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Cultural

Susana Baca, una voz nítida en Krems, Austria

Crónica. La artista peruana acaba de participar en el 26 Festival Glatt & Verkehrt, que esta edición buscó tender un puente musical entre el viejo y nuevo mundo.

Entre los temas con los que la artista deleitó al público, se escucharon canciones que son parte de su reciente álbum “Palabras urgentes” (2021). Foto: ORF Radio de Austria
Entre los temas con los que la artista deleitó al público, se escucharon canciones que son parte de su reciente álbum “Palabras urgentes” (2021). Foto: ORF Radio de Austria

Por: Walter Lingán, desde Krems

Cuando menos lo esperaba, me llegó la noticia de la participación de Susana Baca en el 26. Festival Glatt & Verkehrt de la ciudad de Krems, Wachau y alrededores, hermosas ciudades a orillas del río Danubio y cuya economía gira fundamentalmente en torno a la producción vinícola. El mensaje solicitaba también un eventual apoyo en la traducción. “Los organizadores se pondrán en contacto contigo”, escribió Ricardo Pereira, compañero y mánager de la gran cantante, compositora e investigadora de la música afroperuana. Sin pensarlo dos veces, me puse a su disposición. Mientras tanto, me fui preparando para el gran viaje a Krems. La mejor opción era ir en tren, además la estación estaba a la vuelta de casa.

Como todavía soy forastero por estos nuevos territorios, pregunté primero a unos amigos por aquel lugar llamado Krems. Eso queda a una hora y media de Viena, en Niederösterreich, a unos 80 kilómetros, me contestaron. Luego busqué en internet para orientarme mejor, porque la memoria visual es más precisa, además el mapa de Austria aún no lo tengo almacenado en mi “disco duro”. Luego busqué referencias sobre el festival organizado por el NÖ-Festival und Kino GmbH, con auspicio del ministerio federal de cultura de Niederösterreich para asuntos europeos e internacionales. Este año el evento tenía el eslogan Neue Welt/Nuevo mundo que intenta traducir la idea musical de relacionar el norte y el sur de Sudamérica y tender puentes entre el viejo y el nuevo mundo.

Bien peinado, con mi Kindle en la mochila para leer durante el viajecito, una botella de agua para apaciguar la sed ocasionada por el calor extremo, aunque corría un viento fresco. Como siempre, el tren partió a la hora indicada. Hizo unas dos paradas aún dentro del casco urbano de Viena, para, finalmente, correr a lo largo del Danubio en franca competencia con la corriente fluvial. Mientras leía en el Kindle, iba coordinando con Ricardo Pereira por el Messenger. De vez en cuando miraba a través de la ventana del tren y me cercioraba del verde paisaje de los extensos viñedos. Mi concentración en la lectura se interrumpió cuando los altoparlantes del vagón anunciaron la llegada a Krems, mi destino.

Salí de la estación hacia la plaza, un ómnibus partía hacia un lugar que desconocía. Había planteado caminar los dos kilómetros o tomar un taxi hacia la bodega vinícola, donde estaba instalado el escenario para el festival. Como era muy temprano, decidí caminar buscando la sombrita. Según mi celular solo necesitaba veinte minutos, pero por el intenso calor, caminé despacio. Como toda urbe “provinciana” me encontré con esa paz dominical, cierrapuertas total, hasta la gente y sus autos no estaban en circulación. Pocos minutos antes de las dos de la tarde llegué a la “Winzer Krems”. Los quioscos y la inmensa carpa donde se expendían la comida y las bebidas aún estaban ultimando sus instalaciones. Las jóvenes que controlaban los boletos todavía no habían recibido la orden de iniciar su trabajo. Sus celulares no reaccionaban ante los códigos de barras de mi ticket. Todo estaría dispuesto a partir de la tres de la tarde. Bajé unos doscientos metros en busca de un “Heuriger” (Bodega-restaurante) para aplacar mi hambre. Pero hasta las cuatro de la tarde los escasos restaurantes del lugar se mantenían cerrados.

Me senté bajo la sombra de unos parrales y me puse a leer. El calor seguía fuerte. Llegada la hora regresé de nuevo, registré mi ingreso, y, casi corriendo, me fui a los quioscos de la comida. Pedí un “Grillteller con verduras” y un jugo de uva con bastante hielo. Desde el lugar donde me encontraba escuché a Susana Baca y sus músicos Baca y sus músicos que estaban probando el equipo de sonido. Ricardo me seguía escribiendo. “Ya terminamos la prueba de sonido, voy a cambiarme y regresaré en una hora y media para una charla”. Supongo que era una entrevista para radio ORF-1 como otra institución auspiciadora. Miré la hora, su vuelta sería a eso de la cuatro de la tarde. En los diversos quioscos busqué, sin resultados, el CD “Palabras urgentes”. De pronto un fuerte viento arrastró a las sombrillas varios metros y los encargados de los quioscos corrieron a recogerlos y cerraron los que aún se mantenían en pie. Entonces, para evitar el sol, me instalé bajo la carpa más grande del bar y seguí comiendo tranquilo. De pronto el cielo también se ensombreció y por suerte el calor amainó considerablemente.

El último concierto del festival Glatt & Verkehrt se inició puntual. Los maestros de ceremonia del evento lo presentaron de manera gráfica. Uno de ellos mostrando su calva (Glatt) y el otro de espaldas al público (Verkehrt). A continuación ingresó el trío conformado por el guitarrista Michael Ruzitschka, junto al perkusionista Bernhard Schimpelsberger y el violoncellista Vincent Ségal, soliviantaron a los asistentes con el extraordinario “Novo Mundo”, tema compuesto en forma exclusiva para introducirnos en una simbiosis musical indo-latinoamericana.

Después de una pausa le tocó el turno a Susana Baca. Al ser invocado su nombre, los aplausos del público rompieron el silencio. Luego sonaron los tambores, las guitarras, el cajón y los primeros acordes del piano, se hizo nítida la presencia de Susana Baca y reinó de nuevo el silencio para dejar escuchar su voz suave y sugestivamente poética que interpretó “Color de rosa”, “Cariño” y “La herida oscura”; le cantó a Juana Azurduy; invitó al baile con “Sorongo” y “Negra del alma”; y encantó con “Milonga de mis amores” y “Cardo y ceniza”, entre otros temas que condensan una mezcla de melodías, ritmos, beats y fiesta, todos, entre otros, parte del álbum “Palabras urgentes” (2021) que ha merecido en Londres el premio de los SongLines Music Award 2022 que le será entregado el próximo noviembre del año en curso.

Susana Baca (Foto: La República)

Susana Baca (Foto: La República)

En Krems, Susana Baca transmitió al público la pasión que ella siente por la música y la suavidad de su voz arrulló el ritmo de los instrumentos con un vigor inesperado. El 2001 fue la primera vez que participó en el festival del vino Glatt & Verkehrt. Luego, decenas de amantes de la música y amigos de Susana Baca nos acercamos para saludarla y celebrar sus éxitos de manera cercana. Con la sencillez que la caracteriza, nos recibió y conversamos brevemente.

Las memorias de Susana

Ricardo Pereira me mostró orgulloso la imagen del primer tomo de los tres que se publicarán con las memorias de Susana Baca, titulado “Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Me contó que ya no vivían en Lima sino en Cañete, donde incluso tienen una escuela de música para niños campesinos. “Tengo una hermosa biblioteca”, me confió Susana en el momento que le entregaba un par de libros. Antes de despedirnos me dijo: “No nos olviden” y le prometí que la visitaría en su nuevo terruño. Salí entre el ajetreo de los trabajadores que se empeñaban en desarmar el escenario donde minutos antes Susana cantó y encantó. El calor había disminuido, el aroma de los viñedos invadió mis pulmones y hasta los grillos estaban ocupados en un discreto concierto.

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