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Ciencia

Vacunas contra COVID-19 e infección natural: ¿hay diferentes respuestas de anticuerpos?

Los investigadores recolectaron muestras de sangre en quienes recibieron las dosis de vacunas y los convalecientes por COVID-19 para comprender cómo se comporta el sistema inmunitario.

La ilustración muestra anticuerpos atacando al virus de la COVID-19. Foto: Science Photo Library
La ilustración muestra anticuerpos atacando al virus de la COVID-19. Foto: Science Photo Library

Un grupo diversos de especialistas provenientes del Laboratorio de Inmunología Molecular en la Universidad Rockefeller (Estados Unidos) hallaron que si bien una infección natural por coronavirus induce la maduración de anticuerpos más amplia en comparación a la vacuna contra la COVID-19, la exposición a la enfermedad sin inoculaciones puede acabar con la vida de las personas.

La evolución de las células B de memoria —linfocitos especiales del sistema inmunitario— tras una infección natural por coronavirus se mantiene “durante al menos un año”, a diferencia de las gestadas a partir de la vacunación, a lo largo de unas semanas. Además, este tipo de células “expresan anticuerpos cada vez más amplios y potentes”, que podrían protegernos de las variantes de interés.

Sin embargo, las vacunas evitan, en un alto porcentaje, que los contagiados requieran hospitalización o mueran, así lo explicó Michel C. Nussenzweig, director del Laboratorio de Rockefeller de Inmunología Molecular y uno de los autores del estudio publicado en Nature.

Los anticuerpos circulantes, producidos por el sistema inmunitario, se descomponen y disminuyen en número según la infección, por lo que el individuo podría contagiarse de nuevo. El plan de respaldo del organismo humano son las células B de memoria, nuestra protección a largo plazo. En el caso de la viruela, se detectó una media de 60 años de duración por las vacunas y casi un siglo si consideramos a la gripe española (1918-1920).

Micrografía electrónica de transmisión (TEM) coloreada de partículas de coronavirus SARS-CoV-2. Foto: Servicio Nacional de Infecciones / SCI.

Micrografía electrónica de transmisión (TEM) coloreada de partículas de coronavirus SARS-CoV-2. Foto: Servicio Nacional de Infecciones / SCI.

Hasta ahora, los científicos no tenían conocimiento si las vacunas facilitaban una respuesta robusta de las células B de memoria identificadas después de una infección natural.

Entonces, Nussenzweig y su equipo de investigación quisieron estudiar las diferencias de las células B de memoria entre muestras de sangre sacadas de convalecientes por COVID-19 y los que recibieron vacunas ARNm, sin infección previa.

Las dos opciones produjeron cantidades de anticuerpos de memoria parecidos. Entre la primera y segunda dosis de Pfizer y Moderna, las células B de memoria se hicieron más fuertes, aunque a dos meses de la pauta completa el progreso paró.

En los infectados, los anticuerpos de memoria mejoraron en el transcurso de un año.

¿Necesitaremos vacunas de refuerzo?

Para Nussenzweig, la pregunta no es tan sencilla y se deben tomar en cuenta muchos factores. “Si el objetivo es prevenir la infección, entonces será necesario realizar un refuerzo después de seis a 18 meses, dependiendo del estado inmunológico del individuo. Si el objetivo es prevenir enfermedades graves, es posible que el refuerzo no sea necesario durante años”, comentó.

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