Carlos Tovar: “Mi idea es rescatar a la gente más vulnerable de sus viviendas”
Humorista gráfico, arquitecto y ensayista.
Al implacable caricaturista que prefiere el humor ácido de Ricky Gervais y escapa de los chistes que se cuentan en reuniones sociales se le ha ocurrido una idea para evitar que más personas se infecten de la COVID-19. No es un plan sencillo. Él dice que es una “utopía realista”: Movilizar a miles de personas a refugios temporales, administrados por el Estado, hasta que la crisis pase. El costo -afirma- no es muy elevado. ¿Alguien en el gobierno le ha escuchado? Hasta el momento, su idea ha pasado de la mesa de partes hasta la secretaría del ministerio de Salud. Es el paso lento de la burocracia.
¿Cómo es su relación con las redes?
Estoy en Facebook de nuevo. Me fui hace unos años porque me hackearon la cuenta y la descarté. Pero creé una nueva hace unos meses. Cuando me hackearon en Facebook, incursioné en Twitter, en el que he estado más activo.
¿Son más agresivas las redes por la pandemia?
En el Facebook llegué al tope de cinco mil amigos. Cometí el error de aceptar amistades indiscriminadamente, y eso hace que proliferen los trols. En cambio, ahora tengo una cuenta con menos amigos y ese ambiente es más sano. El Twitter sí es abierto a cualquier trol.
¿Y en el Twitter le ha ido bien, ha tenido muchas escaramuzas?
Es curioso eso. Hace unas semanas puse en Facebook y Twitter que me mandaron un correo de Naciones Unidas en el que me pedían usar una caricatura que hice el año pasado, en la que se ve una pista de carreras, a la que llamé “meritocracia”.
En la que comparaba la ruta que deben seguir hombres y mujeres en el campo laboral.
Claro. En la que el camino de las mujeres está lleno de obstáculos, como la lavadora o la cocina. Y entonces lo conté porque me parecía muy grato para mí. Y eso obtuvo una barbaridad de visitas en Twitter, cerca de medio millón, con unas 90 mil interacciones, algo que no ha tenido ninguna caricatura mía. Otra cosa que pasó fue que cerca al aniversario de la muerte de (Alan) García, cuando su hija hizo unas declaraciones públicas, que ya eran unas declaraciones políticas, en las que decía que su padre era el hombre más brillante y bondadoso de las últimas décadas -y esto es lo curioso, se puede elogiar varias aptitudes de García, pero la de bondadoso no está entre ellas-, yo hice una caricatura en la que García decía una frase que se le atribuye y consta en la Fiscalía: “Yo le meto un balazo a ese fiscal, y luego me mato yo”. Esa caricatura desató una reacción furibunda. El día que se publicó empecé a recibir correos y tuits de amenaza. “Te vamos a buscar”, “Te vamos a escarmentar”, y qué se yo. Aunque, claro, estábamos en plena cuarentena, así que las posibilidades de mis voluntarios agresores eran escasas.
Afortunadamente
Sí (sonríe). Bueno, yo publiqué estas amenazas en las redes y hubo mucha repercusión. Hubo muchos organismos de defensa de los periodistas que se solidarizaban conmigo.
¿Hay espacio para el humor en estos días? ¿Qué lo hace reír en estos momentos tan dramáticos?
Bueno, en primer lugar, mis principales colaboradores: los congresistas. Aunque algunos no colaboran, porque son muy serios. Y también hay uno que otro ministro. Siempre hay motivo para la risa.
Y fuera de la actualidad política, ¿de qué se alimenta usted para hacer humor?
Bueno, yo soy un gran aficionado a la literatura, en especial a la que tiene humor.
Borges es uno de sus tótems.
Borges es mi ídolo máximo. Aunque Cervantes también. El Quijote es muy completo, creo que pronto me voy a animar a una tercera lectura porque es un mate de risa de principio a fin. Y también soy un aficionado a la comedia en el cine, la comedia italiana, el humor inglés. Tengo la colección de películas de los Monty Phyton, este grupo de humoristas ingleses. Y no solo tengo sus películas sino el programa de televisión que hicieron en los setenta, que me parece lo mejor que he visto.
También sigue a Ricky Gervais, el humorista inglés.
Sí, ya vi todas las comedias que ha producido. Me gusta mucho. Esta serie que hizo, Extras, es formidable. Tiene un lado muy tierno y también dramático. Después de esa, ha hecho otra, muy bonita, que se llama After life, en la que él trabaja como reportero en un periódico local, de una pequeña ciudad.
En la que actúa como un hombre que ha perdido a su mujer.
Sí, es muy linda esa serie. Él sigue destilando su humor pero también es muy emotivo. Siempre hace papeles de un tipo aparentemente hosco, y hasta descuidado por los demás, pero en el fondo es muy buena persona.
A veces es tan ácido que uno se pregunta si una sociedad como la peruana está preparada para un humor de ese tipo, contrario a lo políticamente correcto.
¿Una sociedad como la nuestra? No, el humor acá es muy distinto. Acá lo que funciona es el tipo burlón.
Alguna vez dijo que además de sus caricaturas le interesaba escribir columnas y firmar con un seudónimo, ¿qué pasó con eso?
Ah. Yo dije eso, ¿no? Mira, yo he estudiado una maestría en Filosofía en San Marcos y he empezado a publicar una que otra cosa. Por ejemplo, están en vía de publicarse dos artículos míos. Uno trata sobre esta serie, Snowpiercer, que anteriormente fue un largometraje del ganador del Oscar, Bong Joon-ho, el coreano.
Es la serie del tren.
Sí. La idea del tren es fabulosa, y originalmente la idea viene de una tira cómica francesa, Le Transperceneige.
¿Qué le parece tan fascinante de esta historia?
Que es una metáfora formidable del capitalismo actual, la más perfecta que he visto.
Porque divide en dos secciones a las personas, en ricos y pobres.
En la serie han mejorado lo del largometraje, porque hay cuatro secciones: primera clase, donde están los millonarios, que son muy pocos. Después hay segunda clase, donde están los de clase media. Tercera clase, que es el proletariado, los que trabajan en el tren. Y finalmente, la cola, donde están los marginados y desposeídos. Y esto es un retrato perfecto del mundo actual. De esto voy a publicar un artículo en la revista Vuelapluma. Y también voy a publicar otro artículo sobre la lógica y el humor, porque estudié Filosofía, con mención en Epistemología. Y lo que me interesa es cómo se pueden vincular la lógica matemática y el humor.
¿Hay un vínculo en realidad?
Bueno, eso es lo que intento mostrar. Encuentro el vínculo por el lado de lo que en lógica matemática se llama reacción a lo absurdo.
Ahora, más allá de los artículos, las redes siempre le han servido para plantear algunas ideas, como esta última a la que ha llamado “cuarentena inversa”, en la que las personas más vulnerables se alojarían voluntariamente en albergues dispuestos por el Estado para protegerlos de sus propias familias, que pueden infectarlos del virus. La pregunta es, ¿tenemos el dinero y la logística para hacerlo?
Antes que entrar a ese detalle quiero recalcar algo que ya dijiste, que la afiliación sería voluntaria. No se puede obligar a ninguna persona a que a la fuerza sea conducida a un refugio. Otra cosa es que esta propuesta no es antagónica con nada de lo que se está haciendo. Es algo para sumar, como se suele decir, porque lo que se está haciendo debe continuar: Los bonos se tienen que seguir distribuyendo, la cuarentena total no se puede reimplantar porque la gente debe salir a trabajar. Mi idea es rescatar a la gente más vulnerable de sus viviendas, donde está el contagio. Y esto se da, no solo por el tema de las visitas familiares, sino porque la gente está saliendo a trabajar, porque lo necesita, y de esta manera contagia a los más vulnerables que viven con ellos. ¿A quiénes debemos buscar? A personas vulnerables en situación de pobreza. ¿Por qué? Porque viven en condiciones de hacinamiento.
¿Cuántos serían?
Personas mayores que viven en hacinamiento son unos 700 mil u 800 mil. Y si sumamos a eso otro número de personas que son vulnerables por temas de obesidad u otras condiciones, podemos llegar a un techo máximo de un millón 200 mil personas. ¿Existen los recursos para ello? Sí. Yo he hecho números, y dando alojamiento diario en hoteles y alimentación, si llegáramos a cubrir a todo el universo de personas vulnerables, algo que no va a pasar, el gasto sería alrededor de 5 mil millones de soles mensuales. Tengamos en cuenta que en Reactiva Perú son 60 mil millones de soles, en rebaja de impuestos hay 12 mil millones, y en bonos -sumando todo lo que se ha ido entregando- debe haber otros 20 mil millones más. Esto es una bicoca. Y hay que contabilizar como otro beneficio que cada una de estas personas refugiadas costaría 4500 soles al mes, pero si se enferman habría que ver cuánto cuesta su permanencia en UCI por día, con un respirador. Sin duda es mucho más de 150 soles diarios. A eso hay que sumarle que, si estas personas no se contagian, se descongestionan los servicios de salud.
Entiendo que hubo un acercamiento con el gobierno, ¿qué le han respondido? ¿O solo le han puesto el sello de recibido a su idea?
Tomé contacto con Pilar Mazzetti por WhatsApp y le mandé por correo un documento. Luego me ha llegado un correo en el que me dicen que mi documento ha sido ingresado por mesa de partes. También me han dado un número de expediente. Dando click en ese número he visto que de mesa de partes ha pasado a la secretaría del ministerio. Yo estoy dispuesto a tomar contacto para dar mayores detalles. No esperaba que tomara el camino de la mesa de partes. Parece que no es buena señal.
Suena muy burocrático.
Sí, muy protocolar.
Y la propuesta suena lógica pero también utópica.
Es un poco duro calificarla de utópica. En todo caso, la duda está en saber si la población vulnerable aceptaría refugiarse en los albergues dispuestos por el Estado. Eso es difícil de saber. Se necesitaría de una buena campaña de comunicación. Además, se podría hacer un programa piloto con un sector. Se me ocurre que podría ser el distrito de Comas, donde hay condiciones de pobreza y alto número de contagios. Si después de un mes se consiguiera, por ejemplo, evitar 5000 muertes, sería un logro.
¿Qué ha pasado con su otra propuesta? La reducción de la jornada de trabajo a cuatro horas. ¿Ha sido recogida por otras voces o usted es el único abanderado de ella?
No, en realidad nunca he sido el único. Cuando yo lancé esta propuesta el 2002, hace 18 años, yo no sabía que ya había sido presentada por Bertrand Russell, en 1932. Tampoco sabía que había sido formulada por Paul Lafargue, el yerno de Carlos Marx, en una obra de 1883 que se llamaba El derecho a la pereza. Y hay otros, Keynes no hizo una propuesta, pero pronóstico que para 2030, o sea en 10 años, estaríamos trabajando tres horas. Y en este siglo ya hay varias cosas, la Fundación Para la Nueva Economía de Londres ha propuesto una jornada de 21 horas por semana. Y hay un pensador holandés, Rutger Bregman, que habla de la jornada de 15 horas semanales en uno de sus libros.
¿Cómo encaja su utopía dentro de la idea de que el crecimiento siempre debe reportar mejores cifras en el PBI?
Esa es la locura del crecimiento. El crecimiento es innecesario. Lo que se debe buscar es el progreso, que significa mejores condiciones de vida para todos. El crecimiento es un producto insensato de la enfermedad del capitalismo, que consiste en consumir cada vez más los recursos que son agotables. El crecimiento debe detenerse. ¿Y cómo se progresa cuando se detiene el crecimiento? Se progresa porque se sigue innovando en tecnología y esa mejora se traduce en reducción del tiempo de trabajo y mayor tiempo libre para las personas, o sea el ocio. Pero no el ocio entendido como que me tumbo a hacer nada. No, el ocio es la actividad libre del ser humano, donde cada quien podrá dedicarse a hacer lo que le plazca: el arte, el deporte, la filosofía, la música, lo que quieras.
La vez pasada leía una entrevista que le hacían en la revista Ideele. Tenían un punto de vista interesante, ¿por qué la izquierda no acompaña su propuesta de reducción de la jornada laboral? No lo hacen aquí y tampoco en el mundo.
A ver, ayer salió la noticia y hoy (jueves) la compartió Aldo Mariátegui -al que yo llamo “mi némesis”- sobre la propuesta del sindicato más grande de Alemania para que la jornada laboral sea de cuatro días. La cosa está avanzando. Gotemburgo, en Suecia, estuvo experimentando con jornadas de seis horas.
¿Y qué pasa entre los partidos de izquierda?
Yo tengo mucha acogida en sindicatos y universidades. La CGTP me ha invitado innumerables veces a exponer mi propuesta. Lo que me falta es elevar esta idea, formalmente, a los foros internacionales del sindicalismo. Eso no lo he conseguido. ¿Y en cuanto a partidos de izquierda? Están ganados por el día a día. Estar ubicado en el Perú, como lo estoy yo, no ayuda a lanzar propuestas globales. Es muy difícil ser escuchado. Hace años vino un francés, muy conocido, vinculado a Le Monde Diplomatique, y a través de Javier Diez Canseco conseguí que me diera quince minutos. Me recibió de mala gana y no quiso aceptar mi libro, en esa época había publicado Manifiesto del Siglo XXI. Me dijo: “Yo ya tengo programadas mis lecturas hasta por seis meses”. Me di cuenta que estos europeos, por más que son pro tercer mundo, vienen acá y te dicen: “No pienses. No me interesa que des ideas. Déjate ayudar nomás”.
Vienen con una actitud paternalista.
En esos casos sí funciona el eurocentrismo. Es muy difícil que se preste atención a pensadores de América Latina para el concierto mundial.
¿Qué piensa de los actuales grupos de izquierda?
No pertenezco a ningún grupo, pero sí tengo relaciones amicales con varios de ellos.
¿Fue militante o simpatizante de Vanguardia Revolucionaria?
Simpatizante y luego militante.
¿Por qué dejó la militancia?
Me aparté el año 88, me parece. Gente del partido vino a pedirme que hiciera un afiche en el que se decía que la fórmula presidencial debía ser Hugo Blanco presidente y Alfonso Barrantes vicepresidente. Yo me mostré en abierta discrepancia con eso, lo que motivó mi alejamiento de la militancia. Y claro que fue un error esa alianza, que luego estalló en mil pedazos. El trostkismo (que encarnaba Hugo Blanco) se encargó de despedazar todo.
¿Y no siente que la izquierda actual ha heredado la capacidad de atomizarse de la izquierda que usted recuerda?
No, ahora pasa mucho menos antes. En realidad, la derecha está dividida en más grupos que la izquierda. Yo siento que los grupos de izquierda de hoy tienden a confluir antes que a dividirse. Por allí hay una que otra pelea. Pero en la época de la que te estoy hablando, nos faltaban dedos en las manos para contar los grupos de izquierda.
Un par de preguntas finales. Alguna vez has dicho: “De chico me fascinaban los chistes, pero ya me aburrieron. Eso de ‘te cuento un chiste’ es detestable”. ¿Tanta repulsión le causa la comicidad?
No es la comicidad en general. Es el chiste, esta clase de humor que está encapsulado en un relato, que tiene ciertos patrones, casi repetitivos. En el grupo de amigos que tengo no acostumbramos a contar un chiste, más bien pretendemos decir frases humorísticas que sean creativas. Creo que así debe ejercerse el humor, no agarrar una pastilla que ya está hecha y decir: “Acá tengo humor”. Eso no tiene ningún mérito. Aunque hay muy buenos contadores de chistes. No es lo que a mí me gusta, que me cuenten chistes o contar chistes. No soy ni remotamente un contador de chistes. Pero sí aprecio el mérito de decir una buena frase humorística en la situación adecuada.
¿Qué hace si alguien le pide un chiste?
Nunca me piden eso. Basta con que vean mi cara para que se den cuenta que no soy buen contador de chistes. Ni siquiera piensan que pueda ser un humorista gráfico.
¿Lo ponen en duda?
Sí, a veces en alguna reunión hay gente que me mira y dice: “¿Él es el caricaturista? ¿Este tipo? No parece”. Sí pues, no parezco (se ríe). Estoy lejos de eso. Los humoristas por lo general somos gente seria, poco expresivos, tímidos. La gran mayoría de los que he conocido somos así.
Marco Aurelio Denegri decía que no hay nada más triste que una reunión de humoristas.
Sí, sí. Él decía que le habían contado eso. Pero eso ya es muy exagerado. Somos personas normales.