AutoconocimientoHablar del periodo, el gran tabú de estos tiempos, puede ser un arma política. Al conocer cómo funcionan nuestros cuerpos, las mujeres podremos tener el control sobre nosotras, dicen las expertas.,Liberación menstrual,Día 23 de mi ciclo menstrual, a puertas de que me baje el periodo. Estoy en la fase del cuerpo lúteo o premenstrual. Tengo los pechos hinchados, cierta pesadez en mis caderas y un leve dolor de cabeza. La ciencia dice que en estos días la progesterona domina mi cuerpo. Es la hormona que me prepara para ser madre, que engrosa las paredes de mi útero, que finalmente actuarán como colchón si es que un bebé logra implantarse. Si esto no ocurre, con el transcurrir de los días, todas esas paredes caerán en forma de sangrado, y mi cuerpo se sumergirá en un nuevo viaje, mi útero se moverá con ligeras contracciones para expulsarlo todo. Demos la bienvenida a la menstruación. Pero antes de que eso pase, ahora mismo mi cuerpo se debate en una guerra hormonal entre la progesterona que sube a pico y que me ordena descansar, y los estrógenos -las hormonas que me hacen sentir locuaz, chispeante, atractiva- que se mantienen también a tope cuando deberían bajar. Pero no pueden porque el nivel del estrés que tengo por el trabajo las mantienen altas. Lo dice la ciencia. Vaya conflicto. ¿Por qué estoy hablando de mi ciclo menstrual?, se preguntará la / el lector. Es que un cortometraje documental que habla sobre él ha ganado un Oscar. Dudo que podría hacerlo en otro momento, porque aún hoy la menstruación es el gran tabú, tanto así que las mujeres nos seguimos pasando las toallas higiénicas por lo bajo, como si se tratase de un pase de drogas. Decía que Period: End of Sentence de la directora iraní-estadounidense Rayka Zehtabchi ha sido galardonada por la Academia. La historia que cuenta nos deja boquiabiertos: en un pueblo de los alrededores de Delhi, la India, las niñas y adolescentes faltan a la escuela durante el periodo porque no tienen acceso a las toallas higiénicas. Sí, aún hay lugares en el mundo a donde una compresa elemental no llega. Unicef nos complementa este panorama: "500 millones de mujeres y niñas carecen de las instalaciones necesarias para controlar su higiene menstrual de manera digna, íntima y segura" –dice en un informe-. "En Colombia aún hay niñas que no saben que les vendrá la regla y son el 34.8%". Y es que de la menstruación es ese elefante blanco que nadie quiere ver. Pues hablemos de ella. Alfabetizar sobre la regla La orientadora en educación sexual y salud reproductiva, Magda Goldin explica por qué es importante que las mujeres sepamos qué es nuestro ciclo menstrual: "Una buena forma de hacerlo es llevar el registro del ciclo reconociendo las señales que da el cuerpo: los días que nos da migrañas, que tenemos más apetito, que vamos más al baño, que nos aumenta la libido o que nos sentimos más vulnerables. Solo así aprenderemos a gestionar nuestras emociones porque ya no nos va sorprender lo que nos está pasando a nivel anímico y corporal". En Lima ya hay mujeres que enseñan a otras a llevar ese patrón de conductas como un diario que nos permitirá comprender cómo funcionamos por dentro para no machacarnos, por ejemplo, cuando estamos en la fase premenstrual, que es cuando nos volvemos más lentas. Un ingreso en el "bosque oscuro" para muchas. Sandra Campó es una licenciada en Literatura que da talleres sobre el saber menstrual a mujeres y adolescentes. Muchas llegan sabiendo solo dos cosas básicas: cómo se usa una compresa y que la regla es indicador de que puedes ser madre. Me espera con una taza de té y un poema: "no es elegante por mi parte/ mencionar mi regla en público/ está mejor vender qué hay entre las piernas de una mujer/ que mencionar/ su funcionamiento interno". Son versos de la poetisa indo-canadiense Rupi Kaur, quien se volvió popular en las redes sociales cuando Instagram censuró una foto suya en la que se le ve despertando por la mañana con una mancha de sangre en el pijama. Campó me da un taller exprés. Todo esto sucede en nuestro útero en el intervalo de 28 a 32 días que es la duración del ciclo menstrual: El día uno empieza cuando cae el sangrado, y es el momento en que menos disponibles estamos para el mundo -me dice-, y en el que deberíamos bajar las revoluciones y descansar. Luego viene la fase dos, la preovulatoria en la que nos inundamos de estrógenos, nos llenamos de energía y nos sentimos las master of the universe. En la ovulatoria nos redondeamos más, nuestra piel se siente más suave, nuestra libido crece y manejamos mejor el estrés, es el mejor momento para la copulación. En la premenstrual vamos ya de bajada, empieza a dominar nuestro cuerpo la progesterona y pasa lo que describo al comienza de este artículo. Nos ralentizamos, pero no deberíamos sentirnos mal por eso. Pero, ¿cómo podemos permitirnos descansar si tenemos que trabajar?, le pregunto a Campó. Y me responde parafraseando a Erika Irusta, su gurú, una española que, hasta donde se sabe, es la única pedagoga menstrual que existe y es autora del libro Diario de un cuerpo: "Estamos enganchadas a los estrógenos, la sociedad nos quiere en la fase preovulatoria todo el tiempo, nos quiere locuaces, divertidas, alertas, productivas. No les servimos en la fase premenstrual, pero tenemos que respetar nuestros cuerpos y darnos un respiro", reclama Campó. Sentarse sobre hojas La antropóloga Luisa Elvira Belaúnde convivió en los noventa con la comunidad amazónica secoya o aido pai en la frontera con Ecuador. Cuenta la autora de Sexualidades amazónicas que cuando una mujer menstruaba, la separaban de la comunidad y la hacían sentar sobre hojas de plátano a no hacer nada. Le llamaban periodo de reclusión, pero no se escandalicen, tenía un fin. Y es que para los secoya, explica Belaúnde, era riesgoso que un joven esté cerca a una menstruante porque el olor de la sangre se le impregnaría y cuando fuera al monte a cazar los animales lo olerían rápidamente y huirían, perdiendo así el alimento para sus hijos. Belaúnde me habla del periodo de reposo de las mujeres secoya y recuerdo que hoy ya hay países que por ley otorgan días libres en el trabajo a las mujeres que tengan dolores inhabilitantes como la dismenorrea, una afectación menstrual que se manifiesta con un dolor pélvico intenso y que debe ser acreditado con un certificado médico. Japón lo hace desde 1947, luego lo aprobaron Taiwán, Indonesia y Corea del Sur. Italia fue el primer país occidental que se sumó el 2017. Pero ojo, la menstruación no es una enfermedad, recalca Belaúnde: "En la ciudad lo patologizamos todo, allá en la selva esos dolores son síntomas de que te estás cambiando de piel y que debes parar [...] La menstruación es un recuerdo insoportable que le hace la naturaleza al sistema capitalista, consumista y acelerado y que le dice ¡alto!". Pero cómo puedo parar si la publicidad me dice "muévete más", que no deje que el periodo "me interrumpa", que "siga con mis días" como si no pasara nada. La publicista Sandra Zarak tiene una hipótesis: "Se está vendiendo el producto pensando en su funcionalidad pero no se está entiendo el lado emocional y hormonal de una mujer que está en su periodo". Si tuviera que hacer una publicidad desde la revolución menstrual, Zarak me dice que sinceraría el tema y mostraría lo vulnerables que nos sentimos en ese momento del ciclo. ¿Por qué no? No tenemos que vernos empoderadas todo el tiempo, empoderarse también puede ser conocer nuestros cuerpos y lo que nos hace diferentes.