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Cultural

Rosa Montero: “Escribir para poner luz en las tinieblas de lo que somos”

La escritora española, invitada del Hay Festival de Arequipa, habla de su novela La buena suerte, la historia de la reinvención de un hombre quebrado por la desgracia.

Rosa Montero dice que la mala suerte existe. Tiene razón, no ha podido llegar al Hay Festival de Arequipa este año por la pandemia. La escritora española, sin embargo, rema contra la corriente. Desde mucho antes del coronavirus, escribía La buena suerte (Alfaguara), una novela que, desde la ficción, se adelanta en algunos aspectos a la realidad actual.

La novela cuenta la historia de Pablo, un hombre que, quebrado por la desgracia, huye de la ciudad hasta llegar a un pueblo remoto. Allí se confina a rumiar su mala suerte, a usar cotidianamente toallitas higiénicas para cuidar su salud. Pero allí también conoce a Raluca, de quien se enamora y con quien empieza a reinventarse. Ella será la locomotora de su existencia.

Según su novela, la buena suerte es una construcción heroica.

No solo heroica. Pero es verdad, hay cierta heroicidad, pero sobre todo hay habilidad, ganas de vivir la vida de otro modo. Como decía el filósofo Epicteto, lo que le afecta al ser humano no es lo que le sucede sino lo que se cuenta de lo que le sucede. Así que Raluca nos demuestra que la buena suerte consiste en querer tener una buena suerte, en mirar el mundo de otro modo, pero sobre todo en contarse la vida de otro modo.

Es como para hacerle caso.

Sí, por eso, cuando yo escuché al personaje contarse la vida así, decir esas cosas en mi cabeza antes de escribirlo, me enamoré de ella. Por eso no me extraña que Pablo se enamore de ella inmediatamente. Es que es maravillosa, es una persona capaz de tener un amor por la vida, una fuerza de reinvención, una locomotora de supervivencia. Es pura luz y rescata a todos los personajes de las sombras. A mí me rescató también.

En tu narrativa, ¿es un personaje sanador...?

Todas mis novelas, menos Te trataré como una reina, que la publiqué con 32 años, que es una novela terrible donde todos los personajes terminan fatal, todas las demás novelas mías son de supervivientes, tienen luz, tienen esperanza. Los lectores me han dicho que hay algo sanador en Raluca.

Y en La buena suerte podemos decir que la felicidad está garantizada...

Los personajes, al final de la novela, terminan razonablemente bien, pero cuando Pablo mira la ciudad, presiente que el mal anda por ahí. O sea, el mal sigue existiendo, pero pese a ello hay la obligación de ser felices.

Para Pablo, Raluca es su reinvención. ¿Quién sería la Raluca para nosotros hoy?

No tenemos una Raluca clara, aunque te diré que ha sucedido una cosa interesante. En los primeros meses de la pandemia, entre los 13 mejores países que manejaron la crisis, en 9 o 10 estuvieron dirigidos por mujeres. El hecho de que sean mujeres me parece interesante. Yo diría que son un poco Ralucas (risas).

¿Al mundo le iría mejor si contara con más sensibilidad femenina?

Sí, sensibilidad femenina, sensatez femenina, un poquito menos de testosterona. La testosterona lleva a muchos errores (risas). Es muy buena para hacer exploración, hacer cosas arriesgadas, pero para la conducción de una colectividad, puede llevar a errores.

Escribir es lo más parecido a enamorarse.

Totalmente. Es que cuando te enamoras apasionadamente estás tan enajenado, tan ocupado por la idea del otro o de la otra. Realmente estás fuera de ti. La muerte no existe, porque sales de ti mismo. Eres inmortal en esos momentos. Y cuando estás escribiendo una novela, también. Y por la misma razón, estás fuera de ti, estás en la cabeza de tus personajes. Como dice Ribeyro, la novela madura exige la “muerte” del autor. Lo que tienes que hacer es borrar tu yo. Al borrar tu yo borras tu muerte. Esa sensación de ser eterno, de estar protegido mientras escribes, es maravilloso. Escribir se parece mucho a una pasión amorosa.

Ha dicho que no se explica cómo la gente se las arregla para vivir sin escribir.

Lo dije simplemente porque a mí me protege tanto tanto que me permite ponerme en pie cada día ante la angustia de la vida y de la muerte. Ante todos esos mordiscos que la vida te da. La escritura te otorga una especie de esqueleto exógeno que te permite seguir de pie.

¿Escribir novelas es un viaje en el que no se puede ir llevando respuesta...

Es un viaje de conocimiento. La novela no puede ser utilitaria. Detesto la novela utilitaria, detesto la novela feminista, animalista, ecologista, aunque yo, como ciudadana, sea feminista, animalista y ecologista. Tú no puedes escribir una novela para luchar por tus ideas, porque el sentido de escribir una novela es la búsqueda del sentido de la existencia. Como novelista, tú no escribes para enseñar nada. Escribes para poner un poco de luz en las tinieblas de lo que somos.

Nélida Piñón dice que ella puede escribir contra las mujeres y contra los hombres sin que nadie se lo impida... ¿usted también?

Hombre, claro. Puedes escribir contra las mujeres si estás haciendo una personaje completamente misógina, que las hay, que sueltan barbaridades contra las mujeres... podría ser contra ellas o contra sus pares en los hombres. Cada uno de los personajes tiene su vida, sus ideas y su razón de ser.

Por supuesto que no me identifico con muchos de ellos y sin embargo vivo dentro de ellos. Como decía rumano Terencio, nada de lo humano me es ajeno. Te puedes buscar dentro de ti los ecos de ese personaje aunque sea un miserable para saber cómo se siente ese personaje. Como novelista, vas caminando en la oscuridad hacia la búsqueda de esa luz, de ese entendimiento, de la comprensión de lo que somos.

El turno de las protagonistas

En su novela, según usted, Raluca se ganó el rol protagónico. ¿Ya es el turno de los modelos literarios femeninos?

Pero claro, si salen. En la mayoría de los escritores, la mayoría de sus protagonistas, son de su mismo sexo. En los hombres, nunca llama la atención eso; a las escritoras, siempre nos dicen estás escribiendo con protagonistas mujeres. Eso es lo que han hecho los escritores desde principios de los tiempos, salvo pequeñísimas excepciones con Madame Bovary, La regenta, Ana Karenina, pero poquísimas. En mis novelas los personajes protagonistas son hombres y mujeres.

Nació en Acarí, Arequipa. Estudió Literatura Hispánica en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú). Egresado y bachiller en Literatura. Ha publicado artículos y reportajes en diarios y revistas nacionales y extranjeras. Sus textos literarios han sido incluidos en la “Antología de la Poesía Arequipeña”, de Jorge Cornejo Polar y en la muestra de poesía de Perú y Colombia “En tierras del cóndor”, de los colombianos Juan Manuel Roca y Jaidith Soto. Ha publicado el poemario Manuscrito del viento y libro de perfiles Rostros de memoria, visiones y versiones sobre escritores peruanos.