LA CIUDAD OCULTA Libro del amor y de las profecías Edgardo Rivera Martínez (Jauja, 1933) ha desarrollado en forma paciente una obra de novelista, cronista y narrador de cuentos y nouvelles que goza por fin del reconocimiento que merece. Su ingreso en la Academia de la Lengua nos ofrece un buen pretexto -por si hiciera falta- para publicar este análisis de Peter Elmore a Libro del amor y de las profecías , su más reciente novela. Escribe Peter Elmore (desde USA) Hasta mediados de la década del 90, Edgardo Rivera Martínez (ERM) era, por su pausada discreción y el modo artesanal en el cual difundía sus relatos, un autor casi secreto. Pero si el número de sus lectores era reducido, la calidad de estos nada tenía de menor. Ciertamente, tampoco puede decirse que fuese parco el aprecio que los conocedores le tributaban a los delgados volúmenes de cuentos y nouvelles que, espaciadamente, publicaba desde inicios de los años 60. Encuentro, por ejemplo, esta anotación de Julio Ramón Ribeyro, fechada el 29 de agosto de 1978, que figura en el tercer tomo de La tentación del fracaso : "Después de leer los excelentes óalgunos realmente acabadosó cuentos de Edgardo Rivera, me pregunto si vale la pena abundar en este género, que tiene ya en el Perú tantos y tan buenos representantes en las generaciones que me siguen". Ribeyro tenía apenas cuatro años más que ERM óde modo que, en términos estrictos, los dos pertenecen a la misma generaciónó, y el libro al cual alude debe ser Azurita, que salió de la imprenta el mismo año en el cual el autor de Crónica de San Gabriel registró sus palabras de elogio. Algo más de tres lustros pasaron antes de que ERM publicara País de Jauja (1993), esa novela de aprendizaje en la cual representa nostálgicamente, desde una perspectiva distinta de la del indigenismo, tanto la formación de la sensibilidad de un creador como los usos cotidianos de una capa ilustrada cuya afirmación de la cultura andina no la priva de ser cosmopolita. Según una encuesta entre escritores y críticos que la revista Debate realizó a fines de la década pasada, País de Jauja fue la novela peruana más importante de los 90. De acuerdo al parecer de una lectoría cada vez más amplia, no hubo extravío en el tránsito de ERM desde los predios de la narrativa breve al territorio de la novela. La segunda novela del escritor, Libro del amor y de las profecías , tiene su escenario en Jauja, al igual que la primera; como ésta, perfila morosamente a un personaje central cuya vocación es literaria. Además, el género que le da forma al discurso del narrador-protagonista es el del diario, que sirve en parte para dar cuenta de las transformaciones que en el verano crucial de su adolescencia vive el héroe de País de Jauja . Pero las analogías concluyen ahí, pues el texto explora registros óel humorístico, entre otrosó y modalidades óla fantástica, por ejemploó que no se hallan en la primera novela. Aunque una voz singular óla de Juan Esteban Uscamaytaó rige el relato, la novela participa de varias dicciones óla periodística, la coloquial, la de la confidencia escrita, la históricaó; el riesgo de la monotonía se elude con solvencia, gracias a una orquestación sutil de las diversas entonaciones y maneras del narrador. Por lo demás, en el plano de la fábula, las líneas argumentales pertenecen a órdenes diversos, que van desde lo sobrenatural y sublime hasta lo carnal y cómico, permitiendo que la imagen de la ciudad andina óámbito tanto de la farsa social como de la experiencia afectiva y la búsqueda existencialó se revele en una multiplicidad rica y proteica. Precisamente, una de las principales virtudes de Libro del amor y de las profecías es la de constituir a partir de su referente óla ciudad de Jauja a principios de los años 60 del siglo XXó un teatro versátil donde se representan simultáneamente varias historias de envergaduras, tonos y repercusiones diferentes. Así, la pequeña ciudad provinciana es el marco de una risueña y desaforada comedia de costumbres, en la cual lidian beatas, autoridades, libertinos y prostitutas a propósito de la fundación del primer prostíbulo (o ëbulisterioí) de la cuatro veces centenaria localidad. También en ella se libra un duelo a la vez grotescamente fabuloso y creíblemente cotidiano entre un alcalde corrupto y una misteriosa vecina que tiene cualidades de vidente. Es, además, el escenario en el cual el narrador afina su sensibilidad y define, a través de mujeres que inspiran en él formas diferentes del deseo, tanto su condición de hombre adulto como el honesto hedonismo por el cual se guía. Pero, sobre todo, Jauja es la cifra a la cual aluden, con arcana inteligencia, dos fragmentos oscuramente proféticos. La magia y la escritura se atraen y se reconocen en el mundo de Libro del amor y de las profecías . La alianza entre ambas no se explica por una adhesión superficial a la ya envejecida retórica del realismo mágico, sino por el desarrollo ejemplar de una premisa que subyace al diario del protagonista: la de que el deseo y la palabra no replican miméticamente la realidad, sino que la constituyen y le dan forma. "Escribir en este cuaderno asume ya el carácter de un acto apasionante y en más de un sentido mágico", confiesa Juan Esteban Uscamayta al mes de iniciado el relato que, inicialmente, bautiza "Cuaderno del acontecer, los pensamientos y los sueños", pero que al culminar la travesía de la redacción nombrará con el título de la novela. El modesto amanuense que en la municipalidad da "fe de nacimientos, casorios y tránsitos a mejor vida" se transfigura, gracias al oficio de los signos, en el escritor que en los renglones de su diario discierne los contornos de su propia subjetividad y el significado esotérico de la vida jaujina. El diario no es el único texto que la novela de ERM inscribe y dramatiza. Pese a su brevedad, las dos citas proféticas óuna proveniente de un ejemplar anómalo de la Civitatis orbis terrarum , del renacentista alemán Georg Braun; la otra, de la olvidada crónica de un indígena llamado Juan de los Santos Sayri Túpacó, tienen en la arquitectura de la novela una función decisiva, pues juntas constituyen la clave que urde los hilos a primera vista disímiles de la ficción. También capital como texto óy aquí la palabra reivindica su etimología textiló es el tapiz que para servir de ofrenda a la Virgen de las Nieves de Pariahuanca teje la admirable Celeste Gandarías. "¿No crees que hay una secreta red que enlaza todo eso?", pregunta en el medio mismo de su diario el narrador, y a su interrogante le responden afirmativamente los acontecimientos escritos en Libro del amor y de las profecías. Un laborioso juego de analogías y correspondencias hace que el orbe del libro sea no sólo coherente, sino armónico: el orden de su diseño es, al mismo tiempo, un acto intelectual y un suceso estético. No es difícil advertir la estirpe borgesiana de esta concepción, que ERM ejecuta virtuosamente en su novela y que inspiró también a "Silvio en el Rosedal", de Julio Ramón Ribeyro. Por lo demás, en la clave del libro se reconoce una venia sutil a "Tlon, Uqbar, Orbis Tertius", uno de los cuentos indispensables de Borges. Por otra parte, un aire stendhaliano parece alentar en la crónica y el análisis de los vínculos del narrador con las mujeres que lo inquietan. Puede también decirse que un implícito arte de amar se deduce de los sentimientos y las impresiones que en el protagonista despiertan Urganda óla prima videnteó, Justina óla pareja clandestinaó y Celeste Gandarías óla tejedora iluminadaó. A esa tríada la complementa, en un segundo plano, Julieta, la prostituta francesa, y el elenco de pupilas del ëbulisterioí. Como en el caso del Florentino Ariza de El amor en los tiempos del cólera , de Gabriel García Márquez, en Uscamayta no resultan incompatibles los impulsos ideales del amor platónico con la práctica ávida del placer erótico: al interior de la novela, el espíritu y el cuerpo no son antagonistas, sino aliados. De ahí que quienes nieguen la autoridad de la libido en Libro del amor y de las profecías sean, como el cura Peppo o la beata Gastelu, criaturas esperpénticas y siniestras. Por el contrario, la celebración de los sentidos es vista bajo una luz del todo positiva, al punto que la feligresa convertida en madame de burdel es una figura amable (aunque, sin duda, hilarante). De todas maneras, las escalas más altas del amor óque, antes de excluir a las otras, las sublimanó se distinguen porque en ellas lo material y lo metafísico confluyen en el dominio de la forma: en el orden estético es donde encuentran su satisfacción más plena los deseos. Por eso, no es irrelevante que la trinidad femenina de la novela se relacione con la esfera del arte y el conocimiento: Urganda óa quien el narrador ama a la manera idealizada y sensual de los antiguos poetas provenzalesó posee rasgos de alquimista y, junto al don de la profecía, tiene un raro talento de orfebre; Justina óque comparte furtivamente su lecho con el narradoró es diestra en el arte de contar mitos y leyendas; Celeste Gandarías óde belleza tan pura que sólo admite la contemplaciónó sabe tejer visiones, lo cual hace de ella una virtuosa de las artes plásticas. Libro del amor y de las profecías es, en el panorama latinoamericano actual, una obra insólita en la cual se unen la inteligencia de la composición a la complejidad de las ideas. Con sutileza y rigor, ERM ha logrado una inflexión nueva y sugerente en la manera de enlazar lo sobrenatural con lo cotidiano, configurando un mundo ficcional al cual distinguen la variedad y los matices. Así, en la escritura de uno de los narradores centrales de la literatura peruana contemporánea, Jauja revive como territorio de la fábula y se afirma como espacio de la historia. Crítica PIEDRA SOBRE PIEDRA Escribe Javier Agreda Aún hoy, a inicios del siglo XXI, suelen escucharse con cierta frecuencia las quejas de los escritores provincianos contra la injusta hegemonía de sus colegas limeños quienes, a través de una compleja red de amistades y compadrazgo (de escritores, editores y hasta críticos) estarían monopolizando arbitrariamente la imagen "oficial" de la literatura peruana. Es la vieja polémica entre centro y periferia, que en nuestro país suele presentarse como oposición entre modernidad y tradición, entre cultura occidental y cultura andina. A las antologías literarias regionales les corresponde un papel importante dentro de este debate, como podemos comprobar en el libro Piedra sobre piedra . Poesía cusqueña contemporánea (Municipalidad del Cusco, 2000), antología realizada por el poeta y catedrático Mario Pantoja. Esta recopilación de obras de más de veinte autores, nacidos en el departamento del Cusco o avencindados en él, se inicia con la obra de Luis Nieto (1910-1997), poeta de abundante e irregular producción dedicada básicamente a dos temas: la épica revolucionaria y el amor erótico. Muestra de lo primero son libros como Puños en alto (1938) o Romancero del pueblo en armas (1957); de lo segundo, Significas lágrimas (1944) o Velero del corazón (1948). La admiración de Pantoja por la obra de Nieto es más que evidente ólo califica como "una de las figuras principales de la literatura peruana contemporánea"ó en las más de 50 páginas que le dedica. Una admiración similar por la obra de Nieto se puede notar en la mayor parte de los autores antologados, cuyos poemas parecen salidos directamente de libros del maestro. Esto sucede con Germán Bausch (1921), Arturo Castro (1924-1978), Angel Avendaño (1937), René Ramírez (1937-1970), y con poetas que cronológicamente deberían pertenecer a las promociones del 60, 70 y subsiguientes, como Juan Alberto Osorio (1944), Víctor Rául Loayza (1945). Hasta el propio Mario Pantoja (1947), quien dedica buen número de páginas a presentarse a sí mismo y su obra, constituida por poemas en los que los temas dominantes no pueden ser otros que la épica revolucionaria y el amor erótico. Dos títulos de muestra: "Caída de Somoza y desbande de la Guardia Nacional" y "La ciudad deseada o el amor". En este punto del libro, los lectores no podrán dejar de preguntarse si realmente todos los poetas cusqueños del siglo XX han tenido temáticas y retóricas tan similares, o si se trata más bien de las preferencias del antologador. Algunas voces poéticas originales y valiosas, que llaman vivamente la atención dentro del conjunto, nos hacen decidirnos por la última opción. Entre estos autores están Washington Delgado (1927), Vladimir Herrera (1950) y Odi González (1962), además de las poetas Shelma Guevara (1947), Ana Bertha Vizcarra (1947) y Gloria Mendoza (1948), que sin llegar al nivel de los autores antes mencionados constituyen un grupo con características propias. Los autores provincianos pueden tener razón en sus quejas contra el centralismo limeño, pero también es cierto que los libros que nos llegan del interior del país suelen padecer de un "provincianismo" que podríamos definir como un cierto carácter epigonal (ya señalado) y falta de rigor literario. Esa falta de rigor es la que ha llevado a Pantoja a incluir en este libro óque se propone "revalorar y difundir una de las más importantes expresiones de nuestra literatura"ó a poetas menores y textos tan insustanciales como: "Yo tengo un perrito/chiquito y gracioso,/ su nombre es Rabito/ y es muy cariñoso" (p.89). A eso hay que sumar que los poemas, escritos originalmente en quechua, de Andrés Alencastre (1909-1984) y William Hurtado de Mendoza (1945) no se presenten con su correspondiente traducción al castellano. Mientras no se superen estos problemas, poco se podrá hacer contra el centralismo limeño. LIBROS Suma musical · César Arróspide de la Flor (1900-1992) fue abogado y doctor en Letras de formación sanmarquina, pero sobre todo un humanista dedicado al estudio de la música, que impartió como docente, crítico e investigador en sus cursos de historia de la música y estética desde 1927 a miles de estudiantes del Conservatorio (antes Academia) Nacional de Música, la U. de San Marcos y la PUC. Muchos recuerdan hasta hoy la claridad y erudición de los programas de mano que por muchos años redactó para la OSN y la Filarmónica. Pero Arróspide fue un hombre esencialmente oral y de allí lo reducido de su obra édita, a contrapelo con su influencia. La PUC, para conmemorar su centenario, ha publicado una luminosa "Introducción al estudio de la Historia de la Música", amplia monografía que el maestro redactó en 1981 y que la Unesco recomendó para uso en A. Latina. Melómanos, no perderlo. César Arróspide, "Introducción al estudio de la hria. de la musica". PUC, 2000 . Hijos del celeste imperio · El historiador Humberto Rodríguez Pastor es uno de los mayores especialistas en inmigración y cultura china en el Perú, tema al que ha dedicado largos años de estudio y del que hizo materia de su tesis doctoral, luego transformada en libro, que abarca los 50 primeros años de los trabajadores culíes en el Perú (1850-1900), años en que llegaron en número de cien mil como reemplazo de la mano de obra esclava en las haciendas costeñas. Dividida en siete capítulos, la obra trata Haciendas y hacendados; Contratas y recontratas; Agricultura y chinos en Lambayeque y la Libertad; Respuesta de los chinos; Chinos contratistas y chinos enganchados; Emergencia del enganche en Cayaltí; Biografías individuales y cultura chino-cantonesa en el Perú rural y urbano. Se trata de la segunda y esperada edición de un trabajo que apareció en 1989 y que conserva su carácter pionero. Humberto Rodríguez Pastor, "Hijos del celeste imperio en el Perú". Sur, 2001. CINE Dr. T. y sus mujeres Primera cinta de Robert Altman que llega a Lima en cinco años -desde el estreno tardío de The player en 1996-, Dr. T. y sus mujeres es una sátira en clave menor en la que este apreciable veterano se repite sin reparos. Escribe Federico de Cárdenas Robert Altman (Kansas, 1925) debe ser uno de los pocos cineastas americanos que cuenta varios comienzos en Hollywood, todos bajo circunstancias diversas. Del primero, acabada la guerra mundial, sólo queda su participación en los guiones de Nochebuena (Christmas Eve, 1947) y El guardaespaldas (The bodyguard, 1948). El segundo se produce 10 años más tarde cuando, luego de vender a Artistas Unidos su primera cinta como director, Vidas perdidas (The delinquents, 1957), que escribe y produce en su ciudad natal, logra hacerse un sitio como director de TV, dirigiendo numerosos episodios de las series Bonanza y Alfred Hitchcock. Al fin de este periodo realiza dos largos, La conquista de la luna (Countdown, 1967) y That cool day in the park (1969), que pasan inadvertidos. El tercero marca su verdadero debut, con el inmenso éxito de público y crítica que es M.A.S.H (1970), que logra la Palma de Oro de Cannes y abre para Altman un decenio de gran fertilidad creativa en el cual dirige 14 largos, entre ellos obras tan representativas como Del mismo barro (McCabe and Mrs. Miller, 1971), Un adiós peligroso (The lonf goodbye, 1973), Nashville (1975) o Tres mujeres (1977). Este periodo acaba en 1980, cuando varios fracasos comerciales y una pelea con la Fox óque posterga por dos años el estreno de H.E.A.L.T.H.ó ocasionan la ruptura del cineasta con Hollywood, que siempre vio con malos ojos su terca independencia, incluso cuando era respaldada por la taquilla. Altman traslada las oficinas de su productora a París y agrega 10 títulos a su obra, sólo distribuidos en video o en TV, y una miniserie por cable, "Tanner 88". El retorno a la pantalla grande llega con Vincent and Theo (1990), biografía del pintor a partir de las cartas a su hermano, y súbitamente se produce su nuevo debut en Hollywood, con dos grandes películas: The player (1992) y Vidas cruzadas (1993), adaptación de Raymond Carver que le valió el León de Oro en Venecia. A ellas siguió la muy menor Pret-a-porter (1994), que otra vez interrumpió nuestro contacto con su obra. Pues desde 1996, año del estreno de The player, hasta Dr. T. and the women (2000) no hemos visto nada suyo, pese a que en ese lapso ha dirigido Kansas city (1995), The gingerbread man (1998) y Cookieís fortune (1999), que nadie ha querido traer a Lima. Hoy no existe censura, pero igual se sigue filtrando las cintas que vemos. Historia y guion El guión de Anne Rapp, su segundo trabajo para Altman luego de Cookieís fortune, nos presenta a Sullivan Travis (Richard Gere), más conocido como Dr. T., ginecólogo de la alta sociedad de Dallas adorado por sus clientas, que se disputan ser atendidas por él pese a los cuidados de su secretaria Carolyn (Shelley Long). Pero si las cosas lucen complicadas en su consultorio, también lo son en su vida familiar. En efecto, su esposa Kate (Farrah Fawcett) es atacada por la depresión justo cuando prepara la boda de su hija DeeDee (Kate Hudson). Al mismo tiempo su cuñada Peggy (Laura Dern) se traslada a vivir a su casa con sus tres pequeñas hijas y su segunda hija, Connie (Tara Reid), celosa de su hermana, lo previene del secreto que hay en la vida de DeeDee: una relación demasiado próxima con Marilyn (Liv Tyler), que viene como dama de honor a la boda. Como suele ser frecuente en ciertos medios muy acomodados de USA, doctor T. mantiene un cuarteto de amigos (Robert Hys, Matt Mally) entre los cuales hay casados y divorciados, que son compañeros de cacería y de golf, a los que dedica sus horas libres; pero también ellas se ven complicadas por la llegada de Bree (Helen Hunt), profesora de golf con un sentido muy libre de la vida. Como se habrá adivinado, nos movemos en el terreno de la comedia satírica coral (hay 50 personajes, principales o secundarios, en el filme), que Altman domina como pocos desde hace años. Lo rodea su equipo habitual: sus coproductores David Levy y Tommy Thompson (con él desde 1970), su hijo Stephen Altman, encargado de decorados, su editora Geraldine Peroni y su vestuarista Dona Granata. El único nuevo es el buen fotógrafo Jan Kiesser. Puesta en escena Las primeras secuencias nos muestran a Sullivan Travis al borde de la extenuación: la antesala del consultorio es casi el camarote de los Marx en Una noche en la ópera, con la diferencia que aquí todas o casi todas las recién llegadas se conocen. Son las clientas del Dr T. que vienen a recibir alivio a sus males y a conversar con él de lo más íntimo, de lo que solo él conoce. Esterilidad, embarazo, menopausia y todos los estrés que provocan son su terreno. T. las escucha y les habla, o mejor, les dice lo que quieren oír. Y sus pacientes se deshacen en halagos, pero también mantienen exigencias. Esta vida rutinaria y poco exaltada va a ser ócomo a menudo en las películas de Altmanó sacudida hasta los cimientos a partir de una crisis: la de su esposa Kate, que debe ser internada en una clínica de reposo; la de las revelaciones en torno a su hija casadera; la del ingreso de una nueva mujer en su vida, Bree, a la cual no sabe cómo tratar. La puesta en escena tiene un ritmo sincopado. Primero están esas secuencias corales en las que ocurren muchas cosas y la mayoría de los acontecimientos vienen a alterar la pretendida calma de T. Es sabido que Altman tiene el secreto de estos momentos vertiginosos en los que sus personajes (especialmente actrices) invaden el plano, llenando el espacio, recorriéndolo en todas direcciones y hablando todas a la vez (su idea de la confusión, lo ha dicho en otras ocasiones, es un cuarto repleto de mujeres conversando) y luego secuencias más calmadas dedicadas a rituales masculinos: fallidas escenas de cacería o de golf, generalmente interrumpidas por el tiempo cambiante en Dallas, siempre dispuesto a generar una tormenta sorpresiva. No importa lo que digan, estos personajes parecen tocados por el síndrome de Babel para T., que termina por no entender nada de lo que le dicen y es absolutamente incapaz de tomar ninguna previsión sobre lo que le ocurre. De modo que Dr. T. y sus mujeres no deja de ser un título irónico, pues se trata de mujeres sobre las cuales no puede ejercer propiedad alguna: son objetos que manipula en su consultorio a nivel de cuerpos o cuya compañía acepta a nivel familiar, pero con las cuales en realidad no registra comunicación, más allá de ciertos signos sociales externos que no tienen correspondencia en lo profundo. Ahora bien, hay algo en la mecánica que Altman maneja como experto director de orquesta que falla en Dr. T. y sus mujeres. El engranaje funciona, pero a la vez rechina, los músicos están ahí ócomo en la secuencia de la boda fallidaó pero no logran evitar las notas falsas. La sátira social de este experto demoledor de las apariencias sociales para mostrarnos su vaciedad e hipocresía se ha oxidado o es menos eficaz aquí que otrora. Sus personajes al borde del ataque de nervios quieren ser ridículos y de pronto nos parecen patéticos. Es que los hilos que mueven a los muñecos del experimentado titiritero están muy a la vista ócomo esos cuerpos femeninos que T. mira sin prestarles real atenciónó y acaban desinteresándonos. En el fondo, T. resulta demasiado opaco como para justificar la atención de todas esas mujeres (el espectador termina solidario de Helen Hunt ósiempre impecableó que se niega a compartir su espacio con él) y entonces la cinta descubre un lado antifemenino que roza lo políticamente incorrecto pero sin entrar de lleno en el asunto. En suma, Dr. T. y sus mujeres no cumple con su objetivo de ser satírica y provocadora, y se disuelve como T. en el ojo de la tormenta. Cuando vemos la secuencia culminante: la del matrimonio caótico y frustrado, nos decimos que sobre el mismo terreno Altman había ido más lejos en la soberbia Un día de boda; cuando vemos ese forzado retorno a las fuentes que es la coda luego de la tempestad, una secuencia de realismo mágico que desentona con el universo altmaniano, nos decimos que hace mucho que no veíamos un final tan rebuscado. Como ignoramos Kansas city, The gingerbread man y Cookieís fortune y tenemos buenas referencias de ellas (especialmente de las dos últimas), no pronunciaremos la palabra decadencia. Preferimos creer que Altman pasó aquí por un mal momento y que, como tantas otras veces, nos sorprenderá en un próximo proyecto. Si nos dejan verlo, claro. CARTELERA · Tres estrenos de interés: Traffic de Steven Soldebergh, Casi famosos de Cameron Crowe y Billy Elliot de Stephen Daldry. Entre lo que sigue hay que ver en primer lugar El tigre y el dragón de Ang Lee y dos reestrenos Amanecer de un día agitado de Richard Lester y El exorcista de William Friedkin. También Dr T. y sus mujeres (al lado) y las aceptables Las voces del silencio (Caroline Link) y Chocolate (Lasse Hallström). · Ojo, el cine Julieta ha rescatado Alta fidelidad de Stephen Frears, que fue maltratada al momento del estreno. Y en lista de espera están Malena, un Tornatore menor, Antes que anochezca de Julian Schnabel y Mentiras de Jang Sun Woo (que, como nadie se atreve a darla, iría al circuito porno). · El americano tranquilo, una de las grandes novelas de Graham Greene y una de las grandes cintas de Joseph Lee Mankiewicz, retorna 43 años después. El cineasta australiano Philip Noyce está rodando un remake en Vietnam, con Michael Caine como Thomas Fowler y Brendan Fraser como Alden Pyle. La bella Phuong es encarnada por Do Hai Yen. · El cantante Fito Páez debuta como realizador con Vidas privadas, en la que dirige a su esposa Cecilia Roth, a Héctor Alterio y al mexicano Gael García Bernal (Amores perros). El guion, obra de Páez y Alan Pauls, se inspira en "Edipo Rey" y toca el tema verídico de dos hermanos, hijos de desaparecidos, que al descubrir su real identidad se negaron a vivir con su familia biológica. · John Sayles, uno de los más talentosos realizadores independientes USA rodará Gold coast, la lucha de los habitantes de una isla con los especuladores que la codician. Lo que nos recuerda que su notable El secreto de Roan Inish se encuentra en Lima hace años, y nadie la estrena. · Júbilo en el cine francés: las salas tuvieron un alza de 6.8% de espectadores en enero, y las películas francesas lograron una taquilla de 36.7%, con el cine USA retrocediendo a 49,1% del mercado. · Ojo, cinéfilos. En la Filmoteca se inicia un excelente festival de estrenos suizos. Se verá: Beresina e Identidad suiza (martes); Plenilunio y Bien hecho (jueves); Clandestinos y Genet en Chatila (viernes); F. es un cerdo y Beresina (sábado). Algunos de los mejores cineastas suizos, como Alain Tanner, Fredi Murer, Richard Dindo y Daniel Schmid están incluidos, así como una decena de cortos premiados.