La crítica radical de Marx al capitalismo industrial cuestiona el carácter deshumanizante que adopta el proceso productivo capitalista, que aliena a los trabajadores, los despoja de sus facultades creativas.,La crítica radical de Marx al capitalismo industrial cuestiona el carácter deshumanizante que adopta el proceso productivo capitalista, que aliena a los trabajadores, los despoja de sus facultades creativas y los somete al dominio de entidades que los propios seres humanos crean, que se objetivan como potencias independientes y dominadoras, que se vuelven contra sus creadores. Es lo que sucede con la maquinaria en el capitalismo industrial. La teoría de la alienación fue descalificada por el filósofo francés Louis Althusser como una elaboración juvenil de un Marx inmaduro, pre marxista, que éste abandonó a llegar a su madurez. Pero el Marx maduro realizó el mejor desarrollo de su teoría en los Grundrisse…, en la plenitud de su madurez. El proceso de producción capitalista, dice Marx, desarrolla a la máquina como el medio de trabajo adecuado a sus objetivos, y esta se plasma en “un sistema automático de maquinaria … puesto en movimiento por un autómata, por fuerza motriz que se mueve a sí misma; este autómata se compone de muchos órganos mecánicos e intelectuales, de tal modo que los obreros mismos solo están determinados como miembros conscientes de tal sistema” (Marx 1973: 218). Dicho en otras palabras, los obreros se convierten en una pieza de la máquina, equiparables a cualquier pieza mecánica inerte, con la misma carencia de voluntad e iniciativa que estas. A diferencia de la herramienta en manos del artesano, la máquina no es un instrumento a través del cual el trabajador aplica su trabajo a la materia prima que quiere transformar. El obrero “no hace más que trasmitir a la materia prima el trabajo o acción de la máquina, [a la] que vigila y preserva de averías. No es como en el caso del instrumento, al que el obrero anima, como a un órgano, con su propia destreza y actividad, y cuyo manejo depende por tanto de la virtuosidad de aquel. Sino que la máquina, dueña en lugar del obrero de la habilidad y la fuerza, es ella misma la virtuosa, posee un alma propia presente en las leyes mecánicas que operan en ella, y así como el obrero consume comestibles, ella consume carbón, aceite, etc. … con vistas a su automovimiento continuo” (Marx 1973: 218-219). La alusión al “automovimiento continuo” ha llevado a leer este párrafo como una anticipación genial de Marx de la era de la automatización y de ingenios productivos autónomos, manejados por una inteligencia artificial, como los robots. Esto es un error. De lo que Marx habla es de la apropiación por la burguesía de un capital social de conocimiento acumulado históricamente, en forma de ciencia y tecnología, que se incorpora a la maquinaria en su construcción, que utiliza las leyes de la naturaleza de acuerdo con los intereses del capital: “La acumulación del saber y de la destreza, de las fuerzas productivas generales del cerebro social, es absorbida así, con respecto al trabajo, por el capital y se presenta por ende como propiedad del capital, y más precisamente del capital fixe [capital fijo, específicamente la maquinaria]” (Marx 1973: 220). La maquinaria no es pues un instrumento que el obrero utiliza, sino éste es utilizado por aquella y puesto a su servicio. La actividad del obrero “está determinada y regulada en todos los aspectos por el movimiento de la maquinaria, y no a la inversa. La ciencia, que obliga a los miembros inanimados de la máquina -merced a su construcción- a operar como un autómata, conforme a un fin, no existe en la conciencia del obrero, sino que opera a través de la máquina como poder ajeno, como poder de la máquina misma, sobre aquel”. El trabajador es despojado así de su intervención pensante, creativa, y se convierte en un simple apéndice de la máquina: “El trabajo se presenta, antes bien, solo como órgano consciente, disperso bajo la forma de diversos obreros vivos presentes en muchos puntos del sistema mecánico, y subsumido en el proceso total de la maquinaria misma, solo como un miembro del sistema cuya unidad no existe en los obreros vivos, sino en la maquinaria viva (activa), la cual se presenta frente al obrero, frente a la actividad individual e insignificante de este, como un poderoso organismo” (Marx 1973: 219). Es la máquina y no el obrero quien incorpora la potencia del conocimiento en la producción: “En la maquinaria, la ciencia se le presenta al obrero como algo ajeno y externo, y el trabajo vivo aparece subsumido bajo el objetivado, que opera de manera autónoma” (Marx 1973: 221). Continuaré.