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Sociedad

Colonos cultivan hoja de coca en territorio asháninka

Incursión en profundidad. La República se contactó con comunidades indígenas asháninkas del Vraem, donde se registran los más altos índices de crecimiento de cocales que producen grandes cantidades que se destinan al narcotráfico. 

larepublica.pe
La República logró llegar hasta una de las zonas principales del narcotráfico. Foto: difusión

De los 24 pueblos indígenas afectados por el crecimiento explosivo de los cultivos de hoja de coca, los más afectados son los asháninkas, especialmente las comunidades emplazadas en las regiones del Cusco y Junín. Entre 2018 y 2022, los cocales ilegales aumentaron en un 124%, con mayores registros en las áreas que comprenden el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), donde existen centros poblados asháninkas. Como en Catungo Quimpiri, hasta donde llegamos luego de un largo y extenuante viaje.

Catungo Quimpiri pertenece a dos distritos: Río Tambo (provincia de Satipo, Junín) y Pichari (provincia La Convención, Cusco). El conflicto entre las regiones Junín y Cusco por la jurisdicción de Catungo Quimpiri es lo que ha alentado la migración masiva de colonos que irrumpen en los territorios indígenas para deforestar los bosques y sembrar hoja de coca destinada al narcotráfico.

La comunidad asháninka Catungo Quimpiri está inscrita en el distrito de Pichari porque en este se encuentra la mayor parte del territorio indígena. Justo por la época en que Catungo Quimpiri fue reconocida (1998) y titulada (1999) se inició la invasión de los colonos.

Por la puerta falsa

Alrededor de 10 familias procedentes de zonas andinas, que decían haber escapado de los terroristas, pidieron a los asháninkas un espacio, a lo que la comunidad aceptó, ubicándolos en la zona de Unión Quimpiri.

Pero los colonos abusaron de la amabilidad y confianza de los asháninkas, y a espaldas de estos vendieron, alquilaron y depredaron sus tierras con cultivos de hoja de coca. Más de 20 años después, ahora Unión Quimpiri, adonde llegaron 10 familias, es un pueblo grande dedicado a la producción ilegal de coca.

Líderes asháninkas. (De izq. a der.), Máximo Saavedra, Noel Aparicio y Nelson Benacho. Foto: difusión

“Unión Quimpiri ha crecido tanto que ya escapa de las manos de la comunidad. Y es la municipalidad de Pichari la que alienta que sigan llegando más colonos, porque les pone carretera y servicios. La comunidad de Catungo Quimpiri ya advirtió al municipio de Pichari que no puede invertir en Unión Quimpiri sin la autorización de la comunidad nativa, que es dueña del territorio, porque los colonos son ilegales, además de dedicarse al cultivo de hoja de coca”, explicó Irupe Cañari, la abogada del Centro Asháninka Río Ene (CARE), organización a la que pertenece Catungo Quimpiri.

Los colonos que producen hoja de coca para destinarla al narcotráfico también se apoderaron de un territorio al que denominaron Tiñovancani, a pesar de que existe una comunidad asháninka del mismo nombre que colinda con Catungo Quimpiri y que ahora pertenece al nuevo distrito Unión Asháninka (La Convención, Cusco).

El falso Tiñovancani se inició hace 10 años, con la llegada de Víctor Manuel Isla, un nativo asháninka que se asentó junto con su familia en un punto alejado de la comunidad. Cuando quisieron expulsarlo, Isla argumentó que era asháninka y no podían dar la espalda a un hermano. La comunidad le permitió asentarse.

Un pueblo sin bosques

“Víctor Manuel Isla se metió en una pampa de Catungo Quimpiri a la que bautizó como Tiñovancani. Cuando fuimos al falso Tiñovancani encontramos, en lugar de nuestros bosques, casas y cocales”, relató el presidente del Comité de Autodefensa de Catungo Quimpiri, Junior Merino Mantilla.

Dos nativos de la propia comunidad asháninka, los hermanos Roberto y Óscar Taype Beatriz, también permitieron el ingreso de colonos en Catungo Quimpiri. Roberto Taype bautizó su zona como Tsonkiriari y su hermano Óscar Taype fundó la zona de Manantial. Ambos arrendaron y vendieron terrenos de la comunidad asháninka a colonos que luego destinaron los predios al cultivo de hoja de coca para el narcotráfico.

La comunidad denunció a los hermanos por invasión de terrenos, pero el caso fue archivado por las autoridades argumentando que, por ser ya ancianos e iletrados, no sabían lo que hacían.   

Titular. El presidente del Comité de Autodefensa de Catungo Quimpiri, Junior Merino Mantilla. Foto: difusión

“Están desapareciendo los bosques que nos permiten mantener nuestra dieta alimenticia, porque aquí comemos lo que cazamos. Hay mucha inoperancia, no hay una sola persona presa por la invasión de nuestras tierras, en las que luego se cultiva hoja de coca. La comunidad está cansada frente a un Estado que no hace nada para detener la destrucción de nuestros bosques”, dijo una desalentada Clementina Shinkireri Quispe, jefa de la comunidad indígena de Catungo Quimpiri. Ella también relató que, por defender sus territorios, los colonos y los narcotraficantes los han amenazado.

Los sectores de falso Tiñovancani, Unión Quimpiri y Tsonkiriari han crecido tanto que ahora parecen un solo pueblo. La policía ha encontrado y destruido pozas de maceración en Unión Quimpiri y Manantial, y se conoce por informantes que estas también existen en los territorios de falso Tiñovancani y Tsonkiriari. De las 8.000 hectáreas que poseía la comunidad, por lo menos 2.000 han sido arrebatadas por los colonos para dedicarlas plenamente al cultivo de hoja de coca para el narcotráfico.

El presidente de la Central Asháninka Río Ene, Ángel Pedro Valerio, pidió al Gobierno erradicar las plantaciones de hoja de coca en los terrenos de las comunidades indígenas de Catungo Quimpiri y Centro Tsomabeni, que son las zonas más afectadas por la invasión de colonos dedicados al cultivo ilícito de la hoja de coca.

La solicitud de Valerio hizo que los colonos cocaleros de las distintas zonas de Catungo Quimpiri se unieran y amenazaran a los asháninkas. Con la comunidad aterrada y temerosa de salir al frente, el jefe de ese momento de Catungo Quimpiri, Wagner Vega, tuvo que aclarar que su comunidad no había pedido erradicación de hoja de coca. Mientras no haya una intervención desde el Estado, los asháninkas seguirán perdiendo sus bosques y los narcotraficantes continuarán ganando más terreno.

Lideresa. Clementina Shinkireri Quispe pidió acción al Estado. Foto: difusión

“Si no sembramos, ¿qué nos queda?”

La comunidad asháninka de Gran Shinongari (distrito de Kimbiri, La convención, Cusco) ha perdido sus bosques por la tala de árboles, que ha dado paso a los sembríos de hoja de coca. En 2022, Devida registró 992 hectáreas de dichos cultivos.

“A nosotros no nos han invadido, lo que tenemos son asimilados. Y ellos tienen tanto derecho de sembrar hoja de coca como el asháninka, pero nosotros sembramos para consumo”, arguyó el jefe nativo de Gran Shinongari, Nelson Benacho Saavedra.

“Nosotros en Gran Shinongari nunca vamos a pedir erradicación porque nosotros sembramos la coca y sabemos a dónde mandarla, porque si no hay un desarrollo para la comunidad, ¿qué nos queda? Pues sembrar para comer. Pero no sembrar excesivamente, sabemos calcular nuestro sembrío, los asimilados también siembran su coca”, precisó el dirigente asháninka.

Visión. Hay responsabilidad de municipios, dice Irupe Cañari. Foto: difusión

Datos

Extensión. De las 18.076 hectáreas de hoja de coca en territorios de pueblos indígenas, 5.486 (30,3%) se ubican en territorios asháninkas, según informe de Devida de 2023.

Dimensión. Otras 4.201 hectáreas de los cocales se ubican en predios de los quechuas, y 2.244 en áreas del pueblo ticuna.

El dato

Un puñado de colonos invadieron el terreno asháninka y lo nombraron falsamente como Tiñovancani. Ahora es todo un poblado dedicado al cultivo de hoja de coca.

Así llegamos a Catungo Quimpiri