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Cultural

Santiago Rosero: “La primera persona es un defecto de los cronistas jóvenes”

Santiago Rosero. Cronista ecuatoriano, finalista del Premio de Periodismo García Márquez, habla de El fotógrafo de las tinieblas, libro que reúne historias de 15 personajes.

Como cronista, recibió la Beca de Periodismo Cultural Gabriel García Márquez, otorgada por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano
Como cronista, recibió la Beca de Periodismo Cultural Gabriel García Márquez, otorgada por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano

Por: Julio Zavala

Santiago Rosero (Quito, Ecuador, 1978) es un periodista independiente que actualmente reside en Quito. Vivió en París del 2010 al 2017, donde trabajó como reportero en Radio Francia Internacional. De esta experiencia son las crónicas que reúne en su libro El fotógrafo de las tinieblas y otras crónicas de París (U. Católica Ecuador-PUCE), que obtuvo el Premio Nacional José Peralta a la mejor obra periodística del Ecuador.

Como cronista, recibió la Beca de Periodismo Cultural Gabriel García Márquez, otorgada por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). En 2016, su perfil sobre el panadero francés Christophe Vasseur, publicado en la revista peruana Etiqueta Negra, estuvo nominado al Premio de Periodismo Gabriel García Márquez.

Pero Rosero también es cocinero. Actualmente investiga en ese campo y para él es casi lo mismo escribir y cocinar. El asunto es hallar un buen sabor.

Tus personajes son una colección de desarraigados...

No fue anticipado, quizá había algo de eso inconscientemente porque yo también era un extranjero en París y me llamaban la atención estos personajes que resultaban ser migrantes, pero no fue premeditado. Luego, cuando me di cuenta, sentí una identificación mayor. Eso quizás pesa.

¿Preconcebiste la unidad de ellos en el libro?

No, no pensé en ellos. Descubrí que había unidad y cierto sentido de atravesamiento de la ciudad una vez que estaban juntos, y luego cuando la escritora Gabriela Aleman realizara el prólogo. Cuando ella hace esta lectura, descubro que sin haberlo pensado se estaba concibiendo algo que sí quería realizar, que era narrar la ciudad en la extensión máxima que pudiera y lo hice a través de mis intereses particulares, como historias sobre gastronomía, la moda, el deporte, la política. Juntos, esas piezas marcan una especie de mapa de la ciudad y le dan un estilo.

Tu formación heterodoxa entre la cocina, el periodismo ¿te agudiza la visión para los detalles?

Supongo que algo de ello hay. He intentado un poco trasladar el universo de la cocina, en la forma en la que yo la entiendo, en ese desmenuzamiento de elementos, para aplicarla en la escritura, incluso en la utilización de ciertas figuras retóricas, ciertas imágenes literarias de ese mundo. Pero otra cosa que utilizo es mi formación en ciencias sociales.

¿Cuántas de estas historias te siguen acompañando una vez que escribiste las historias?

La historia del panadero me transformó a mí, me convirtió en un aprendiz de panadero que es lo que hoy es una de mis grandes pasiones. Lo digo medio en broma, medio en serio, que si pudiera dejarlo todo me dedicaría a hacer pan y quisiera abrir una panadería. La crónica sobre Albert Camus me interesó mucho porque yo tuve una época futbolística importante también en selección de colegio, selección de universidad, me probé en un equipo ahí. Yo era arquero, eso está reflejado ahí. En el texto de “Comer de la basura” me llevó a crear un proyecto del mismo tipo que ahora lo mantengo en Quito. Sin duda, El fotógrafo de las tinieblas, como fotógrafo que también soy, transformó mi percepción, mi comprensión acerca de la fotografía en algo tan sencillo que antes no entendía. Son varios los textos que han transformado mi comprensión de las cosas.

¿Te diste un tiempo para proyectar estos textos?

Las crónicas más largas, como la historia del fotógrafo y la del panadero, me tomaron un promedio de 8 o 9 meses en los que yo me entregue a fondo. Medio en broma, suelo decir que son minitesis, tanto por el volumen de la bibliografía que reviso cuanto por la cantidad de trabajo y compromiso. Son meses de mucha intensidad.

Hacerse invisible

El punto de vista es importante, tratas de no aparecer mucho en el texto. ¿Esa es tu manera de ver la crónica?

Sí, justamente yo soy bastante pudoroso en utilizar la primera persona. Creo que es un defecto, una forma exagerada y abusiva que se utiliza. Es un defecto de los cronistas jóvenes que están empezando. Yo prefiero no aparecer, a menos que sea totalmente necesario, aparezco en uno o dos casos. En la crónica del fotógrafo, era indispensable debido a que toma una fotografía mía y no había forma de evadir, pero en muchos otros casos, como en la crónica de “Comer de la basura”, yo trabajaba en ese lugar, cocinaba, pero decidí no aparecer porque descubrí que si no me mostraba no pasaba nada.

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