Cultural

Liliana Colanzi: “Muchas claves del futuro están ancladas en el presente”

Escritora boliviana, ganadora del Premio Ribera del Duero 2022, fue invitada de la reciente FIL Lima. Aquí habla de su libro galardonado Ustedes brillan en lo oscuro y de los temas que en él trata.

En una cueva, como si fuera un gran útero, se gestan y guarecen criaturas en el curso de miles de años; la contaminación radiactiva también puede ser cotidiana, incluso entre chatarreros; la realidad cósmica tiene conexión con la realidad presente, y viceversa; la ciencia ficción es una versión adelantada de nuestra realidad; el futuro está aquí, presente; la modernidad se hace ruinas en una selva, esos son, entre otros, algunas historias de los cuentos del libro Ustedes brillan en lo oscuro (Páginas de espuma), de la boliviana Liliana Colanzi, con el que ganó el Premio Ribera del Duero 2022. Cuentos de los Andes, de la selva y del futuro.

— En el cuento “Ustedes brillan en lo oscuro”, el de la cueva, demuestras que nosotros, los humanos, no somos los únicos dueños del planeta.

— Efectivamente, ese cuento intenta dar una mirada del planeta en diferentes momentos en los que transcurren miles de años y en los que la presencia de lo humano es solo un capítulo más de la historia de la Tierra. Pero no es el capítulo central. Ese sentido quería dar ya que la religión cristiana, católica, nos ha llevado a creer que el planeta fue creado para nosotros y que los animales y las plantas están allí para servirnos y que somos los señores y los amos de todo lo que existe. Ese tipo de ideología nos ha llevado la crisis medioambiental que estamos viviendo ahora. Nuestro paso por la Tierra es relativamente breve si lo ponemos en términos de la historia del planeta y ni qué decir ante el universo. Somos insignificantes, efímeros.

— El hombre no es el centro del universo...

— Este cuento, al abarcar un arco temporal enorme, lo que hace es poner un poco de lado el protagonismo humano y darle cabida a otras criaturas, a otros tipos de seres con los que compartimos el planeta.

— Así, la cueva llena de criaturas es como un útero…

— Exactamente, es un útero. Algunas personas me han dicho que al leer el cuento recuerdan la caverna de Platón, pero yo estoy más de acuerdo con tu apreciación. Para mí, la cueva es como un útero en el que se van gestando todo tipo de seres. Algunos tienen vidas muy complejas y muy activas como los microorganismos.

— En tu libro hay una concepción particular del tiempo que graficas con el epígrafe de un monje y que precede a tus cuentos: “La montaña fluye, el río está sentado”.

— Sí, el libro está lleno de reflexiones sobre el tiempo, pero también me interesan mucho las paradojas temporales, como lo explicita el epígrafe del monje Dogen, que tiene que ver con la percepción que tenemos los humanos del tiempo. Como nuestra vida es corta, no podemos ver el movimiento de ciertas cosas. Si pudiéramos pararnos frente a una montaña por cientos de miles de años, veríamos, literalmente, cómo la montaña se movió, caminó, fluyó. Y lo mismo es con el universo, quién sabe si el universo ya se acabó y no nos hemos enterado todavía porque aún no hemos llegado a la comprensión del universo. Esta relación con los cósmico me interesa. Me interesa contraponer nuestras urgencias humanas con una temporalidad cósmica.

— ¿Te interesa el altorrelieve social a pesar de que algunos cuentos tuyos quieren escaparse al futuro?

— Para mí el futuro no es un escape. Yo pienso que muchas claves del futuro están bien ancladas en el presente. Para mí crear un mundo del futuro es extrapolar algunas características del mundo en el que estamos hoy, o de poder hablar de ellas de una manera que a mí muchas veces me resulta más certera que si contara esos cuentos en una clave realista. Me interesa mucho la imaginación del futuro. En algunos casos, esa imaginación ha sido distópica en mis cuentos, como, por ejemplo, el cuento de este libro, “El camino angosto”, que imagina una colonia en el futuro, pero, curiosamente, quiere mantener las costumbres y creencias del pasado y niega a los miembros acercarse a la tecnología o de pasar los linderos de la colonia. Los habitantes llevan un collar que les produce shock eléctrico cada vez que quieren acercarse a los límites.

— ¿Y cómo entender eso en los tiempos actuales?

— Para mí eso tiene conexiones con cosas que están pasando en el presente. Yo vivo en Estados Unidos y hace poco la Corte Suprema consideró justo dar marcha atrás a una ley que protegía el derecho al aborto de las mujeres en ese país. Es decir, volver a una época en que las mujeres no tenían derecho y que decisiones como esta se tomaban con base en creencias religiosas.

— En “La deuda” se ven señales de cómo la jungla se tragó a una ciudad que fue moderna.

— Ese cuento fue inspirado por un viaje que hice con mi madre al Amazonas boliviano, donde queda su pueblo, Riberalta. Hoy en día es un lugar olvidado del que mucha gente se quiere ir. Esa ciudad tuvo prosperidad con el caucho y creó riquezas enormes, pero después quedaron en nada. Allí se construyó un gran teatro, para artistas del todo el mundo; un gran hotel. Se construyó el hospital más grande Bolivia, pero cuando llegamos, lo único que encontramos fue ruinas. No quedaba nada, lo que me hizo pensar mucho en esos procesos extractivos que crean riqueza de noche para la mañana, pero que no dejan nada para la región o para el país.

— Ese es otro tema, la ecología.

Lo que hay en estos cuentos es una atmósfera compartida en la que la cuestión ecológica está presente y me es imposible sustraerme de esa cuestión que es una de la marcas más urgentes del presente. Yo sé que hay gente que vive de espaldas a esa realidad y hay gente también que niega qué está ocurriendo. Sin embargo, ese no es el mundo que yo veo a diario. Por ejemplo, estuve hace poco en España presentando mi libro y había una ola de calor que no era usual. Después ocurrió en Alemania y Francia. Yo creo que cada vez se está haciendo más difícil darle las espaldas a esa realidad, sin embargo, no estamos actuando con la urgencia que esta situación exige. En mis cuentos hay una inquietud con respecto a esa situación, sin dejar lo cósmico. Me interesa esa ciencia ficción más próxima, pero también esa ciencia ficción de más largo alcance.

— En más de un relato está el tema de la contaminación, incluso radiactiva…

— Es un tema que me lleva a Chernóbil, que me dejó una gran marca en mi imaginación. Siendo muy joven leí sobre este accidente y las historias de los hombres que fueron a limpiar el techo de esa central nuclear y sufrieron muertes terribles. Lo que yo no sabía es que al año siguiente hubo otro accidente mucho más cerca de mí, en Goiânia, Brasil, y que también estuvo presente en la prensa internacional, pero no marcó de la misma manera que Chernóbil en la cultura popular. Son accidentes con distintas características. Uno fue en un reactor nuclear y, el otro, en un hospital abandonado.

— Y las víctimas fueron chatarreros…

— Imagínate, entrar a un lugar, encontrar un equipo de hospital y desmantelarlo como chatarra y en la noche ver, entre esa misma chatarra, brillar una luz incandescente y hermosa. Era sustancia radiactiva.

— Esos hombres se acercan con tanto candor e inocencia a la muerte, incluso uno de ellos quiso hacer un anillo brillante a su esposa.

— Eso es lo que me parece lo más terrible de ese accidente de Goiânia, que haya sido por atracción a la belleza, porque nuestro instinto es acercarnos a aquello que parece bello y, obviamente, en nuestra cultura asociamos la luz con lo bello y lo bueno, y la oscuridad lo asociamos con lo malo, con el diablo. Allí, en las escenas donde está presente lo bello y lo letal se cifra el misterio y la tragedia de este accidente.

— Era un hospital, ahí la responsabilidad era de las autoridades.

— Exacto. Y me gusta que hayas utilizado la palabra inocencia y candor. Muchas veces se usa la palabra ignorancia para dar cuenta de lo que le sucede a las víctimas, pero aquí no hay un deseo de no saber o no informarse por parte de las víctimas, sino que no había manera de que nadie estuviera preparado para una situación así. Entonces, la falla es de las instancias superiores que no se hacen cargo como deberían de los desechos radiactivos. Poco les importan los otros.