DespedidasEl Perú perdió esta semana a una de sus intérpretes más queridas. Su esposo, el músico Víctor Lara, perdió a la mujer que ponía la voz a sus melodías, a la artista que ayudó a brillar, a la compañera de su vida.,El hombre que ha aparecido en la sala tiene una pena muy-negra-muy-cruel que le destroza el corazón. La mujer de la que se enamoró hace 70 años se ha ido. Partió el último miércoles, a las 7:30 de la mañana, en su cama, rodeada por los suyos, muy tranquila, casi durmiendo. El hombre, sombrero y gafas, avanza apoyándose en un bastón entre los vecinos, familiares y amigos que han llegado a esta casa de Comas, para despedirse de la señora. Se inclina frente a un retrato a lápiz que algún artista hizo de su mujer. Le manda un beso. La gente aplaude. La gente está cantando "Olvídala amigo, no debes recordarla...", está cantando "El árbol de mi casa está muy triste...", está cantando "Llora, llora, corazón..." y todos esos versos parecen tener un sentido tan particular ahora. El hombre se acerca al féretro donde reposa su dama. Se inclina y, a través del vidrio, parece decirle algo. Se persigna con la mano derecha. La izquierda busca un pañuelo y se seca las lágrimas, emocionado. Momentos después dirá que ella fue el amor de su vida. La música la enamoró Víctor Lara conoció a Carmencita un día de 1948, cuando la muchacha de 22 años, nacida como Julia Capristán García, acudió a su casa, en Miraflores, a pedirle lecciones de piano. Después de algunas clases, él quiso escucharla cantar. Le dijo que el canto era lo suyo. Se hicieron grandes amigos y poco después se enamoraron. –Mi mamá decía, en broma: "A mí no me gustaban los bajitos ni los gorditos; a mí me gustaban altos y blancos, pero cómo será que me gustaba la música que lo vi a él y me enamoré" –cuenta su hija Rochi. Hace unos años, don Víctor le dijo a un periodista: "Cuando la conocí, yo me dije 'esta chica no se me escapa, tiene que ser para mí'. Y así fue". Fue él quien la bautizó como Carmencita Lara cuando fueron a inscribir sus nombres en un registro de artistas. Ella quería firmar como July García, pero el funcionario le dijo que allí no se inscribían artistas extranjeros. Víctor le sugirió que firmara como su madre, Carmen, y que le agregara su apellido, Lara. Y así quedó. Desde entonces, y durante unos cinco años, se presentaron en restaurantes y fiestas como Los Hermanos Lara. –Mi papá cuenta que a veces le decían "cuñado" y él tenía que aguantarse –dice Rochi. Después fueron solo Carmen y Víctor Lara. Cantante y músico. Con Víctor a su lado en el acordeón, Carmencita comenzó a brillar. En sus canciones se pueden encontrar varias referencias de esta complicidad de pareja. "¡Vamos, cholo Lara!", "¡Así, Víctor Lara!" y otras interjecciones. En "Chiclayanita" sostienen este jugoso diálogo: –¿Qué se dice, comadre Carmen? –Compadre Lara, cuando usted quiera comer con sabor a norte, el frito debe ser con yuca, la causa con su camote, el espesado con su pescado y el cabrito con su clarito... –¡Qué rico, comadrita! Rochi Lara dice que sus padres no podían vivir sin estar juntos. Cuenta que en una época él se fue a Cusco para unirse a Los Indios Aguarunas y la llevó. Ellos le dijeron que no podían incluir a una mujer porque eran un grupo de hombres. Al tiempo, Víctor se fue. "Olvídala, amigo", "Llora llora, corazón", "Mala sombra", "Penas negras" y otros temas interpretados por Carmencita no habrían sido lo mismo sin el acordeón y los arreglos de su esposo y pareja musical. –En los últimos días, mi papá le daba de comer, le daba su agüita, le arreglaba el pelo y le decía "tú eres mi mamá, tú eres mi esposa" –cuenta Rochi. El jueves, un día después de la muerte de su mujer, Víctor se despertó preguntando dónde estaba su "mamita". Pasó el día lleno de dolor. El viernes, en el velorio en Comas, al despedirse ante el féretro, no pudo evitar que volvieran a aflorar las lágrimas. Aunque él más que nadie sabía en esa sala que no es delito en el hombre llorar por una mujer. (OM)