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Cultural

El horror de los años 90 en la visión de Isabel Córdova Rosas

ÉPICO. La escritora peruana expone en Gritos en silencio los años de violencia que vivió nuestro país. La novela está siendo traducida al alemán. Aquí, una valoración del contenido de esta obra por un profesor de esa lengua.

“En partes, la novela es tan negra como la oscuridad que existe dentro del camión de la muerte”.
“En partes, la novela es tan negra como la oscuridad que existe dentro del camión de la muerte”.

Por: Klaus Amann - Profesor del Departamento de Lengua Española KSH (Instituto Cantonal Heerbrugg), Suiza.

La novela, ambientada en el Perú de los 90, cuenta una historia que se parece a la realidad. Un camión militar traslada clandestinamente a un grupo de prisioneros, acusados de terrorismo, desde Lima hacia Ayacucho. La obra se titula Gritos en silencio (Ed. San Marcos) y su autora es la escritora peruana Isabel Córdova Rosas (Huancayo, 1950). Este libro, que es una mirada a la años de violencia del país sudamericano, está en proceso de traducción al idioma alemán y de próxima publicación.

La ruta de muerte

Entre los detenidos del camión está Julia, una muchacha de 14 años. En realidad, se trata de un viaje hacia la muerte en el que los presos quieren salvar a uno de ellos para que cuente la historia (como así ocurre). Es una novela conmovedora, desgarradora que atrapa al lector desde el comienzo, sobre todo por saber si de ese viaje fatal habrá sobrevivientes y si el elegido o la elegida para que fugue logrará su objetivo.

En muchos aspectos revela parte de la historia del Perú, las injusticias, el colonialismo y las brutalidades de un gobierno represivo y dictatorial. Sus personajes muestran muy bien el conflicto que causa la voluntad de sobrevivir el día a día y el deseo de luchar contra la corrupción y la pobreza. En primer lugar está Julia, la más joven y posiblemente la más inocente de los detenidos en el ambiente sofocante del camión de la muerte, camino a un destino inexorablemente fatal. Es una estudiante que tiene toda la vida por delante y su único crimen fue acompañar a su tía a un mitin de maestros donde se gestó una protesta contra la educación neoliberal que condena a los niños de las familias humildes.

Su inocencia se ve en las líneas en las que se narra una leyenda de Huancayo, la cual dice que los enamorados que se han dado mutuamente agua de beber en un manantial con sus manos serán más fieles en su relación, pero caerán enfermos si rompen el hechizo. ¡Qué símbolo más adecuado para el apoyo mutuo en una relación de aprecio y respeto! Y aunque sea una creencia inocente, sino ingenua, es muy preferible a la violencia que es el credo prevalente de los soldados. Uno de ellos le grita cuando ella estalla en llanto: —¡Ya carajo! A callar si no quieren que les meta bala.

En la primera parte de la novela, los reos del camión deciden secretamente que uno de ellos o Julia tiene que escapar para informar a la prensa o a una ONG sobre este transporte, memorizando todos los apellidos, nombres, profesiones y lugares de origen de los detenidos. El primer propósito de esta fuga es salvar a uno de ellos y sacar al resto del anonimato de este camión de la muerte y así, con suerte, salvarlos de su destino fatal. Si no logra detener ese viaje hacia el final, podrá por lo menos informar a los familiares de estos presos que ha pasado con ellos y dejen de buscarlos en hospitales, cuarteles o calabozos. Eligen a Julia acaso por ser la más joven.

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El viaje fatal del camión -paradójicamente, por los paisajes más atractivos de Perú- es el hilo conductor de la novela. Allí reparamos las diversas perspectivas de la historia. Por ejemplo, el cínico y sádico chófer del camión, que se ha especializado en quemar a sus víctimas con gasolina para así dejar menos huellas, viaja conversando amenamente con su jefe, Jaime Quinteros. El jefe, en cambio, sabe que tiene una carga muy especial en el camión y tiene que contestar directamente a un general en Lima. La fuga de Julia le pone en un gran apuro y a partir de allí las cosas van de mal a peor. Quinteros por lo menos admite tener pesadillas cada noche por las atrocidades que comete en la supuesta lucha contra el terrorismo.

La oscuridad del Perú

En partes, la novela es tan negra como la oscuridad que existe dentro del camión de la muerte. Sin embargo, siempre avive la esperanza en un poco de luz, un poco de suerte, un poco de justicia y un poco más de vida. Aparecen figuras luminosas como doña Teófila, Elsa Amador, Alejandro Vila, Fortunato Challpa y sobre todo los mismos detenidos en el camión que desarrollan una solidaridad ejemplar en el viaje que podría ser su último trayecto en esta tierra. ¿Encontrarán a Julia, se llegarán a conocer los nombres de los desaparecidos, se salvarán al final? Esas preguntas y los sucesos sorprendentes como la infiltración de un topo en el camión mantienen al lector en vilo y hacen que, tarde o temprano, sienta la angustia de aquellos seres humanos reducidos a mercadería rumbo al matadero.

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