"Es mi hija. Yo siento como si siempre la estuve esperando", dice Federico Suárez (42) al referirse a Rocío, su pequeña de 5 años que, aunque no nació de él, es la razón de su vida.Mientras la observa jugar con una cámara fotográfica de juguete, recuerda el día en que vio por primera vez a la niña, que en ese entonces tenía 2 años. "Estaba con mi esposa en la sala de espera de la Dirección General de Adopciones y escuchamos la voz de una pequeña que decía 'pa, ma, Chio'". Apenas nos vio, se abalanzó contra nosotros. Yo supe que era ella".Sin embargo, además de esperar cerca de dos años por el proceso de adopción, lo más difícil fue el tiempo que le llevó entender que era estéril y que adoptar era una manera de dar el amor que llevaba guardado."Vivía una vida común y corriente, con planes como todas las parejas. Me fue difícil aceptar que era estéril, hasta que en un retiro espiritual entendí que la adopción es concebir desde lo más hondo de tu corazón".Federico y su esposa planean adoptar otro niño, pues saben que ser padre es dar la vida más allá de la concepción.Volvió a darle la vidaHace casi un año, Luciana, con solo ocho meses de edad, volvió a tener la oportunidad de vivir sana gracias a su padre, Gustavo Castro Pérez (43). A su corta edad, la niña padecía de cirrosis por atresia de vías biliares y, en ese momento, no existía un donante cadavérico.Tras varios días de espera, un médico le dijo a Gustavo que él podía ser donante. Solo debía bajar 20 kilos. No lo dudó dos veces y hoy su hija está sana. ❖