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Domingo

La altura como cura

El soroche o “mal de altura” es una de las peores experiencias registradas desde que los europeos llegaron a los Andes. Pero la exposición leve y controlada a alturas sobre los 2.500 msnm es un novedoso tratamiento médico que beneficia a pacientes afectados por infartos, asma, osteoporosis, diabetes, fibrosis pulmonar y otros males. La hipoxia o escasez de oxígeno puede ser una bendición.

Cada año, cuando eligen al premio Nobel de Medicina, y revisamos sus investigaciones, nos queda la sensación de que aquí, en el Perú, estamos a años luz de los avances científicos en el resto del mundo. Pero el año pasado, la elección de los doctores Willian G. Kaelin, Gregg L. Semenza y sir Peter J. Ratcliffe nos tocó de cerca. Fueron galardonados por investigar cómo los niveles de oxígeno en el cuerpo regulan los procesos fisiológicos fundamentales.

Científicos peruanos como los doctores Carlos Monge Medrano (1884-1970) y Emilio Marticorena Pimentel (1928-2007) son reconocidos en el mundo por sus pioneras investigaciones del “mal de altura”, más conocido como soroche. Pero las primeras descripciones –con valor científico– se remontan a las crónicas escritas por Pedro Cieza de León y los sacerdotes José de Acosta y Bernabé Cobo, quienes sufrieron en carne propia el duro trajín de soportar un soroche en sus viajes trasandinos.

En el Perú del siglo XXI, es el doctor Carlos Iberico Barrera, jefe del servicio de Neumología del hospital Sabogal, quien celebró el Nobel otorgado a Kaelin, Semenza y Ratcliffe. Estos científicos demostraron el complicado proceso de las células para adaptar su metabolismo a la escasez de oxígeno. Un proceso que podemos comparar con la reacción de nuestros músculos ante el ejercicio intenso. Más aún si jugamos una pichanguita en Puno o en Cerro de Pasco.

Pero lo que más interesó valor científico– se remontan a las crónicas escritas por Pedro Cieza de León y los sacerdotes José de Acosta y Bernabé Cobo, quienes sufrieron en carne propia el duro trajín de soportar un soroche en sus viajes trasandinos. En el Perú del siglo XXI, es el doctor Carlos Iberico Barrera, jefe del servicio de Neumología del hospital Sabogal, quien celebró el Nobel otorgado a Kaelin, Semenza y Ratcliffe. Estos científicos demostraron el complicado proceso de las células para adaptar su metabolismo a la escasez de oxígeno. Un proceso que podemos comparar con la reacción de nuestros músculos ante el ejercicio intenso. Más aún si jugamos una pichanguita en Puno o en Cerro de Pasco.

Pero lo que más interesó a Iberico fue cómo esta adaptación a la falta de oxígeno (hipoxia) genera nuevos vasos sanguíneos e incentiva la producción de glóbulos rojos.

Y es precisamente el doctor Iberico quien viene aplicando un novedoso tratamiento a pacientes afectados por asma crónica, fibrosis pulmonar, infartos, hipertensión, derrame cerebral, diabetes y hasta osteoporosis.

Bendita hipoxia

La curiosidad científica de Iberico surgió durante su permanencia en Cerro de Pasco. “Lo primero que me sorprendió es que casi no hay infartos –recuerda–, comprendí que es un fenómeno de adaptación. Si el organismo siente que le falta oxígeno, encuentra la manera de racionalizarlo y explotarlo al cien por ciento”.

“El cuerpo dice: voy a aumentar el transporte (hemoglobina) pero también la carretera (arterias)”, explica Iberico. “El cuerpo produce una sustancia para el crecimiento de vasos y endotelio. Es así cómo se forman, en horas, nuevos vasos sanguíneos”.

Y esto es precisamente lo que investigaron los premio Nobel de Medicina 2019: la interrelación entre la hipoxia y la producción de estas moléculas que participan en la creación de nuevos vasos sanguíneos.

Iberico resalta que el trabajo pionero en este tipo de tratamientos se realizó en la antigua Unión Soviética. Los pacientes viajaban a los lejanos montes Urales y realizaban caminatas y ejercicios a diversas alturas sobre el nivel del mar. “Pero resultaba muy costoso y complicado por el difícil acceso”, sostiene el neumólogo peruano.

En el Perú este tratamiento resulta mucho más accesible y barato. Y es que tenemos el privilegio de vivir en los Andes, la cordillera tropical más alta del mundo. A diferencia de los Urales, Alpes o las cordilleras de Estados Unidos, en los territorios y alturas andinas –cercanas al trópico– la vida se puede desarrollar hasta los 4 mil metros de altura. “Esta es nuestra ventaja comparativa”, sostiene Iberico.

En un fin de semana nosotros podemos trasladar a nuestros pacientes desde Lima hasta los 2.500 (el primer día) y luego sobre los 4.500 msnm para luego retornar al nivel del mar. A diferencia de las cordilleras ubicadas en el hemisferio norte, aquí estos viajes se pueden realizar durante todo el año pues siempre encontraremos ciudades y comodidades hasta los 4 mil msnm.

Tratamiento de altura

Todo empezó con los pacientes asmáticos o tuberculosos. Desde hace siglos, la cura a estos males consiste en viajar a Jauja u otras ciudades serranas. “Ahora sabemos por qué”, sostiene Iberico. “Un buen porcentaje de asmáticos son alérgicos. En Lima o Callao, donde tenemos una humedad de casi el cien por ciento, prosperan gérmenes que van a desencadenar reacciones alérgicas. En un estudio reciente en asmáticos alérgicos, encontramos que los agentes alérgicos son ácaros y, en segundo lugar, los hongos. El estudio incluyó niños y adultos. A cada paciente le hicimos un test cutáneo para identificar el origen de la alergia. Entonces, cuando vas a la altura, el clima es más seco y disminuyen los componentes alérgicos”.

En nuestras alturas andinas se da la denominada hipoxia, o escasez de oxígeno. Iberico sabe que “nuestro centro ventilatorio reacciona ante las concentraciones de oxígeno o de anhídrido carbónico (lo que eliminamos)”. Lo que sabemos ahora es que en condiciones de hipoxia este centro ventilatorio está más estimulado, de tal manera que el movimiento respiratorio se incrementa. Este fenómeno se ve en asmáticos y en pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (Epoc).

El tratamiento de Iberico se realiza a través del Inacor (Instituto Andino del Corazón). “Nuestros protocolos para tratamientos de diversas enfermedades es hacer que el paciente ascienda a una altura determinada donde hará una serie de ejercicios por un corto tiempo para generar una hipoxia controlada y leve. Se empieza con 2.500 msnm y ejercicios sencillos. Al segundo y tercer día ascendemos hasta los 4.500 msnm para luego bajar directo a la costa. En cada sitio realizamos caminatas con un poco de flexiones y control inmediato para evitar una hipoxia severa”, revela Iberico.

Por ahora, la ruta se ubica en el norte de Lima. Empieza en Churín, pasa por Oyón y sube hasta Raura.

Previamente, los pacientes reciben un tratamiento médico para evaluar si pueden participar en los ascensos. “La hipoxia benéfica no debe ser muy larga ni muy intensa y en cortos periodos de tiempo”, sostiene el neumólogo. “En los huesos hay un equilibrio entre la construcción y la destrucción. Cuando este equilibrio se rompe, en los huesos se van formando una especie de poros y de ahí viene la osteoporosis. Con la hipoxia, a través de esta formación de vasos y de endotelio, se puede reducir esta porosidad ósea”.

Sin embargo, no todos pueden participar en este tratamiento. “La evaluación previa es fundamental, así como el chequeo que realizamos al paciente en cada tramo del viaje”, insiste el galeno. No es conveniente para pacientes con tumores cancerígenos o hipertensión pulmonar, por ejemplo.

En todo caso, este tratamiento innovador ya dio sus primeros resultados con recuperaciones más que sorprendentes.

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