Tras dos años de pandemia y pese a la amenaza de la cuarta ola de la COVID-19, miles de devotos y curiosos llegaron hasta la provincia cusqueña de Paucartambo, Cusco, para la celebración religiosa en honor a la Virgen del Carmen.
Del 15 al 17 de julio, la alejada provincia ubicada en la ceja de selva cusqueña se viste de color, fe y música para celebrar a su santa patrona, a quien de cariño llaman la Mamacha del Carmen. Fue coronada por el Papa Juan Pablo II en el año de 1985.
En el tercer día de fiesta, los integrantes de las 19 comparsas que acompañan las festividades la dedican a recordar a sus santos difuntos, con misas y una romería al cementerio de la localidad.
El viejo panteón paucartambino se vistió de color con la presencia de los danzantes. Pese a las restricciones y las medidas sanitarias, el camposanto se llenó de personas para ser testigo de la tradición donde las comparsas en medio de bailes, música y rezos recuerdan a los que ya no están y bailan para la virgen en el cielo.
Los bailarines se quitan sus máscaras y lo colocan al pie de la tumba del difunto como señal de respeto por el difunto. Generalmente, es el caporal de cada danza quien le dedica una semblanza al difunto.
Los bailarines se quitan sus máscaras y lo colocan al pie de la tumba. Foto: URPI/Luis Álvarez
Luego empieza la danza al compás de las bandas de músicos, violines, armas, quenas y tambores con las melodías andinas. Bebidas también acompañan la celebración.
Tras la romería, los danzantes se repliegan a sus cuarteles o cargos wasis para prepararse para la guerrilla que es el desenlace de la festividad. En ella se enfrentan los Qhapaq Qollas, viajeros del Altiplano que llegan a Paucartambo para llevarse a la virgen a sus tierras, lo cual es evitada por Qhapaq Chunchos, pobladores de la selva que custodian a la santa imagen.