Quijano sin duda es uno de los intelectuales que con más ahínco ha desarrollado ese espíritu arguediano para poder intentar entender el dolor profundo de nuestros quiebres como nación de múltiples culturas y formas de ver el mundo. ,En 1965 Aníbal Quijano era un joven sociólogo y profesor sanmarquino que participó de la famosa Mesa Redonda sobre la novela de José María Arguedas “Todas las sangres” organizada por Jorge Bravo Bresani y Sebastián Salazar Bondy en el IEP. La participación de los sociólogos vs los literatos fue tensa, llena de fricciones y Arguedas salió muy golpeado de una serie de comentario, sobre todo de los de Henri Favre. Los comentarios de los sociólogos, en realidad, buscaban que la novela respondiera más a un tratado de sociología que a una obra de ficción. Arguedas le escribe a John Murra una carta posterior a este encuentro intelectual pugilístico y califica a un joven y soberbio Aníbal Quijano como el “Príncipe de los Sociólogos”. De esos años en que Quijano analizaba los procesos de migración en el Perú denominándolos “procesos de cholificación” hasta finales del s.XX y comienzos del s.XXI cuando desarrolla su fundamental teoría de la “colonialidad del poder” el príncipe cedió a sus íntimas raíces andinas y como sostiene Rodrigo Montoya en una elegía que escribió hace poco: “su deseo juvenil de cambiar el mundo, le duró toda la vida: muchas veces cantamos la samba Piedra y Camino, del gran poeta y cantor argentino Atahualpa Yupanqui , cuyos versos lo conmovían hasta a las lágrimas: “Del cerro vengo bajando/ camino y piedra/ traigo enredada en el alma viday/ una tristeza…” Quijano sin duda es uno de los intelectuales que con más ahínco ha desarrollado ese espíritu arguediano para poder intentar entender el dolor profundo de nuestros quiebres como nación de múltiples culturas y formas de ver el mundo. Pero Aníbal Quijano no es solo un gran intelectual peruano. Estamos hablando de uno de los padres de un nuevo tipo de pensamiento de izquierda para poder entender procesos de larga envergadura en Amėrica Latina, sobre todo, aquellos vinculados con lo que Quijano denominaba el “patrón de poder” instalado desde el “Descubrimiento de América”: el concepto de raza. Su propuesta de análisis histórico es la piedra de toque marxista y un elemento fundamental para entedernos: el racismo como parte del engranaje de la modernidad y como justificación del trabajo esclavo y servil que da inicio al capitalismo. Es cierto que estos conceptos se debatieron desde los tiempos de Leopoldo Zea y hoy se han divulgado en diferentes campos del conocimiento pero fue Quíjano quien los articuló y sistematizó en una propuesta teórica coherente desde 1992. Junto con Wallerstein y otros intelectuales pudo difundir sus ideas que están resumidas por el mismo en un extraordinario ensayo que todo peruano y peruana debe leer: “Colonialidad del poder, eurocentrismo y Amėrica Latina” publicado por el venezolano Edgardo Lander. Aníbal Quijano fue más considerado fuera que dentro del Perú: un ejemplo de ello son sus múltiples discípulos en Brasil, Argentina, Estados Unidos, Bolivia, Ecuador y las ediciones de libros de su obra. En nuestro país Ramón Pajuelo, Danilo de Assis Clímaco y la universidad Ricardo Palma pudieron acogerlo con sus investigaciones. Aníbal Quijano fue un tremendo maestro que, cuando era requerido, escribía, venía a clases, acompañaba con sus explicaciones ultra-didácticas, y sobre todo dialogaba con los jóvenes estudiantes. Cuando dirigí la carrera de periodismo lo invité varias veces a la Universidad Antonio Ruiz de Montoya y todas las veces vino sin esperar nada excepto oídos abiertos. El Perú es ingrato con sus intelectuales, pero no debe de serlo con este gran pensador. La mejor forma de no permitirlo es leerlo.