Hoy vivimos la paradoja de que el escenario económico internacional es bueno, y como país primario exportador debiera irnos muy bien, pero nuestra economía anda mal.,La reacción de los acusados de haber recibido “contribuciones” de Odebrecht para sus campañas presidenciales ha dado lugar a un chiste que circuló ampliamente por las redes sociales: “Nadie recibió nada. Empiezo a creer que Barata se tiró la plata”. Los comprometidos no rechazan ahora, luego de que habló Barata, que Odebrecht haya dado dinero para sus campañas, ni repiten el desafiante “no hay pruebas”, luego de que los abogados del delator premiado explicaran que si las hay, y que van a entregarlas a los fiscales peruanos. Buscan más bien cargar el muerto a otros. Según Alan García, Barata no lo ha mencionado a él y más bien ha dicho que entregó el dinero “a otra persona”, es decir Luis Alva Castro. Keiko tiene a Jaime Yoshiyama y a Augusto Bedoya. Kuczynski, por su parte, ha sido menos elegante y ha contestado “pregúntenle a la embajadora”, aludiendo a Susana de la Puente, su embajadora en Inglaterra, señalada por Barata como intermediaria. El pequeño problema que tienen es que el dinero de Odebrecht fue entregado para sus campañas, lo que los hace directamente responsables. La siguiente línea de defensa será ampararse en que en el Perú dar aportes a los candidatos no es delito. Pero sí hay delito si el dinero proviene de una fuente ilegal, y este es el caso con los fondos provenientes de la “unidad de operaciones estructuradas”, la encargada de distribuir los sobornos. Qué vaya a suceder en los meses próximos dependerá en buena medida de cuál será la reacción de los peruanos. La experiencia de América Latina durante los años 90 mostró que gobiernos corruptos disfrutaron de una amplia tolerancia mientras la economía estaba en expansión y había recursos para realizar una política redistributiva populista. Pero cuando se produjo una contracción de la economía y se agotaron los recursos para financiar el clientelismo se produjo una violenta reacción ciudadana, que hizo insoportable la corrupción y terminó con la caída de varios presidentes, como sucedió con Carlos Andrés Pérez en Venezuela, Collor de Melo en Brasil, Carlos Saúl Menem en Argentina, Gonzalo Sánchez de Lozada en Bolivia, Lucio Gutiérrez en el Ecuador y Alberto Fujimori, luego de la crisis del 98. Hoy vivimos la paradoja de que el escenario económico internacional es bueno, y como país primario exportador debiera irnos muy bien, pero nuestra economía anda mal. De acuerdo a datos aportados por Waldo Mendoza, las tasas de crecimiento del precio de las exportaciones y la del crédito bancario en dólares, que a principios del 2016 descendían a un ritmo anualizado de 15% la primera y de 20% la segunda, en los últimos meses vienen creciendo a 16% y 9% anual, respectivamente. “Mejor escenario externo, difícil”. Sin embargo, en medio de tan auspicioso escenario internacional, la economía peruana está paralizada. Con datos del Banco Central de Reserva, entre julio y diciembre del año 2017 hubo un descenso ininterrumpido del empleo urbano en empresas de más de diez trabajadores, algo que no se produjo ni siquiera en la crisis del 2008-2009. Las cifras del BCR muestran que la economía casi no crece desde julio del año pasado. El PBI de la manufactura no primaria, la principal fuente del empleo formal, ha caído en el 2017 por cuarto año consecutivo. Y en el 2017 la inversión pública y la inversión privada se encuentran en los mismos niveles del 2012 (Waldo Mendoza, “Parados, a pesar de los vientos favorables”, Gestión, 3 de marzo de 2018). El informe del pasado domingo de La República añade que 60,000 trabajadores de Odebrecht han sido despedidos, cientos de empresas han quebrado y la interrupción de la cadena de pagos está teniendo efectos dramáticos a muy diversos niveles. ¿Qué puede explicar semejante frenazo? El problema principal es la crisis doméstica, provocada por el escándalo de corrupción que involucra a las organizaciones políticas, al Estado y a las elites política y empresarial. El crecimiento de 9% en el PBI de construcción que esperaba el MEF resulta poco realista cuando según la propia la ministra de economía, Claudia Cooper, las empresas comprometidas en los escándalos Lava Jato y del Club de la Construcción tienen en cartera proyectos por casi S/ 30 mil millones y más de S/ 10 mil millones en exposición bancaria que están paralizados. Si a la apatía actual le sigue en los próximos meses una amplia reacción ciudadana habrá que recordar el viejo lema de la campaña de Bill Clinton: “¡Es la economía, estúpido!”.