Alfredo TorresAnalista. Presidente Ejecutivo de Ipsos Perú. Autor de Perfil del Elector y Opinión Pública 1921-2021. Se licenció en Administración en la Universidad del Pacífico. Tiene un Máster en Estudios Latinoamericanos con especialización en Ciencias Políticas por la Stanford University.,Aunque todavía tiene un piso bastante firme, el bajón del presidente Martín Vizcarra en las encuestas es señal de que la luna de miel, que comenzó con su pechada al fujimorismo el 28 de julio pasado, y que tuvo su clímax en el referéndum, está llegando a su fin. ¿Qué podría hacer para avivar las brasas del romance con la ciudadanía? Alfredo Torres, analista político y presidente de Ipsos Perú, le da algunas pistas y, de pasada, echa una mirada al escenario no tan lejano de las elecciones del 2021. En alguna entrevista en octubre dijiste que Vizcarra continuaría conectando con la gente este año. ¿Se está cumpliendo? Claramente está acabándose la luna de miel. Nosotros definimos el fin de la luna de miel cuando la desaprobación supera a la aprobación y eso ya ha ocurrido en la encuesta de IEP y todo hace pensar que las siguientes encuestas (la de Ipsos sale hoy) podrían ir en la misma dirección. ¿Y por qué ha sido tan volátil el apoyo a Vizcarra? Históricamente es así en el Perú. La luna de miel promedio dura seis meses. Y eso tiene que ver con que vivimos en un país con un Estado disfuncional. No funciona ni el transporte urbano en la capital, menos la red de educación, salud y seguridad ciudadana a nivel nacional. Entonces, hay una constante frustración, expectativas que se caen rápido. ¿Será que la lucha anticorrupción tuvo un período de hechizo y la gente no miraba estas cosas? Digamos que fue muy importante, porque Vizcarra tuvo la inteligencia de darse cuenta de que la indignación ciudadana era muy grande, pero, si bien sigue siendo importante, ya no hay mucha novedad en ese terreno y la demanda vuelve a los temas más cotidianos. ¿Esta tendencia de los últimos tres meses es irreversible? Nada es irreversible, pero es difícil una recuperación significativa. Para que ello ocurriese, el gobierno tendría que ser mucho más audaz, un poco al estilo de George Forsyth en La Victoria, pero no parece tener ese ánimo. El mensaje del primer ministro ha sido buscando el mínimo común denominador que satisfaga al Congreso y ha dicho muy poco que pueda entusiasmar a las calles. La luna de miel de Vizcarra comenzó cuando confrontó al fujimorismo, pero, al oír a Salvador Del Solar, por momentos parecía que habíamos vuelto a la era PPK. Parecía un poco el discurso de Fernando Zavala, ¿no? Sí tuvo momentos más liberales, como en el tema de género o cuando atacó la posición que tuvo el fujimorismo en el caso Chávarry. Pero pareciera que su ánimo estaba en conseguir el voto del Congreso más que el respaldo ciudadano. Un voto que además le iban a dar de todas maneras. Claro. Quizás gastó demasiado esfuerzo en algo que ya estaba dado. En cambio, no nos ha dejado titulares que puedan generar el aplauso de la gente. Vizcarra esperaría que nombrar a alguien popular tendría gran aprobación, pero no parece haber entusiasmado a la gente... En el camino ha habido lo de Las Bambas y el incendio del bus. En ambos casos, lo que siente la ciudadanía es la falta del Estado y de liderazgo. Y ni el presidente ni el primer ministro, que estaba preparando su discurso, han tenido gestos que se ganen a la población. Ha sido como una bofetada de realidad que alteró la balanza... Exacto. Pero, desde el punto de vista de la mayor parte de los peruanos, que son urbanos y no campesinos, la sensación que deja el gobierno, de preferir evitar los conflictos, sí genera una sensación de debilidad. Del Solar todavía tiene espacio para crecer, ha circulado poco por los medios, pero me parece que le está faltando entender que la gente espera un rol mayor en términos de liderazgo y no ser solo un buen componedor. De otro lado, pese al bajón, Vizcarra todavía tiene un piso. ¿Qué podría pasar que lo empeore? Viendo históricamente a los gobiernos anteriores, puede pasar una de dos cosas: que haya un escenario de violencia, como el desalojo de la hacienda Yavi Yavi, pero también que haya un deterioro paulatino, porque no hay nada que entusiasme. Para revertir una situación de declive, se tiene que tener victorias rápidas que generen entusiasmo en la población. Pero los ejes que ha expuesto el premier -lucha anticorrupción, fortalecimiento institucional, descentralización, crecimiento y desarrollo social- no son cosas que vayan a entusiasmar a la gente... Está bien como un gran plan tener estos cuatro o cinco ejes, pero, para efectos de la ciudadanía, lo que la gente quiere ver son victorias rápidas y cosas muy concretas. De nuevo, el ejemplo de Forsyth. La problemática de La Victoria es muy grande, pero la gente ya se quedó con la idea de que es un líder, porque desalojó a los ambulantes de Gamarra. ¿Es muy prematuro pensar en rostros concretos para el 2021? Estamos en una circunstancia muy difícil. Estaba revisando un artículo que escribí dos años antes de las elecciones del 2016 y ya estaba claro que Keiko Fujimori iba a pasar a segunda vuelta y ya decía yo que Kuczinsky tenía una buena posibilidad, y que lo que podía evitarlo era un outsider de centro, que iba a ser (Julio) Guzmán, que finalmente no pudo ser candidato. ¿Y ahora? Hoy día, ese análisis no se puede hacer, porque el fujimorismo está muy golpeado y las circunstancias no son las mismas. Guzmán ya consiguió su inscripción, pero su imagen, a pesar de no haber gobernado un día, ya está un poco desgastada. La izquierda se ha vuelto a dividir. Ni qué decir de los partidos tradicionales… Estamos en una situación bastante incierta. Lo más probable es que, en el curso del año, aparezcan algunos rostros nuevos y, luego, tengamos lamentablemente de nuevo 24 candidaturas y un resultado más o menos sorpresivo. El entusiasmo que ha desatado Forsyth podría convertirlo en una figura con posibilidades, ¿o no? Hoy día ciertamente lo es. Nosotros tenemos una pregunta de simpatías políticas que justo explora nombres, y Forsyth, en pocos meses, superó a Verónica Mendoza, Guzmán y a los demás. Pero mucho dependerá de cómo le vaya en su gestión. Esto nos demuestra lo que la gente está buscando: un liderazgo, una persona que resuelva, que transmita honestidad. Pero no solo eso: que también sea eficiente en su gestión. Lo que sí tengo claro, y eso es algo que los congresistas deberían tener claro, es que ni Vizcarra va a ser candidato ni, probablemente, Del Solar. No se puede prever los rostros del 2021, pero ¿ya se puede decir qué rostros no van a estar? Todos los vinculados al caso Odebrecht están fuera de juego, lo que coincide en gran parte con los políticos tradicionales. Eso está clarísimo. La novedad podría ser una candidatura conservadora. Me refiero al grupo de “Con mis hijos no te metas”... Se habla de (Phillip) Butters... No sabemos quién será el rostro de esa opción, pero hay claramente un grupo conservador al cual le genera demasiado escozor el tema de género… Ese espacio existe y ha estado, en las elecciones pasadas, infiltrado en algunos partidos. De hecho, Keiko se sumó, aprovechó ese espacio por cálculo político. Luego están las candidaturas de izquierda que van a ser varias pese a los esfuerzos de Verónika Mendoza. La gran incógnita es qué cosa vendrá por el lado del centro. Sabemos que Guzmán va a ser candidato… Tras sus juntas con Castañeda, ¿Barnechea tiene chance? Creo que la junta con Castañeda es la revelación de que él siente que Acción Popular no lo va a respaldar y de que estaría buscando otro canal, que podría ser el partido de Castañeda. Pero Acción Popular hoy en día es quizá la única marca partidaria tradicional que no está mal. De hecho, la elección de Muñoz ha tenido un buen efecto, también ha ganado en otros lugares y no ha estado en los negocios de Odebrecht. Lo que no sabemos es quién va a ser. Volviendo a (Phillip) Butters, dicen que podría ser algo así como el Bolsonaro peruano… ¿Qué pros y contras tendría? No lo hemos medido a Butters hasta ahora y tenemos que hacerlo (risas). Pero también ha tenido algunos problemas que lo han salpicado con empresas que él ha apoyado (caso Iza Motors, de Antonio Camayo). Ese tema quedó bastante oscuro y eso lo podría golpear un poco. Lo que está por verse es hasta dónde alcanzaría su carisma. Me parece que es una imagen muy dura, que podría satisfacer a los sectores más extremistas, tanto del mundo de los conservadores como el de los militaristas, por ejemplo, pero con pocas posibilidades de crecer, porque ha tenido expresiones tremendamente machistas y groseras con, por ejemplo, Marilú Martens cuando era ministra de Educación. Creo que ahí están los límites de Butters: su estilo puede satisfacer ya al grupo más extremo, pero no a la gente moderadamente conservadora. ¿Hay algún otro rostro que pueda satisfacer a esta gente? Bueno, Rafael Rey también tiene ese discurso, ese público, y tiene mucha experiencia política. Pero es visto como un político tradicional… Exactamente. El problema que tendría es que ya ha estado demasiado tiempo en política. Ha estado con Alan, con Keiko… Es percibido como parte de la clase política tradicional. ¿Los Humala tendrían alguna posibilidad? Yo descartaría por completo a Ollanta Humala, porque está muy complicado por Odebrecht. Y a Nadine, por supuesto. Antauro Humala está todavía preso. Si saliera, sí tendría una gran posibilidad de atraer al sector más radical, más extremista, de izquierda, porque ese sector lo ve con admiración y como un mártir de su causa. Y es un tipo con una gran facilidad de palabra. Entonces, sí, Antauro podría tener un gran atractivo como candidato, pero honestamente yo no veo en el futuro del Perú, el 2021, a un extremista gobernando. ¿Ni en segunda vuelta? La segunda vuelta es nuestra salvaguarda. Solamente ganaría un extremista las elecciones si entran a la segunda vuelta dos extremistas. Y otra vez tendríamos que escoger el mal menor. Con su sonsonete sobre la anemia y su anuncio, hace meses, de que se “sacrificará” candidateando el 2021, ¿Alan García representa todavía algún peligro? Ninguna posibilidad. ¿Ese sí es un cadáver político? Totalmente. Incluso si sale exonerado del caso Odebrecht, la gente va a decir que es un político extremadamente hábil, que Barata es su amigo y que por eso no lo ha echado o algo por el estilo, pero no va a cambiar su imagen de corrupto, que es la principal barrera que él tiene para crecer.