El escritor peruano volvió para presentar su nuevo libro: "Adormecer a los felices". , Para Diego Trelles Paz (Lima, 1977), ningún tema es malo, solo hace falta darle una forma. Y esa forma muchas veces no se encuentra solo con sentarse a escribir. Hay que caminar, oler la realidad desde las conversaciones con un taxista, con un vendedor, con cualquier persona que tenga algo que contar. El pasado 23 de julio presentó en la Feria Internacional del Libro (FIL) su nuevo libro:"Adormecer a los felices", una reunión de cuentos cuyos personajes distan de cada uno, pero que bien podrían dormir bajo un mismo techo. Y eso ha hecho Trelles. Él no solo habla de literatura, también de política. Es severo en sus declaraciones y es fiel a sus principios, aunque muchas veces cause malas caras. Ha habido escritores que han sido criticados más por su ideología que por su libros. ¿Cómo se vive entre esos dos lados? He intentado ser consecuente con mis principios. Es lo que hablábamos hace un rato. A veces eso generar ciertas fricciones. Yo prodría quedarme callado. Con Bioy tuve un éxito que yo no esperaba. Yo podía simplemente alinearme, pero no me interesaba. No es el escritor que soy. Son los principios que tú dices. Sí, son los principios. Vamos, somos artistas, no nos alineamos. Más bien cuestionamos, criticamos. Halagamos si algo está bien hecho. Pero es sospechoso cuando ves a un artista, a un intelectual, alineado con el poder de turno. Para mí es escandaloso. No los apruebo ni me quedo callado. Ahora, ¿los cuentos te llevan a la novela o hay escalas? Me siento un escritor cómodo con ambos géneros, pero yo comencé haciendo cuentos. Me inicié en literatura escribiendo críticas de música, de cine y mis lecturas me llevaron a hacer cuentos. Mi primer libro, "Hudson el redentor", es una novela, creo yo, hecha de cuentos. "Adormecer a los felices" son cuentos, relatos, pensados como tal. Me siento bien en la novela de largo aliento y en los cuentos. Y nunca he escrito una nouvelle. A veces quiero escribir una nouvelle y me terminan saliendo un montón de páginas. De hecho Bioy estaba pensada para ser una novela corta. Y en un momento dije "no, esto es un proyecto monumental, total", un proyecto que va más allás de lo que yo había concebido. Por eso me tomó tantos años. Ocho años. No. Cinco. No te pases. Bueno, cinco. ¿Sigues escribiendo en cafés? Eso lo hacía mucho cuando vivía en Austin y en Nueva York. No soy un escritor de café, ojo. Hay que hacer esa distinción. Yo soy un escritor que vive, que sale, que le gusta la realidad, que viaja... Que camina. Que camina... Cuando voy a un país, hablo con la gente. Acá hablo con los taxistas. Me interesa eso como persona, me da historias. Hace fluir mi imaginación, mi creatividad. No eres un escritor de mesa. No soy un escritor que no sale de su casa. Para escribir, yo siempre he pensado que hay que tener calle. Hay escritores que me parecen interesantes porque tienen un estilo tan bonito, tan correcto, pero no tienen calle. No tienen fuerza. Y eso se nota. Y bueno, yo empecé en la calle y no escribiendo. No empecé escribiendo en una biblioteca, empecé en la calle. Para responder a tu pregunta, cuando vivía en Estados Unidos, me sentía muy cómodo llevando mi computadora o a mano, sentándome en los cafés de allá. Pero los cafés de allá son espacios de confort. A Sabina lo odian mucho, pero siempre hago esta pregunta... ¿A Sabina? Yo también lo odio. Ponlo. (Risas) ...Él contó que se iba a los bares a escribir porque quería sentirse solo, pero rodeado de gente. Es un huachafo. Es lo que tienen algunos escritores, que dicen que escriben sobre la realidad a través de lo que les ha pasado, pero no escriben de lo que les pasa ahora. ¿Por qué crees que ocurre eso? Yo me defino como escritor histérico. ¿Qué es? Es un escritor que cuando tiene el momento de escribir, no lo hace. Y cuando tiene que hacer otras cosas, necesita escribir. No soy un escritor oficinista como Varga Llosa. Soy un escritor onettiano. Me sorprendí hace poco en Francia: escribía en el metro, yendo a mi trabajo, mi nueva novela, que habla de la realidad de ahora. No es autoficción, ni nada por el estilo. Es una novela de ficción. Para mí, hacemos literatura siempre. Es decir, no hay que estar sentado frente a una computadora o frente a una hoja de papel. Siempre estamos elaborando las historias y dándole forma. Hablando de Francia, Emil Cioran, que es un referente allá, decía que para odiar menos había que escribir. ¿Suele pasarte? Sí. Tengo cuadernos de viaje. Sí, es catártico. Un poco terapéutico. Me interesa, por ejemplo, lo que hizo (Ricardo) Piglia, que va a publicar ahora sus diarios. También escribo en mi muro (de Facebook). Soy muy activo, y a veces estoy escribiendo, no sobre mí, sino sobre política. Te veo muy seguido publicando sobre política y sobre deporte. He bajado un poco en política. Hay distintas miradas cuando uno está fuera del Perú. Uno que está acá te puede relatar lo atroz que es el sistema, pero cómo lo miras tú desde Francia, que si bien no es una maravilla por el tema de la crisis, está mejor que acá. Lo que me encanta de París es que cuando cruzo la calle no tengo que estar mirando si me van a matar. Eso genera una tranquilidad inédita. O cuando manejo, que tengo que sacar el chip y poner el de Perú: de si me va a poner el auto o me van a insultar o si me van a tocar el claxon. Me ha preocupado mucho la inseguridad. Creo que se ha incrementado de una manera alarmante. Por ejemplo: que entren a asaltar al Piselli. Que entren a los restaurantes, a los buses, eso no había hace dos años. O sea, la delincuencia estaba, pero no se había propagado. La inseguridad ciudadana es un espejo de lo peligroso que se está volviendo todo. Tenemos partidos políticos que han sido infiltrados por el narcotráfico. Tenemos cuatro candidatos a los que les tenemos una gran resistencia por su pasado político. Entonces, estamos en una situación bastante inestable, y eso se siente. Desde París, lo que hago es leer mucho los periódicos. ¿Los cuentos de "Adormecer a los felices" van a tener una continuación? Hay una continuación en toda mi obra. Hay algunos de los protagonistas que son mencionados en "Bioy" salen en el libro. Da la sensación de que van a seguir apareciendo. Probablemente. Yo estoy escribiendo una novela que posiblemente es una continuación del Círculo, pero no con la trama del Círculo, sino con uno de sus personajes: "El chato". Vuelve. ¿Te sientes identificado con "El chato"? A veces (risas). Las cosas que va a hacer ahora, espero que no piensen que las he hecho yo. Bueno, jamás se me ha ocurrido matar a un crítico literario. Una continuidad de los cuentos, es algo que no sabría responderte. Es decir, yo nunca voy a hacer segundas partes de nada. Alguna gente me dijo que quieren una segunda parte de "Bioy". No me interesa. Cuando yo piense en sagas, la voy a plantear. "El chato" no va a ser un "Capitán Alatriste". No, no. "El chato", quizás, es como un Emilio Renzi de Piglia: está ahí presente. Entra y sale. Vivir de la literatura en el Perú ha sido de caballeros de causas perdidas. Total. ¿Te has planteado alguna vez vivir solo de la literatura? Sí, es mi anhelo. Cuando te hablo de Francia, no es solo porque la novela ha tenido una buena recepción en un medio tan grande y tan complicado. Yo regreso y voy a cinco festivales. Me están regresando. Eso me da una idea de lo que podría pasar conmigo. Me siento en un momento en el cual creo que podría llegar a vivir de mis libros o de los que produzca indirectamente, sin tener que trabajar en otra cosa. ¿Te gusta que te comparen? Con quién, por ejemplo. Con Vargas Llosa. Ah. Eso fue un elogio enorme. Yo me hice escritor gracias a "Los cachorros". No me disgusta, pero desde que lo hicieron tuve claro que no me condiciona. ¿Cuánto tiempo en el día te dedicas a escribir? Pareciera que mucho. Hago reseñas. Escribo todo el tiempo. ¿Eres disciplinado? No. Escribes a destiempo. Onettiano. Pero no soy vargallosiano, para nada. No podría. No produzco de esa forma porque mi cerebro no está programado para ser constante de esa manera. Pero he producido bastante.