Con una intervención artística buscan revertir los efectos de la violencia política de los años 80, en las comunidades nativas Poshonari y San Isidro Sol de Oro, en en el distrito de Mazamari, provincia de Satipo, región Junín.,Un ataque de Sendero Luminoso en 1993 mató a más de la mitad de los pobladores de la comunidad ashaninka de San Isidro Sol de Oro, en el distrito de Mazamari, provincia de Satipo, región Junín. Ahora, en dicha comunidad, un proyecto que utiliza el arte busca ayudar a los descendientes de los sobrevivientes a superar los traumas que ha dejado esa amarga experiencia. "Cambiar las secuelas; convertirlos en poblaciones alegres", dice el coordinador del proyecto "Colores de Esperanza para mi Pueblo", Brener Meza Fugueroa. PUEDES VER Al menos 25 familias asháninkas fueron expulsadas de sus territorios ancestrales por hombres armados La historia La Comisión de la Verdad y Reconciliación ha documentado la masacre de Sendero Luminoso contra los nativos de la siguiente manera: "El 18 de agosto de 1993, unas 150 a 300 personas desconocidas, entre los cuales se encontraban nativos, ingresaron a las comunidades de Monterrico, Sol de Oro, Tahuantinsuyo, Camavari, Santa Isabel, Unión Cubaro, San Francisco de Cubaro y Pueblo Libre, pertenecientes al Valle del Tsiriari (...), dando muerte con armas blancas a 72 pobladores, entre ellos 16 menores de edad". Los hechos violentos también dejaron 9 heridos, entre ellos 8 menores. "Cometieron también abusos sexual y sustrajeron bienes de las casas de la víctimas", agrega la CVR. La República también reportó el hecho, describiendo el horror de que las víctimas primero fueron ahorcadas y luego descuartizadas con machetazos, y agrega que en realidad el número de muertos llegaría a 87, puesto que "muchos cadáveres fueron arrojados al río". El proyecto En un video-documental que circula en Facebook, la Municipalidad Distrital de Mazamari, explica la idea del proyecto "Colores de Esperanza para mi Pueblo", que busca revertir las secuelas de esa violencia, es recuperar la autoestima de los descendientes de aquella masacre. Para ello, con la intervención de artistas plásticos, los jóvenes de la comunidad han pintado murales con colores vivos en las fachadas de sus viviendas de madera. Esa acción se complementa con talleres de capacitación y de fortalecimiento de la autoestima.