Somos un país que banaliza la violencia contra las mujeres a tal extremo, que aún circula la frase del llamado Amor serrano: más me pegas más me quieres. Son las rémoras de una corriente de opinión que, a inicios del siglo pasado, mantenía la imagen del indígena como una bestia de carga, traicionera, sucia y sólo apta para ser una máquina, esto último asegurado en 1930 por Alejandro Deustua, rector de la Universidad de San Marcos.
Antes que llegaran las feministas a alborotar el escenario, la violencia contra la mujer no existía pues como todo asunto privado se arreglaba en casa, aunque podría convertirse en un evento cómico para recordarnos el “amor serrano” y ventilar el desprecio a las indígenas, cochinas y degradadas como sus hombres, que aceptaban las golpizas pues eran una demostración de amor.
Hasta que el Estado se hizo cargo, y con leyes y encuestas fue iluminando que casi siete de cada diez peruanas han sufrido algún tipo de violencia física, psicológica o sexual de parte de sus parejas o exparejas. Porque ordenarle a la compañera que se calle, que no opine, porque es bruta y no sabe de lo que habla, es violencia. Así como decirle que abra nomás las piernas, total, si no le cuesta nada. O restringirle las visitas a su familia o a sus amigas, o revisarle los mensajes del celular. Todo eso es violencia, porque es una validación del poder de una persona sobre otra, sea sutil o a lo mero macho. Y así llegamos a cerca de 150 mujeres asesinadas este año, pese a que decenas de ellas contaban con medidas de protección contra sus abusadores.
Pero los números podrían ser engañosos; las tasas son más interesantes: sobre cien mil mujeres, cuántas fueron asesinadas. El año pasado en El Salvador, 6.8 mujeres; en Honduras, 5.1; en Bolivia, 2.3; en Guatemala, 2. En Perú, 0.8 y en Uruguay, 1.7.
La tasa de feminicidios en Uruguay es un dato bizarro. Con altos índices de desarrollo social y uno de los países menos desiguales de la región, en el 2012 se despenalizó el aborto; al año siguiente se aprobó la ley de matrimonio igualitario. Cómo explicar ese dato de mujeres asesinadas en un país de amplios márgenes democráticos. Los investigadores lo llaman “La paradoja nórdica”. Dinamarca, Finlandia y Suecia encabezarían el porcentaje de agresiones físicas y sexuales contra las mujeres entre los países de la Unión Europea, en asombroso contraste con la paridad de género que exhiben; son los más igualitarios en el mundo. Por ejemplo, en Suecia, el 44% del parlamento tiene presencia femenina y la tasa de empleo de las mujeres llega al 78%. Pero en el 2017, en Dinamarca, un país de unos seis millones de habitantes, 5.100 mujeres fueron víctimas de violación o de intento de violación.
El estudio que comentamos sugiere que en los países nórdicos las mujeres han logrado poder y los hombres lo están resistiendo, reaccionando violentamente. Es una lectura en línea con las que se hacen en Perú sobre los feminicidios: las mujeres mueren cuando dicen no. La moraleja de la historia podría ser aterradora, en especial para quienes creen que cambios drásticos suceden sin conflicto. No es así. Es como en la lucha de clases, preguntémoslo a don Carlos (Marx).
1. Intimate partner violence against women and the Nordic paradox. Enrique Gracias y Juan Merlo. https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/ S027795361630140X