Calcula AQUÍ cuánto te pagarán en la GRATI
Cultural

A un año de su fallecimiento: Quino, el autor inexplorado

Concebirlo sin Mafalda parece imposible, pero el humorista gráfico le presentó al mundo una lista de personajes sin nombre e igual de inconformistas.

Quino es un autor que se puede narrar más allá de Mafalda. Foto: composición LR / Gerson Cardoso
Quino es un autor que se puede narrar más allá de Mafalda. Foto: composición LR / Gerson Cardoso

Aunque el humorista gráfico haya logrado un prestigio de talla universal gracias a la niña rebelde llamada Mafalda, cuyos diálogos se han traducido ya a 28 idiomas, hay en sus antecedentes una lista de creaciones menos populares, pero no menos trascendentales. Él quería alejarse de la costumbre y gracias a su humor socrático terminó acercándose a la perpetuidad: “La historieta obliga a dibujar siempre a los mismos personajes y en la misma medida. Es como si un carpintero tuviera que hacer siempre la misma mesa, y yo también quería hacer puertas, sillas, banquitos”, afirma en una entrevista para la revista Viva.

Esas puertas, sillas y banquitos se convirtieron en más de 20 publicaciones que no reúnen a Mafalda, Guille, Manolito, Susanita, Felipito, Miguel y Libertad, sino a personajes sin nombre —porque no lo necesitan— que revelan las necesidades sociales y los conflictos anímicos: el vínculo entre la religión y el hombre, la clase media, la vejez, los trabajos sin vocación, etc. “Me pregunto cómo es posible que yo haya dibujado hace tanto tiempo cosas que siguen pasando hoy”, dijo Quino en el 2004, cuando se inauguró en Buenos Aires una muestra de su trayectoria como dibujante.

“De su lápiz salían montañas, árboles, personas”

Y a propósito de la vocación, Quino descubrió la suya a los tres años, luego de que su tío Joaquín —sí, también le heredó el nombre— dibujará para él, con lápiz azul, un caballo. “Ver que de su lápiz salían montañas, árboles, personas, me maravillaba. Todos los chicos dibujan, pero yo seguí. Estudié un poco en Bellas Artes y dos años después cometí el error de creer que a los 15 ya lo sabía todo y abandoné. De eso me arrepiento cada vez que puedo”, contaba en una entrevista en el 2014.

Pero no solo su tío publicista despertó su predilección: sus padres, dos andaluces que se mudaron a Mendoza, fueron bastante permisivos. “En mi casa teníamos una mesa de comedor de álamo, una madera muy blanca, y yo me tiraba de panza sobre la mesa y empezaba a dibujar ahí. Con mi mamá hicimos un trato: yo podía dibujar y después con lavandina y jabón y un cepillo de esos gordos borraba todo”, le confesó a Leila Guerriero en una entrevista para El País Semanal.

Publicaciones sin Mafalda

El arte de Quino empezó antes de que Mafalda se convirtiera en una celebridad. En Mundo Quino (1963) reunió las historietas que había publicado desde 1954, cuando todavía construía su alcance ladrillo a ladrillo o, mejor dicho, papel a papel. La sátira social y la ironía, las temáticas imperantes, tuvieron éxito incluso en Estados Unidos. Se trataba de la exhibición de un autor con una opinión tajante que se ocupaba de temas como la Segunda Guerra Mundial, el avance de la tecnología y el control mediático, la separación de clases, el consumismo, la tiranía en los gobiernos y la velocidad de la vida cuando se trata de alcanzar los objetivos.

Los primeros dibujos de Quino se despojaban del diálogo. Ilustración: Mundo Quino

Los primeros dibujos de Quino se despojaban del diálogo. Ilustración: Mundo Quino

Tras este primer compendio, las publicaciones se replicaron: A mí no me grite (1972 y reeditado en 1999), Yo que usted... (1973), Bien, gracias, ¿y usted? (1976), Hombres de bolsillo (1977), A la buena mesa (1980), Ni arte ni parte (1981), Déjenme inventar (1983), Quinoterapia (1985), Gente en su sitio (1986), Sí, cariño (1987), Potentes, prepotentes e impotentes (1989), Humano se nace (1991), Yo no fui (1994), ¡Qué mala es la gente! (1996), Mundo Quino (reeditado en 1998), ¡Cuánta bondad! (1999), Esto no es todo (2002), ¡Qué presente impresentable! (2005), La aventura de comer (2007), Toda Mafalda (2007), ¿Quién anda ahí? (2012), Simplemente Quino (2016).

El contenido de Quinoterapia, un libro publicado en 1985, y su visión acerca de cómo errar es humano, aunque no lo parezca, sirvió como inspiración para figuras del porte de Gabriel García Márquez. El autor escribió la introducción al libro de Todo Mafalda (1992) y aseguró que las reflexiones del argentino fungían como una cura: “Quino, con cada uno de sus libros, lleva ya muchos años demostrándonos que los niños son los depositarios de la sabiduría. Lo malo para el mundo es que a medida que crecen van perdiendo el uso de la razón, se les olvida en la escuela lo que sabían al nacer, se casan sin amor, trabajan por dinero, se cepillan los dientes, se cortan las uñas, y al final, convertidos en adultos miserables, no se ahogan en un vaso de agua, sino en un plato de sopa. Comprobar esto en cada libro de Quino es lo que más se parece a la felicidad: la quinoterapia”.

Quino dibuja destellos sobre el malestar en la vida adulta. Ilustración: Quinoterapia

Quino dibuja destellos sobre el malestar en la vida adulta. Ilustración: Quinoterapia

¿Quién anda ahí? (2012) es una colección de las últimas páginas que publicó en los diarios. El autor la publicó con la intención de masificar su propia reflexión sobre el miedo: “La situación de la seguridad se ha puesto muy problemática en la Argentina y el título del libro es una frase común, la primera que pronunciamos cuando estamos en casa, de noche, y escuchamos un ruido. Pero también sirve para uno mismo: quién es este que soy, que da vueltas y anda”, explica en una entrevista para diario El País.

Ilustración: ¿Quién anda ahí?

Ilustración: ¿Quién anda ahí?

Ilustración: ¿Quién anda ahí?

Ilustración: ¿Quién anda ahí?

Ilustración: ¿Quién anda ahí?

Ilustración: ¿Quién anda ahí?

“¿Por qué no prueba, cada tanto, darse una vuelta por los espantos que promete el porvenir? ¡Verá qué alivio el presente!”, concluye el médico de la viñeta. Estas conjeturas sobre el mundo son bofetadas para la calma del presente, pero son las necesarias para poner el foco en los problemas que todos viven y de los que pocos hablan: la ansiedad, la preocupación por la vida adulta, el peso del qué dirán y el temor a la muerte.

En Simplemente Quino (2016), el humorista reúne viñetas que simulan un recorrido por el arte, Dios, el sexo, los animales, la salud —por supuesto—, la vejez y las relaciones de pareja. Su creatividad le permite a su público gozar de las reflexiones de alguien que alguna vez comentó que había dejado de hacer muchas cosas por dedicarse a la ilustración. El impacto de su mansaje es muy alto, tanto que en el Acta del jurado del Premio Príncipe de Asturias se encuentra la siguiente reseña:

“Los lúcidos mensajes de Quino siguen vigentes por haber combinado con sabiduría la simplicidad en el trazo del dibujo con la profundidad de su pensamiento. La obra de Quino conlleva un enorme valor educativo y ha sido traducida a numerosos idiomas, lo que revela su dimensión universal. Sus personajes trascienden cualquier geografía, edad y condición social”.

Y Tute, el reconocido humorista gráfico argentino, comentó sobre la influencia de Quino en su definición vocacional: “Mirá que cambiaste el mundo con tus dibujitos, ¡eh! Lo mejoraste bastante. No, no alcanzó. Nunca alcanza. No hay témpera blanca que lo corrija. (...) ¡Y tus páginas! Filosofía y poesía. Crítica feroz y ternura. Un pibe de ocho años y un viejo sabio en los mismos zapatos”.

Su arte escapó del tan conocido nombre de la pequeña niña y se volcó en obras que nutrían la opinión pública. Salvo frente a peticiones excepcionales, como las de Unicef, Quino no volvió a dibujar a Mafalda. No fue necesario: las publicaciones de nueve años remueven las conciencias de hoy, así como lo hacen las ilustraciones que narran una faceta casi inexplorada.