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Calor extremo

Europa vive una ola de calor extrema, los termómetros pasan los 40 grados y la población se adapta a las altas temperaturas que, advierten los expertos, serán más frecuentes. Desde allá nos llegan noticias de peruanos que no se separan del ventilador para hacer frente a este verano brutal.

Una estación de tren en Londres cancela los viajes debido a un incendio en sus vías. Foto: AFP
Una estación de tren en Londres cancela los viajes debido a un incendio en sus vías. Foto: AFP

Hace unos días, cuando Dánae Rivadeneyra, periodista peruana radicada en París, puso un pie en la calle para dirigirse a su trabajo, a eso de las cinco de la tarde, sintió como si estuviera entrando a un horno y un fuerte olor a brea golpeó su olfato: “Era el efecto del calor sobre el pavimento”, dice. Era como si la pista se estuviera derritiendo por los 41 grados que los termómetros marcaron aquel martes 19 de julio, en Francia.

Por esa misma fecha, en Madrid, el comunicador y escritor Rafael Robles, quien cursa un doctorado en España, sentía como si un dragón le botara fuego en la cara cada vez que abría las ventanas de su piso. “El calor que entró no era nada sano”, dice. El país peninsular también ha alcanzado temperaturas sofocantes, llegando a los 42 grados y causando más de mil muertes. El 17 de julio, un trabajador de limpieza de 60 años se desplomó en calles madrileñas a causa del golpe de calor y murió a las pocas horas.

Un verano brutal e inusual es que el que están viviendo algunos países de Europa Occidental, y desde allá nos llegan noticias de peruanos como Dánae y Rafael que migraron hace algunos años, y se han tenido que habituar a las temperaturas extremas que, según los expertos, están aumentado en frecuencia e intensidad debido al cambio climático inducido por la humanidad.

La temperatura media del planeta ha aumentado 1,1 grados respecto a los niveles preindustriales. Parece poco, pero sus efectos se evidencian en las olas de calor extremo y los voraces incendios que acaban con hectáreas de bosques. En Gironda, en el suroeste de Francia, las llamas consumieron más de 20 mil hectáreas, y miles tuvieron que ser evacuados de sus viviendas. El infernal panorama se repitió en los bosques de España, Portugal y Grecia.

“Estas semanas una estrategia de sobrevivencia ha sido estar pendiente del reporte del tiempo”, dice desde Reino Unido el sociólogo sanmarquino Moisés Rojas. En la nación insular, donde las temperaturas no suelen ser tan altas, el calor extremo está causando estragos en la infraestructura. Algunas rutas de tren han suspendido sus viajes porque los rieles corren el riesgo de deformarse bajo el sol o de incendiarse. El 11 de julio, una chispa prendió los travesaños de madera de unas vías en Londres; mientras que el aeropuerto de Luton tuvo que suspender sus vuelos porque la pista de aterrizaje, literalmente, se había derretido.

Para poder dormir, la arquitecta Noemí Castro –que vive en Sevilla, España, desde hace cinco años– tiende el colchón en la sala por las noches porque es el único ambiente de su departamento donde tiene aire acondicionado: “Si no duermes bien, no trabajas bien. No basta con un ventilador, salvo que te lo pongas en la cara”, dice. La capital andaluza sí se caracteriza por sus veranos ardientes. Es usual, dice Noemí, que los noticieros informen el inicio de la temporada haciendo freír un huevo en una pista para demostrar las altas temperaturas; sin embargo, asegura que este julio vio que un termómetro de la calle marcó los 51 grados.

Moisés también busca lugares con aire acondicionado para sobrellevar el clima. En Leeds, la ciudad inglesa donde vive, su pequeña habitación de estudiante no tiene este servicio por lo que busca refugio en la biblioteca: “Inglaterra es un país hecho para los inviernos, todos los edificios tienen un sistema de calefacción y la ventilación es mínima”. Apenas el 0,5% de las viviendas británicas cuentan con aire acondicionado y desde 1914 no se había registrado en ese país una temperatura superior a los 40o, este verano se ha roto el récord.

Vivir a más de 40 grados

Y desde París, Dánae comenta que durante los días de la canícula –como llaman al período del año en que es más fuerte el calor– no prendió ningún aparato electrónico ni la cocina porque cualquier fuente de calor puede subir la temperatura del ambiente. “Aquí la mayoría no tiene aire acondicionado, yo tengo un ventilador al que le pones hielo en la base y bota aire helado”, dice.

Contrariamente a lo que hacemos en Perú, que es abrir las ventanas en verano, allá se cierran y se bajan las persianas durante el día para conservar el aire frío que ingresa por las noches. “Los departamentos en París son bastante reducidos, hay estudiantes que viven en los antiguos cuartos de las empleadas ubicados en el último piso de los edificios, donde el sol golpea directo al techo y se convierten en hornos”, añade.

Una de las estrategias de las autoridades francesas para hacer más tolerable el calor fue abrir los parques, las bibliotecas y los museos hasta la medianoche. Además, son muy populares las “playas” de París, espacios de esparcimiento a orillas del río Sena o del canal Bassin de la Villette donde la gente puede ir a tomar sol, practicar pesca o hacer yoga. Su equivalente en España son los llamados refugios climáticos que son parques que proporcionan sombra y zonas para refrescarse o polideportivos donde se reparte agua.

Las olas de calor no solo han afectado a Europa Occidental. Estados Unidos, Canadá y China también han padecido días de temperaturas extremas. Desde el país asiático llegan imágenes impactantes de personal médico que hace pruebas covid que se desploma en el piso, sofocado por el uso de las mascarillas y el equipo de protección, algunos abrazan bloques de hielo en sus recesos para no desfallecer.

Los expertos advierten que las altas temperaturas en países donde antes no eran usuales serán más frecuentes en el futuro.

Es cierto que el calentamiento de esta parte de Europa también es resultado de fenómenos atmosféricos como las altas temperaturas del verano boreal que se originan en el desierto del Sahara, explicó el meteorólogo Scott Duncan a la BBC. Sin embargo, “la acción humana sobre el planeta lo está haciendo cada vez más frecuente y muchas naciones, como las europeas, no están preparadas para ello”, enfatizó.

El desafío de las grandes ciudades

Según Manuel Pulgar Vidal, exministro de Ambiente, hay una indiscutible relación entre las olas de calor intenso e incendios forestales en muchos lugares del mundo y el cambio climático. El ser humano ya incrementó, por las emisiones de gases de efecto invernadero, la temperatura promedio del planeta en 1.1 grados centígrados desde el inicio de la era industrial. Muchas ciudades del mundo tendrán al 2050 condiciones climáticas y de temperatura distintas a las que históricamente han tenido. Así, Madrid tendrá las condiciones climáticas propias de Marrakech y Londres las de Barcelona, de acuerdo a un estudio de la Escuela Politécnica Federal de Zurich.

Periodista en el suplemento Domingo de La República. Licenciada en comunicación social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y magíster por la Universidad de Valladolid, España. Ganadora del Premio Periodismo que llega sin violencia 2019 y el Premio Nacional de Periodismo Cardenal Juan Landázuri Ricketts 2017. Escribe crónicas, perfiles y reportajes sobre violencia de género, feminismo, salud mental y tribus urbanas.