En la siguiente entrevista, el politólogo Fernando Tuesta Soldevilla señala que el JNE no debe postergar su decisión sobre si los legisladores del Congreso disuelto pueden postular en enero. También ofrece sus impresiones sobre lo que se puede esperar del nuevo Legislativo: más fragmentado, pero menos obstruccionista.
¿Pueden postular en enero los congresistas del Parlamento disuelto?
Uno puede tener una u otra posición, pero cuando se va a una elección las reglas tiene que ser claras, porque se puede perjudicar a partidos, candidatos y electores. El Jurado Nacional de Elecciones (JNE) no puede esperar a tomar una decisión recién cuando se presenten los casos. Acá están involucrados varios procedimientos que pueden llevar a situaciones complicadas. Algo clave es la carga procesal. Estamos hablando de un calendario corto, ¿por qué no se puede tomar una decisión de manera anticipada?
¿Qué podría ocurrir?
¿Qué pasa si se presentan muchos candidatos que han sido congresistas y los Jurados Electorales Especiales, que son autónomos, admiten algunas inscripciones y otras no? El JNE tiene entre sus mandatos garantizar la legalidad de los procesos electorales, y el marco legal tiene que ser claro, no interpretable.
Lo que sí está claro es que los legisladores de este Congreso disuelto no pueden postular el 2021, ¿cierto?
Bueno, algunos podrían argumentar que la del 2021 no sería una reelección inmediata porque acabaron su mandato el 2019 y en el medio hubo otra elección. Para mí no se puede, aunque entiendo que hay otras interpretaciones y, por eso mismo, el JNE tiene que pronunciarse y aclarar las cosas.
¿Cómo cree que será el nuevo Congreso?
Va a ser distinto, eso para empezar. No va a ser uno con una mayoría absoluta de un solo partido, y menos de oposición. Esto ya es una gran diferencia. Por eso, va a haber más escaños para repartir. Si en el 2016 entraron 6 bancadas, acá podrán entrar entre 8 y 10, por lo menos.
¿Un Pleno más fragmentado?
Efectivamente, va a ser más fragmentado. No olvidemos que hemos tenido un Pleno en el que la mayoría tenía 73 escaños y el segundo tenía 20. Eso no se ha visto nunca en la historia republicana del Perú, que un solo partido opositor tenga esa mayoría con esa diferencia.
¿Cuáles podrían ser las consecuencias de ese fraccionamiento?
Que haya más equilibro entre las fuerzas opositoras y aquellas bancadas que no tendrán un perfil de enfrentamiento con el gobierno. Obviamente, va a importar mucho quiénes van a llegar. Puede haber una mixtura, entre gente de experiencia política y otros que pueden querer probar. Sobre todo, porque los partidos no tienen la capacidad de colocar a 130 cuadros suyos, entonces va a tener que haber invitados.
130 ahora y 130 en año y medio. 260 en total.
Así es, 260 en año y medio, efectivamente. Por eso habrá muchos invitados. Y ojo que los invitados son los primeros candidatos a irse de la bancada…
Quizás con una gestión de alcance más bien corto haya memos deserciones.
Es cierto. Pero de que va a haber movilidad interna, la va a haber.
¿Será un Congreso más colaborador?
En todo caso, menos obstruccionista. Lo que no significa que el Parlamento no deba cumplir su función de control. He escuchado nombres interesantes que podrían entrar y dudo que ellos se allanen y acepten todo del Ejecutivo. Es más, no sé si a las bancadas les convenga aparecer como cercanas a un gobierno que va a tener la exigencia de mejorar los resultados de su gestión, y si eso no se cumple el presidente Vizcarra va a empezar a perder apoyo ciudadano.
Sobre eso, ¿a qué temas debería prestarle atención el Ejecutivo?
Debiera abocarse a algunos pocos temas, por ejemplo, la reforma política, y por una razón: sería bueno tener un conjunto de reglas importantes para iniciar un nuevo siglo de república. La reforma quedó incompleta y algunas normas quedaron desnaturalizadas.
Planteaba el tema también porque, visto lo ocurrido en Chile, se ha empezado a debatir sobre si eso podría ocurrir acá y si el gobierno de Vizcarra podría hacer algo para aminorar el descontento social.
Lo que ha ocurrido en Ecuador y en Chile tiene pocas probabilidades de que pase también en el Perú, pese al impacto que esto ha generado.
¿Por qué razón?
Porque ha habido un desfogue político, sobre todo. Para empezar, en el Perú toda la élite política está investigada o procesada, de todos los partidos y de todos los colores. Con todas las críticas que se les pueda hacer, dos fiscales son la referencia nacional. Eso nunca ha pasado, pero denota una característica del momento. Es más, la propia disolución del Parlamento ha sido un alivio de la presión. No estoy diciendo que no haya movilizaciones. De hecho, las protestas locales las hay siempre, sobre todo las que tienen que ver con conflictos medio ambientales.
¿Qué piensa de lo que ha ocurrido con Nuevo Perú?
La decisión de ella es errada, con un costo alto. Lo más significativo es que cinco excongresistas se han retirado, junto con otros menos conocidos. Jugársela toda por este acuerdo, me parece, le va a traer consecuencias. En realidad, ya se las está trayendo. Si tenía alguna llegada a sectores medios de izquierda, está camino a perder eso. Ha decidido irse hacia un espacio de más radicalización…
Más a la izquierda.
Sí, más a la izquierda. Pero incluso en ese sector hay otros personajes como Gregorio Santos que manejan bases. Mendoza estuvo a punto de pasar a la segunda vuelta, pero creo que ha dilapidado buena parte del capital electoral interesante que consiguió.