Si bien nada hay comparable al camino extremo del chavismo, el populismo de derecha también es parte de la realidad latinoamericana.,No es que las diferencias entre “izquierda” y “derecha” sean irrelevantes o que hayan desaparecido por completo en el mundo. Pero sí es cierto que esas diferencias son muchas veces borrosas o se distinguen más por formas que por contenidos. Y, en realidad, los grandes campos se definen por otras cosas. Pongamos el típico ejemplo simplista de la caracterización de la “izquierda” como aquella corriente que hace un manejo dispendioso y deficitario de los recursos fiscales. El ejemplo vivo más reciente es, por cierto, el del chavismo, llevado a su clímax por Maduro. La experiencia nos dice que un manejo deficitario puede ser también algo empujado por una disciplinada “derecha”. Así, en los EE.UU. son, paradójicamente, los gobiernos republicanos los que terminan con serios déficits y son más bien los demócratas los que arreglan el desbarajuste. Los demócratas –de “izquierda”- Clinton y, luego, Obama, arreglaron los déficit de Bush, padre e hijo, respectivamente. Y lo hará quien herede el tremendo déficit que Trump ya apunta a generar. Y, ¿en nuestros lares? Si bien las diferencias izquierda/derecha obviamente existen, la realidad de las cosas es que, primero, hay otros asuntos que constituyen los grandes temas de bifurcación y, segundo, porque son esos los que vienen marcando el curso de la historia. Sin negar que podría estar aquí simplificando las diferencias entre uno y otro planteamiento ideológico, hay, sin embargo, tres asuntos políticos, conceptuales y éticos mucho más importantes y definitorio que constituyen el verdadero “Rubicón” de nuestros tiempos. El primer asunto es el del populismo, que no es monopolio de la izquierda. En nombre de la “izquierda” en Venezuela se han dilapidado los recursos nacionales en nombre de la “revolución bolivariana”. Un aparato productivo destrozado y una sociedad en fuga es hoy el legado de Chávez y Maduro. Si bien nada hay comparable al camino extremo del chavismo, el populismo de derecha también es parte de la realidad latinoamericana. Sin ir tan lejos, el manejo político del gasto público para atarlo a la “generosidad” del líder fue el patrón de conducta del fujimorato durante los 90 mientras la economía crecía a ritmo muy lento. En su campaña electoral del 2016, por su parte, Keiko Fujimori abogaba por el uso masivo de los recursos fiscales acumulados para emergencias en el Fondo de Estabilización Fiscal. Pocas cosas más populistas que eso. Un segundo divisor de aguas son los nacionalismos retrógrados. Disfrazados, de “izquierda” o de “derecha”, confrontan con opciones autoritarios los valores democráticos del ordenamiento globalizado contemporáneo que se encuentran, por lo demás, expresados en tratados internacionales de obligatorio, como los de derechos humanos, aprobados por decisión soberana de gobiernos y parlamentos nacionales. Así, los anacrónicos planteamientos en los medios hechos en el Perú sobre la Corte Interamericana por algunos personajes del viejo régimen de los 90, hoy temporalmente resurrectos –todos ellos de “derecha”, y muy extrema- su prédica es exactamente igual a la del régimen venezolano. Se puede usar indistintamente el vocablo “Perú” o “Venezuela” y las lógicas argumentales son exactas, variando sólo en su forma: la Corte es “instrumento del imperialismo norteamericano” (Maduro dixit) o “de la izquierda y el terrorismo” (caverna local dixit) para concluir, ambos, en que “hay que retirarse de esa Corte”. El tercero y fundamental divisor de aguas es uno fundamental: la corrupción. Que, en su venalidad, fagocita tanto a personajes de “izquierdas” como de “derechas”, sin escrúpulos ni límite. En ese panorama tenebroso, que hoy agobia a buena parte de la región, las ideologías se tornan borrosas. La realidad nos llama a confrontando la ética y la transparencia cruzan un simbólico Rubicón contemporáneo generando graves consecuencias, más allá de las ideologías. Los factores que marcan los territorios en estos tiempos están, pues, en disyuntivas como las de decencia/indecencia, honestidad/corrupción y chauvinismo/globalización.