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Cultural

Entrevista a Ebelin Ortiz, actriz y cantante peruana

Ebelin Ortiz es parte de la obra ¿Qué me pongo?, que vuelve otra vez a la cartelera teatral tras su última puesta en escena hace 7 años.

Ebelin Ortiz, cantante, actriz y gestora cultural peruana. Foto: captura/LR+
Ebelin Ortiz, cantante, actriz y gestora cultural peruana. Foto: captura/LR+

En La Entrevista, Paola Ugaz conversó con Ebelin Ortiz, cantante, actriz y gestora cultural peruana, quien emprendió su carrera artística con tan solo con 6 años de edad. Ella nos cuenta sobre sus luchas como mujer afroperuana y cómo logró alcanzar sus sueños.

Cuéntanos un poco de tu obra

Es una reposición que hicimos, una obra que se montó hace siete años en el Teatro Pirandello, escrita por Mariana Silva y dirigida por Norma Martínez. Son 11 monólogos que hablan de la relación de las personas con las prendas de vestir. Yo tengo dos personajes, las dos son mayores, pero ven la vida matrimonial de una manera distinta.

Uno de los monólogos habla de la violencia contra la mujer, pero la mujer joven. Hay otro que habla de la relación en pareja. Uno en donde la mujer decide seguir trabajando y el marido es el que se hace cargo de la educación integral de los hijos y cómo esto puede ser visto como burla. Es una obra que conmueve, moviliza y nos hace reír mucho. Creo que a partir de la risa podemos encontrar reconocimiento, de mirarte al espejo.

Nos tocó un ministro agresor de mujeres. Revelaste que fuiste parte de una relación en la cual, hacia afuera, te veías riendo, pero hacia adentro te violentaban, ¿qué buscabas con ese mensaje?

Esto fue en relación a un comentario que hizo la ministra de Trabajo, Betssy Chávez. Ella decía que había visto al congresista (Valer), y que no le había parecido que tuviera una relación rara con su hija. Entonces, muchas veces uno ve una relación, pero no sabe lo que hay pasando las puertas de la casa.

La violencia contra la mujer la vivimos la gran mayoría de las mujeres, y todas, o casi todas, callamos porque nos han violentado tanto que no hablamos de eso, (...) nos han enseñado eso, porque creemos estar enamoradas y pensamos que esa persona va a cambiar.

Este llamado de atención era para que las mujeres entiendan que no están solas en esto. Pueden ver a una que tiene voz y voto, pero que ha pasado por esta misma situación. Un poco, (tiene el objetivo de) buscar la empatía, de que se sientan libres de hablar.

En la conferencia Quiero hablar de mi cabello, cuentas tu experiencia como niña afroperuana, ¿que les dirías a las niñas peruanas que están rodeadas de modas, fotos, que las obligan a alisarse el cabello, a cambiarse el color de piel? ¿Cuál sería el mensaje?

Esta charla está ligada al poema de Victoria Santa Cruz. Creo que ella fue una mujer avanzada (a su tiempo) y por fin se le está tomando en consideración dentro de la sociedad. Es un punto de referencia no solo para la población afroperuana, sino para la población femenina.

Más que darle un mensaje a las niñas y niños afro es darle un mensaje al adulto, porque nosotros como individuos no nacemos racistas, clasistas, no nacemos discriminadores, la sociedad nos hace así.

Cuando llegamos por primera vez al colegio, estamos acostumbrados a ver a personas iguales a nosotros: colores, actitudes, el pelo; pero cuando tenemos este primer encuentro, ahí viene el cuestionamiento. Si el adulto no da un buen mensaje, que debe ser esperanzador, integrador... y no voy a hablar de tolerancia, porque no estamos para tolerar a nadie, estamos para respetar al otro.

¿Cómo fue el camino de Ebelin para llegar al taller de Alberto Ísola?

Siempre he sido muy conversadora desde niña y, en esa época, un amigo de mi familia, estudiante de la Católica, le pide a mi mamá para que yo haga una audición de una serie que se iba a hacer para el Pacto Andino.

Voy a la audición y algo que nunca voy a olvidar es que nos sientan a todos en un tabladillo y ponen los monitores para que nos veamos, y todos los niños se iban señalando; ‘Ay, mira, ahí estás tú', ‘Ahí estoy yo’, pero yo me quedé mirando hacia adelante. Les llamó la atención que estuviera tan tranquila y me dicen: ‘¿Por qué has estado así?’, y lo les digo: ‘Ah, es que la luz me daba en los ojos y no podía ver bien’. Entonces, me repreguntaron: ‘¿Qué pasa si te dejamos ahí sola, sentada?’ Recuerdo haberme quedado solita frente a la cámara y me preguntaban cosas y yo respondía. Entonces, siempre fui una niña suelta, comunicativa.

En casa somos muy criollos. Mi familia trabajó con Victoria Santa Cruz en el Conjunto Nacional de Folckore y decidieron hacer una peña familiar en mi casa de Lince, que se llamó La peña chinchana digna. Siempre le pedía a mi mamá que me dejara cantar.

Ella me decía que no, porque era un espacio para adultos; pero un día la agarré en sus cinco minutos, que fueron los cinco minutos decisivos en mi vida, donde me deja cantar en la primera parte del show y, por esas cosas de la vida, había un amigo de Yola y me pregunta ‘¿Por qué no vas al programa?’, yo le dije: ‘Porque mi mamá no me da permiso’. Él habla con mi mamá, me llevan al programa, me hacen una audición y, ese mismo día, me quedo. Estuve desde los 9 hasta los 16 años.

A los 21 años entendí que, si quería ser actriz, la noche no era tan beneficiosa para mí, y decido dejar de cantar en peñas. Me hablan del taller de Alberto, postulo e ingreso; pero, claro, venía con la televisión como parte de mi vida y recuerdo que, cuando nos ponen a todos para presentarnos, yo les decía que quería ser actriz de televisión; sin embargo, la mayor parte de mi vida está en el teatro.

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