Dante Castro: “Al Perú hace rato le hace falta una narconovela”
El escritor ha publicado La sombra de la muerte, un conjunto de cuentos en el que trata diversos temas, como el narcotráfico, violencia política, pero también temas intimistas, todos ellos merodeados por la muerte.
Tiene una calavera prehispánica que lo protege. Y si bien, dice, que eso no va con el materialismo dialéctico que suscribe, él, como afirmaba Eduardo Galeano, también se inventa un socialismo mágico en su casa. Dante Castro Arrasco (Callao, 1959) acaba de publicar La sombra de la muerte (Ed. Altazor), un conjunto de cuentos que aborda diversos temas alrededor de la muerte, algunos, novedosamente en su narrativa, desde una perspestica fantástica y otros, en su registo de siempre: realistas, como la violencia política, el narcotráfico, entre otros.
“La muerte está presente en varios cuentos de este libro. Si no es la muerte, es el peligro de muerte”, dice Dante Castro, Premio Casa de las Américas 1992.
Eres un escritor de registro realista, ¿Esta vez has atemperado los personajes, en algunos casos hasta lo fantástico?
En realidad, hay una nueva orientación de mis cuentos. Se produce por la etapa de la pandemia. En un periodo largo, de encierro, solo me quedó leer. Uno, como escritor, también es producto de sus lecturas. En mi encierro me aficioné por Borges, Cortázar, Onetti. Entonces, como que abandoné el mundo rural, todo ese realismo que tú dices en cuanto a hechos sociales. Me convertí en un escritor de claustro y de ahí sale la tendencia al cuento fantástico. Pero también hay cuentos de registro realistas.
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Hay cuentos que salpican la realidad del Perú, como “Pachatigre”, sobre narcotráfico.
Es verdad. Hace falta de una narrativa del narcotráfico en el Perú, hace rato que la reclamo. El Perú es una narco república al que le hace falta la narconovela. No hay una novela descollante que trate este tema. Yo les paso la voz a mis amigos novelistas, pero qué les falta… conexión con el mundo al cual pretenden retratar. Ese mundo que pretenderían retratar le es ajeno y les puede salir un adefesio Literario. Falta la novela, pero en cuentística ya empezamos.
¿Falta también una novela de corrupción?
También. La corrupción en todos los niveles, como la corrupción estatal. La corrupción judicial ha sido muy bien retratada por Luis Pásara en un libro, Jueces, justicia y poder en el Perú, en el cual todas sus fuentes son literarias. Y trata de sobre la mirada que tiene el pueblo sobre los jueces y la justicia desde el punto de vista, por ejemplo, de Cunce Maille, personaje del célebre cuento “Ushunan jampi”, de Enrique López Albújar. Hasta allí la justicia está cuestionada, lo que no está cuestionada en nuestra narrativa es la corrupción institucional.
Has dicho que lo tuyo es el cuento porque es algo así “como un fusil automático ligero en guerra irregular y se apunta mejor”. ¿Nada con novelas?
Tengo varios borradores de novelas que pienso pulimentar. A veces nos ha ganado el trabajo, la supervivencia, pero el fusil de asalto siempre lo tengo a lado, que es el cuento. La artillería mayor, que es la novela, no siempre es práctica en una guerra irregular. Hoy en día tenemos una multitud de novelas que están saliendo, pero ninguna se parece a Cien años de soledad, en cuanto a calidad. Ninguna como La ciudad y los perros, ni siquiera su autor produce algo que esté a la altura de esta novela. Ninguna novela de las que aparecen hoy en día están a la altura de El mundo es ancho y ajeno. Tenemos una vasta producción de novelas, porque lo exigen las editoriales grandes, pero no tenemos calidad novelística.
¿Y cómo le va al cuento peruano hoy?
El cuento, en cambio, está manteniendo su rigor. Y hoy en día hay un boom de cuento peruano que se registra en las editoriales alternativas, que producen al margen del mercado oficial. Y que aparecen en la ferias regionales de libros.
Siempre eres crítico, ¿sientes que estás al margen, en otra orilla o te sientes marginado?
Bueno, una cosa es ser marginado, por la temática porque, definitivamente, soy un autor, como decía Mariátegui, con una filiación y con una fe. Y eso me pone no solamente en la otra orilla sino también me pone en el grado de marginalidad por lo cual me pueden arrojar por razones políticas. Por ahí que se ubica el índice de marginalidad para ciertos escritores que somos andinos, afrodescendientes o amazónicos. No estamos en el canon.
Pero Arguedas ha dicho que somos de todas las sangres.
Sí, por supuesto, los escritores deberían ser de todas las sangres. Pero, por ejemplo, en mucha de nuestra literatura se obvia el tema histórico social, la lucha de clases. Hay quienes escriben como si en el Perú no existiera diferencia raciales.
En el cuento “Tremenda diferencia”, se narra una historia fratricida de dos hermanos, como “el anticipo que un hermano puede matar a otro hermano, que una comunidad pueda arrasar a otra comunidad”. ¿La guerra de los 80?
Efectivamente, nosotros hemos tenido períodos en el cual las guerras han tenido esas características. Y eso emana de nuestra propia formación social. Y se ha dado enfrentamiento intrafamiliar, entre comunidades, y ha sido muy sangriento. Es una característica del proceso violentista peruano de los 80.
En el mismo cuento se dice que los marinos están convencidos de que “detrás de una humildad se oculta un enemigo”. “Era caza de inocentes?
La Marina de Guerra del Perú tuvo un comportamiento nada honorable en la zona de emergencia. Desaparecieron periodistas, como Jaime Ayala, tras entrar a un cuartel de la Marina, en Huanta. La zona de Uchuraccay, donde murieron los ocho periodistas, fue una zona que debería estar, supuestamente, controlada por la Marina. El racismo de la Marina es tal que califica al humilde como un posible subversivo.
¿Hay mucho por novelar la violencia política de los 80?
Todavía no se ha escrito la gran novela de la violencia. No existe esa novela. Por ejemplo, en materia del género más extenso,–no digo género mayor-, no se ha escrito la gran novela de la subversión. En el caso del cuento, el cuento ha sacado cara definitivamente. Por ejemplo, hay novelas que han intentado acercarse al fenómeno subversivo, pero por la distancia que tiene el autor con el tema, no ha podido hacer algo más verosímil. ¿Hay novelas que se han escrito con eficacia, desde los propios protagonistas de la historia? Esa es la gran pregunta. Yo veo que algunos autores incluso toman temas de otros escritores y los recrean y dicen que “a mí también me ocurrió”.
No es necesario estar ahí para escribir sobre la violencia.
No. Definitivamente, no. Borges sabía mucho de caballo y nunca se subió a un caballo.
Pero tú como que estás negando el derecho de imaginar a quienes toman este tema.
Pero tenemos autores que han cometido delito de lesa cultura subversiva. Por ejemplo, La hora azul, de Alonso Cueto y Abril rojo, no tienen ni idea de lo que pasó en el campo. Sus novelas son pura imaginación. Cuando nos estamos acercando a un tema, se requiere cierta verosimilitud. Narra lo ficcional como si fuera real y lo real como si fuera ficcional. Entonces, un buen narrador, como decía Pepe Bravo, es un gran mentiroso. Pero que mienta con eficacia.
¿Negarás que Rosa cuchillo, de Óscar Colchado, es una buena novela sobre la violencia?
Es una buena recreación del fenómeno violentista. Es una buena obra literaria, primeramente.
¿No estás siendo muy negativo con tus colegas?
En realidad, quiero serle más fiel a la verdad. La novela verdad, la novela hiperrealista, tiene una diferencia con la novela, en general, y es que no se da tantas licencias ni imaginación porque el fenómeno histórico social no te permite tantas licencias. Por ejemplo, en una de esas novelas se dice que el helicóptero tiene palanca de retroceso, no pues. La ficción más extrema debe tener un mínimo de verosimilitud.
Ficciones. Portada del libro de cuentos. En la foto, el escritor con su calavera prehispánica. Foto: difusión