no salían del asombro. Y sin fondos para actuar al ritmo de la demanda. Tanto así que el vicepresidente Otto Sonneholzner, la cara más visible del gobierno en el peor momento, pidió disculpas a la población en cadena nacional por no haber podido evitar la mortandad. En los últimos días han dado muestras de mejor organización para evitar que el mal se expanda por el resto del país.

Ahora están pasando de una situación de aislamiento a la de distanciamiento, pero sigue el toque de queda desde las dos de la tarde. ¿Cuál es el estado de cosas considerando las últimas estimaciones? ¿Lo peor ya pasó?

El temor ahora en Guayaquil es a una segunda oleada. Si bien la entrega de raciones alimenticias, por el sector privado, municipio y gobierno, busca que la población cumpla la cuarentena, ya hay desesperación por salir a retomar actividades. Las próximas semanas serán claves en la definición de cómo retomar ciertas actividades con el menor riesgo, aunque se cree que el nivel de inmunizados por contagio, muchos sin síntomas, es alto, lo cual es bueno. Se estima que cerca del 50% de los guayaquileños ya tenemos el virus.