Entrevista, Entre presentaciones en ‘El Método Gronholm’ y los ensayos de ‘Ricardo III’, Miguel Iza se toma un tiempo para reflexionar sobre el quehacer teatral en Lima. Zejo Cortez @elzejo ¿Por qué retomar ‘El Método Gronholm’ luego de tres años? La habíamos pasado bien, sentimos que el público también la había pasado bien y que mucha gente no la había visto. Sobre todo, teníamos unos sobrinos fanáticos que querían verla. Creemos haber mejorado un poco, creo, aunque es subjetivo, pero el espíritu sigue siendo el mismo. ¿En qué sientes que trabajar esta obra ha contribuido en tu crecimiento como actor? En la posibilidad de revisar el texto. Normalmente, una temporada acaba y se acaba la experiencia. Retomar ‘El Método Gronholm’ luego de tres años, significa poner a prueba lo aprendido antes y ver si en verdad hicimos bien la tarea. ¿Cómo van los ensayos de Ricardo III? Duros en todo sentido (se ríe). Es una obra muy fuerte… Te lleva una gran dificultad porque es el malo más famoso de la historia del teatro. Entonces, hacer un personaje así, como decía Salvador Pinela, es un riesgo doble: que sea malo y, encima, mal hecho. ¿Has visto el Ricardo III de Edgard Guillén en la sala ARCAM de Barranco? Aún no lo he visto, pero lo vi hace mucho tiempo. Estaba chico y no conocía mucho con Shakespeare; aunque sí, Edgard es un súper actor y un hombre de teatro en todo sentido. Siempre fue interesante. Habré visto unos cuatro espectáculos y tres dirigiendo. Sin duda, es un referente importante. ¿Te animarías a hacer un Ricardo III en versión unipersonal? Hay una broma muy famosa sobre Miguel Iza: ‘El quiere hacer un monólogo de la obra’, porque quería hacer la obra más reducida, pues siempre estoy en pos de cortar y cortar. He hecho dos veces monólogos con un texto francés y otro latinoamericano. Es divertido porque trabajas con el público, tus compañeros son ellos y las respuestas van a ser diferentes cada función. La soledad del monólogo es, a veces, angustiante pero es un viaje muy particular. ¿Para trabajar Ricardo III hay que alcanzar cierta madurez actoral? ¿Sientes que estás en ese camino? Evidentemente, aunque siento que soy conchudo. Si no lo fuera, no haría nada. Contar una historia compleja es una osadía. Sobre la madurez, no sé si decir que he alcanzado una madurez importante. lo que sí sé que es un regalo. A cualquiera le gustaría meterse un viaje de estos. Es un tour por Europa con todo pagado y el equipo de trabajo que rodea Ricardo III es increíble. Cuando uno trabaja seguido con amigos, se da cuenta de sus fallas. ¿Es difícil decirle a alguien lo que hace mal en escena? No, con la mayoría de la gente que trabajo todo el tiempo, nos estamos diciendo ‘eso es lo que siempre haces, cámbialo.’ ¿Actúas por el placer de actuar o por el aplauso? Creo que por las dos cosas. El vértigo que produce la actuación es muy atractivo. Todo el tiempo estás en peligro en escena. El que actúa cómodo se está perdiendo de algo. El concepto básico es simple: ¿Qué me gusta a mí? Contar historias. Ese es el mayor placer... pero el vértigo es lo que apasiona. Claro, si te vas a sobregirar, hay amigos que te están agarrando para que estés atento y que también vas a socorrer cuando estén en peligro. No porque ya te sepas tu letra y hayas ensayado meses ya estás seguro. Cada día de mueres de miedo igual. ‘El Método Gronholm’, en particular, en la que salgo de escena un ratito, da miedo y tienes que seguir. ¿Qué haces cuando sales? Voy al baño porque tomo mucha agua (ríe). Veo el espejo a ver si me he despeinado y salgo. ¿Sientes que trabajar en televisión ha perjudicado tu desempeño en escena, en cuanto a la proyección de voz? A veces me han dicho ‘oye levanta la voz’. Sí, el director ha venido alguna vez para darme esa indicación. El gran problema es que hay tonos, acentos, inflexiones que si le subes el volumen, se pierden… y los actores están tentados a hacer eso y que no se les escuche. Eso es una malcriadez, en verdad, porque lo más importante es que se escuche. Tus tonterías de ese gesto no me sirven para nada (ríe). Stanislavsky se refería a que no debe primar el lucimiento personal ¿Crees que existe esto en algunos actores? Los actores en general, están bastante formados con el concepto de contar una historia. Seguramente, hay gente más preocupada por otras cosas que por lo que está contando. Lo que sí puede pasar es que por la obsesión de contar la historia de tu personaje, desplazas la historia principal de la obra. Pero eso es un ajuste de clavija. Eso es lo que pasa siempre con los personajes que no llevan la acción: están al servicio de la acción de la acción principal. ¿El teatro peruano esta en un buen momento? Siento que el teatro debería aprovechar el momento porque se están haciendo muchas cosas. Como dijo una persona: ‘por ahora que se haga mucho, luego veremos si es bueno o malo’, pero como mercado, que todavía ni lo es (el buen momento), ni lo será en mucho tiempo. Tiene, sí, una oportunidad: hay muchas salas comerciales como de vanguardia que se abren y que permanecen. Cada año hay un promedio de diez salas. Hay dónde hacer teatro ahora y no solo en lugares como Miraflores, sino en otros como el Centro histórico, también en el sur y norte de lima. Hay iniciativas de dramaturgia como el libro que ha sacado La Plaza. En general, se está trabajando para que sea un buen momento. Todo es iniciativa privada, por lo tanto, todo se puede desarmar en cualquier momento. Si para las empresas es negocio meterle plata al teatro, dentro de uno o dos años, ya no lo va a ser. Imaginemos una época como la de Fujimori. Ya nadie quiso meter más plata, el Estado se cerró, ajustó y desapareció. Durante todo ese año había pocas obras en cartelera. Será un buen momento para el teatro cuando el Estado intervenga. El teatro comercial siempre va a existir, pero el movimiento teatral solo funciona si el Estado participa. Mira Argentina, Colombia, Chile, Ecuador, Brasil y Uruguay, son países donde el Estado invierte directamente. Entonces, no sería un boom como muchos lo llaman sino un boom empresarial con resonancias en el teatro… Aquí entra por una fiebre y un ‘boom’ de comercio, pero todo es privado. Puede ser un ‘boom’, pero también puede ser un ‘bluf’… y puede pasar rápidamente de un estado al otro. Haz la comparación con una burbuja hipotecaria. Lo mismo puede pasar con el teatro porque es privado. Si la inversión privada se abre, todo se cae.