Galería de arte moll. El artista chiclayano sorprende con su técnica hiperrealista para plasmar sueños inspirados en la cosmovisión andina, curanderos y tradiciones orales norteñas.,Veo un caballo de Troya confeccionado con maderas recicladas de viejos naufragios. Veo el arca delirante que carga con una fauna arcaica que huye del diluvio amazónico. Veo un Pegaso resucitado con viejas tablas de bolicheras fantasmas. Sus personajes perfilados con barbas canosas son como fantasmas de viejos conquistadores españoles perdidos en el monte mientras buscaban el Paititi que solo existe en sus sueños de ayahuasca. Guillermo Chávez Arroyo define su arte a su manera: se dice alquimista, se define mago, se califica como carpintero y metalúrgico con la única certeza de que cada pincelada refleja sueños medievales. PUEDES VER Barranco: el histórico distrito que pierde su arte y cultura Para su técnica no sirven los lienzos. Chávez usa tablas que fijan sus finas pinceladas de acrílico con láminas de bronce y óxidos que sostiene sus imágenes de hiperrealismo mágico. “La técnica se depura con el tiempo. Se convierte en una manía por los detalles, los metales martillados, las texturas animales de pelajes y plumas, la humedad de las miradas..”, nos dice el pintor chiclayano horas antes de la inauguración de su muestra en Galería de Arte Moll, en Miraflores. La exposición “Cartógrafo de Sueños” está distribuida en dos salas. Una con un díptico y cuadros de gran formato, y la otra sala con dibujos y cuadros pequeños de la serie “Bodegas”. Imaginamos a Guillermo Chávez en su estudio chiclayano plasmando su obra luego de buscar personajes e inspiración entre los curanderos y maleros de la zona. O en sus andares por las huacas de Ventarrón con su pata Nacho Alva en busca de iconografía sagrada. O hurgando en los colores desteñidos de las bolicheras ancladas en Pimentel y en los metales oxidados del viejo muelle. “Necesito que mi pintura se pueda escuchar –insiste el artista– escuchar los metales tintineando, las voces de los personajes, el crujir de los armatostes... es como un reto interminable el que me plantea cada pintura pues en cada cuadro concluido aparece una nueva llavecita para abrir el siguiente secreto, la siguiente travesía de esos personajes sincréticos, curanderos, guerreros, santos y magos”, añade antes de volver a Chiclayo.