Por: Daniel Parodi, docente en la Universidad de Lima y de la PUCP.
Repasar los mensajes a la nación de los presidentes del Perú, equivale a repasar la historia de la república y sus avatares. Estos mensajes constituyen una radiografía de nuestra vida independiente en la que se observan las huellas de tantas batallas libradas por la democracia o de tantos golpes de estado perpetrados en su contra.
Su antecedente más directo no es otro más que la proclamación de la Independencia pronunciada por San Martín en Lima el 28 de julio de 1821, cuando señaló que “El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende”. Sin embargo, la lucha por la libertad no concluyó ese día y se prolongó tres años más. Por ello, el 10 de febrero de 1825, tras concluir con la gesta emancipadora, el Libertador Simón Bolívar se dirigió al Congreso, nos advirtió sobre futuras dictaduras y exclamó: ¡Legisladores! Al restituir al Congreso el poder supremo que depósito en mis manos, séame permitido felicitar al pueblo, porque se ha librado de cuánto hay de más terrible en el mundo: de la guerra, con la victoria de Ayacucho, y del despotismo con mi resignación. Prescribid para siempre, os ruego, tan tremenda autoridad.
Concluida la Guerra de Independencia, el Perú inició un largo periodo de anarquía militar solo atenuado durante los dos Gobiernos de Ramón Castilla, de 1845 a 1851 el primero, y de 1855 a 1862. Fue a partir de entonces que los mensajes a la nación comenzaron a pronunciarse con más frecuencia cada 28 de julio. El último que Castilla le dirigió a los peruanos fue pronunciado ante el Congreso en 1862. Aquella vez, el militar tarapaqueño expresó, con meridiana claridad, las grandes contradicciones de una república liberal que se gobernaba más con la espada que con los votos: “en cualquier situación y circunstancias, mi brazo y mi espada estarán prontos siempre a emplearse en la defensa y sostén de la independencia y soberanía de la República, de las instituciones democráticas, de la inviolabilidad del Congreso y de la autoridad del Gobierno”.
Los años siguientes al gobierno de Ramón Castilla se instauró nuevamente la anarquía militar por lo que casi no encontramos mensajes presidenciales pronunciados el 28 de julio sino hasta los gobiernos de José Balta y Manuel Pardo entre 1869 y 1878. En 1879 estalló la Guerra del Pacífico y la inestabilidad política se instaló en el corazón de la República. Por esta razón, sólo el 28 de julio de 1881, y en Ayacucho, debido a la ocupación chilena de Lima, el dictador Nicolás de Piérola se dirigió a los representantes de la nación y exclamó: “El Perú, infortunado en el campo de batalla, ha mantenido la noble actitud que su deber le prescribía; y si no llega a olvidarlo, hallará, por fin, la satisfacción de sus derechos y se levantará curado de los males que trajeron su desgracia”. Casi 10 años después, el 28 de julio de 1890, al transferir el poder al culminar su mandato, el héroe de La Breña, Andrés Avelino Cáceres, afirmó en el Congreso: “Recibí ayer la gerencia de un país arruinado y empobrecido por la guerra; hoy, al volver a la vida privada, cábeme la satisfacción de dejar un país reconstituido a la sombra bienhechora de la paz”.
Desde fines del siglo XIX, los mensajes presidenciales, con pocas excepciones, se pronunciaron el 28 de julio. Entre ellos, los más recordados suelen ser aquellos en los que se produce una transición democrática y se pronuncian, consecutivamente, el discurso de despedida del gobernante saliente, y la juramentación y mensaje del mandatario que inicia sus funciones. Sin embargo, si el siglo XIX se caracterizó por las revoluciones de los caudillos militares, el siglo XX nos ofreció más dictaduras que gobiernos constitucionales. Por ello, han sido relativamente pocos los cambios de mando que se han producido en el Congreso, de un presidente civil elegido democráticamente a otro similar.
Uno de estos casos fue la transferencia de mando del presidente Fernando Belaúnde Terry, de Acción Popular, a su homólogo Alan García Pérez, del APRA, el 28 de julio de 1985. Ese día, Belaúnde le expresó a la representación nacional que “cumplido mi segundo periodo presidencial me presento con honda satisfacción patriótica al Congreso, origen y destino de un lustro de gobierno democrático que, por fortuna, se proyecta al porvenir en la saludable alternancia de Poderes. La historia anotará esta memorable transmisión del mando en legitimidad”. 4 años después, durante las fiestas patrias de 1989 y refiriendo la lucha antisubversiva, García se dirigió a senadores y diputados: “me dirijo a la población, especialmente a la población limeña que no cayó en el juego de la subversión, en su estrategia de paro armado, para demandar su confianza en las acciones de la Fuerza Armada y de la Policía Nacional”.
Desde que ingresamos al siglo XXI, los presidentes democráticos se han sucedido unos a otros y, aunque en todo este tiempo el clima político y la marcha de las instituciones republicanas, no han sido los ideales, sí podemos señalar que, desde Valentín Paniagua hasta Martín Vizcarra, todos ellos han sido investidos en el Congreso y dentro del marco de la Constitución y las leyes.
Debido a los azares de la vida política de nuestro país, muchos mensajes presidenciales no se pronunciaron el 28 de julio. Este fue el caso del Teniente Coronel Luis Sánchez Cerro quien juramentó el 8 de diciembre de 1931. Su discurso, al igual que en el caso de Ramón Castilla, expresó las grandes paradojas de una república democrática gobernada por miembros de las fuerzas armadas: “Hijo de la democracia, sintiéndola ardorosamente en mi pensamiento y en mi corazón, yo os ofrezco por mi honor de soldado cumplir el compromiso que acabo de contraer de fidelidad a sus principios”
Finalmente, algunos mensajes a la nación no fueron pronunciados por presidentes, aunque sí el 28 de julio. Este es el caso Víctor Raúl Haya de la Torre, quien, en 1978, se dirigió al Congreso Constituyente, que inauguraba sus sesiones en medio de una difícil transición a la democracia desde el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada (1968 – 1980). Ese día, el patriarca del APRA expresó lo siguientes: “Cuando el pueblo se reúne en Asamblea Constituyente, que es el primer Poder del Estado, vuelve al origen de su ser político y es dueño de organizarse con la más irrestricta libertad, nadie puede fijarle temas, ni actitudes, como no sean sus propios integrantes por la expresión democrática del voto”.
Los mensajes a la nación, en las repúblicas liberales, tienen por objetivo que el poder ejecutivo, a través del presidente, informe al poder legislativo sobre la marcha del gobierno y del país. Así lo contemplan todas nuestras constituciones desde la primera, que data de 1823, hasta la más reciente que data de 1993. Aunque el lenguaje ha cambiado y cada mandatario, según su estilo, ha preferido enumerar obras públicas o señalar las metas más generales de su administración, lo cierto es que el mensaje presidencial es, en el Perú, una institución incluso más antigua que la propia república.
Bastaría remontarse al 3 de agosto de 1814, en el Cusco, cuando el bando rebelde de los hermanos Angulo y Mateo Pumacahua, a través de una proclama, declaró su autonomía de España. En esas circunstancias, José Angulo, criollo local, fue designado presidente de la junta de autogobierno y capitán general de las armas de la patria de las provincias de Cuzco, Puno, Guamanga y La Paz. Y entonces no existía el 28 de julio, no como hoy lo conocemos, y aunque, en sentido estricto, no se conformó una república, sí se erigió una Junta de Gobierno independiente del yugo español.
Este 28 de julio asistiremos a una nueva versión del mensaje a la nación de fiestas patrias que esta vez será pronunciado por el presidente de la república Martín Vizcarra. Como todos los años, la expectativa es grande. Además, nuestra república atraviesa por un periodo muy especial pues está buscando reformarse ella misma. Es lo deseable que dichas reformas nos traigan muchas más fiestas patrias en las que un ciudadano o ciudadana, vestido de civil y portando la banda presidencial, se dirija a la nación, a través de su representación parlamentaria, y marque el rumbo de la consolidación de nuestras instituciones democráticas, siempre dentro del marco de la constitución y las leyes.
Sección Segunda, Artículo 80, inciso 10:
Son facultades exclusivas del Presidente dar cuenta al Congreso, en cada legislatura, de la situación política y militar de la República, indicando las mejoras o reformas convenientes en cada ramo (Constitución Política de 1823)
Título IV capítulo IV Artículo Nro 118, inciso 7
Corresponde al Presidente de la República dirigir mensajes al Congreso en cualquier época y obligatoriamente, en forma personal y por escrito, al instalarse la primera legislatura ordinaria anual. Los mensajes anuales contienen la exposición detallada de la situación de la República y las mejoras y reformas que el Presidente juzgue necesarias y convenientes para su consideración por el Congreso. Los mensajes del Presidente de la República, salvo el primero de ellos, son aprobados por el Consejo de Ministros. (Constitución política de 1993)