El arte popular, y más específicamente las tablas pintadas de Sarhua, están bajo la acusación de “apología al terrorismo”, en una campaña orquestada por el diario Correo y secundada por el parlamentario Carlos Tubino. ,El arte popular, y más específicamente las tablas pintadas de Sarhua, están bajo la acusación de “apología al terrorismo”, en una campaña orquestada por el diario Correo y entusiastamente secundada por el parlamentario Carlos Tubino. Una treintena de tablas donadas por una entidad norteamericana al Museo de Arte de Lima MALI, fueron acusadas por la Dincote de proterroristas y la ofensiva alcanzó a la directora del MALI, Natalia Majluf, a la que trucaron un par de fotografías, reemplazando en una el retrato de Bolívar que ella porta por la imagen de Abimael Guzmán y en la otra un disco dorado por una insignia con la hoz y el martillo. Esta infamia anónima alcanzó una gran difusión en las redes sociales gracias a que fue reenviada por el congresista fujimorista Carlos Tubino. Tubino decidió fundamentar su acusación de “apología al terrorismo” y tomó un fragmento de una tabla -aproximadamente una sexta parte de la composición- en el que aparecen dos senderistas colgando una bandera roja con la hoz y el martillo en una pared, lo que presenta como la evidencia indudable de que estamos frente a una obra prosenderista. Su “demostración” es más interesante por lo que omite que por lo que muestra, pues elimina varios elementos claves de la composición. En la esquina inferior izquierda suprime a los senderistas armados con fusiles que saquean una tienda, mientras el dueño se agarra la cabeza con las manos y su esposa llora sentada en el suelo, con un niño cargado sobre sus espaldas. Suprime asimismo la escena de la esquina inferior derecha, donde cuatro senderistas han roto la puerta de un negocio y están sacando su botín: bolsas de leche Gloria, algunas Coca Colas, aceite de cocina, una bolsa de Ace. Tubino omite, asimismo, la escena de la esquina superior izquierda, en que senderistas abalean la puerta de una casa, ante el horror de los propietarios, y la de la esquina superior derecha, en que senderistas armados rompen la puerta de una casa, a golpe de piedra y patadas. Y, lo más importante, elimina el texto que en el extremo superior izquierdo explica el contenido de la tabla: “Saquean tiendas y casas”, que describe detalladamente una incursión terrorista en que los senderistas se llevan sus prendas, artefactos, dinero, y las personas que resisten “son masacradas agredidas en comparación los hechos son imperdonables e increíbles”. Un personaje clave en esta historia es el maestro Primitivo Evanán, autor de varias de las tablas cuestionadas. En 1975 él realizó una exposición de tablas de Sarhua por primera vez en Lima y cuya fama ha ido creciendo desde entonces. Su arte ha sido expuesto en Alemania, Dinamarca, Israel, Estados Unidos, Suecia, Chile, Argentina. Fue especialmente importante la exposición en el Museo de la Reina Sofía de España. Ha recibido la Condecoración Nacional de las Palmas Artísticas en el Grado de Gran Maestro del Ministerio de Educación, el Premio Tricentenario de la Universidad San Cristóbal de Huamanga, el Premio Nacional Amautas de la Artesanía Peruana, y otros. El año 2005 participó en la ilustración de la primera edición de El Quijote de la Mancha en quechua. Acusar de “apología al terrorismo” al maestro Evanán comporta una paradoja sublevante: Sendero Luminoso consideró a Evanán un enemigo de la revolución y lo condenó a muerte. La empresa comunal de artesanía que había promovido fue destruida. Oportunamente avisado, se salvó de la ejecución que le habían programado y retornó a Lima. Ese sería el origen de sus tablas sobre la violencia del manchay tiempo, el tiempo del miedo. Evanán convirtió a las tablas de Sarhua en una crónica de la vida cotidiana de una comunidad andina: la producción agraria, los mitos y leyendas, el nacimiento, el matrimonio, la salud y la medicina popular, los rituales religiosos y profanos, etc. Cuando Sarhua se vio envuelta en el infierno de la guerra las tablas se convirtieron en un vehículo para registrar la tragedia, consignando los sufrimientos, las muertes, los ataques senderistas y los abusos cometidos por miembros de las fuerzas armadas. Pablo Macera llamó anteriormente la atención sobre la construcción de la memoria campesina de la guerra con Chile en la sierra central, que utilizó los mates burilados de Mayocc (Huanta) y las llicllas bordadas y las fiestas populares (la majtada. los avelinos) en el Valle Mantaro. Mientras la cultura erudita plasma su memoria histórica en estudios, ensayos, libros, cuadros, la cultura popular lo hace a través del arte popular. Las tablas de Sarhua son un vehículo inapreciable para recuperar la memoria campesina en torno al conflicto armado interno que tan profundamente hirió a la comunidad y a sus miembros.