El sistema financiero sigue estando frágil. La economía mundial lucha por recuperarse. El cambio climático se acelera. La digitalización y la globalización deprimen los salarios. La desigualdad de los ingresos continúa aumentando. Las turbulencias geopolíticas son cada vez más grandes. Las mentiras se presentan como verdades. La verdad no se verbaliza. Y la gente está enojada. Karl Marx pensó que el capitalismo sembraba las semillas de su propia destrucción, lo que lleva a una revolución. Creemos que, en lugar de ser fuerzas anónimas, son las políticas del Grupo de los 7 (EEUU, Alemania, Francia, Reino Unido, Japón, Italia y Canadá) las que socavan los fundamentos de la economía de mercado. La política monetaria del G7, su política fiscal y macroeconómica, de defensa y de cambio climático tienen una característica común: son laxas, irresponsables e imprudentes. Estos aprendices de brujos del G7 han construido un modelo de crecimiento impulsado por la deuda que conduce al próximo crack financiero. Juegan con el fuego de la guerra. Han construido un modelo de crecimiento con alto contenido de carbono que contribuye al calentamiento global. Estas políticas se presentan como “de interés público”. No es de extrañar, por ello, que se erosione la confianza en los congresistas y las instituciones. La gente siente que algo anda mal con las élites políticas y económicas del G7 que no asumen sus responsabilidades, lo que lleva a una crisis sistémica que cuestionará muchas de las creencias que el capitalismo ha construido. Los párrafos que anteceden provienen del Manifiesto “Se requiere una revolución” de Hervé Hannoun y Peter Dittus (1). ¿Son de algún grupo radical “anti sistema”? Pues no. Son ex altos funcionarios del Banco de Pagos Internacionales (BIS, en inglés), con sede en Basilea. Es una organización internacional financiera: el banco de los bancos centrales y la “crema de la crema” de las políticas monetarias. Dittus fue Secretario General del BIS del 2005 al 2016 y Hannoun su Gerente General Adjunto del 2006 al 2015. ¿Qué más dicen? “El gatillo de esta revolución será la pérdida de confianza en el mundo de ‘Alicia en el país de las maravillas’ que nos pintan. Ocurrirá cuando la gente se dé cuenta de que no se puede pagar el servicio de la deuda acumulada del G7. Y que los valores de los activos se inflaron por políticas monetarias que no pueden continuar. Ahí se verá que los tomadores de decisiones están desnudos”. El Manifiesto va a contramano de quienes afirman que el actual ciclo de crecimiento económico (que va para 10 años) tendrá varios años más de vida. Si eso es así, entonces los precios de las materias primas (que se han recuperado algo en el 2016 y 2017) seguirían en esa misma trayectoria en los próximos años. Listo el pollo. No hay de qué preocuparse porque los factores exógenos (precios de las materias primas, PBI mundial, tasas de interés, valor del dólar) nos serán favorables. Y se sabe que el crecimiento de la economía peruana depende en más de un 60% de factores exógenos. Eso lo reconoce el Marco Macroeconómico Multianual y todos los ministros de economía. Pero la cosa cambia si DyH tienen razón. ¿Qué es lo que más les preocupa? Pues las políticas de los bancos centrales de comprar los títulos de la deuda gubernamental (los bonos del Tesoro), que estaban en manos del sector privado, con el objetivo de bajar las tasas de interés a cero y proveer de liquidez barata a los empresarios para estimular nuevas inversiones. Resultado: la deuda de los bancos centrales está ahora en niveles inéditos: del 2007 a junio del 2017 ha subido de US$ 3 a 14 billones (trillones, en inglés). Dicho de otra manera: para salvar de la quiebra a los empresarios por la gran recesión del 2008, los bancos centrales del G7 se endeudaron hasta las orejas. Otrosí: esa deuda es ahora pública y ya no privada. Pero, ojo, los empresarios no han invertido y ese dinero se ha ido, en gran parte, a las bolsas de valores y de “commodities”, que han trepado a niveles inéditos, como producto de esa burbuja. Es por eso –y por otras razones expuestas en el Manifiesto– que DyH dicen que se requiere una revolución. ¿Estarán en lo correcto? En el Perú, si al descrédito de buena parte de la clase política por la corrupción –que debe seguir siendo investigada– y al ataque destructivo a las instituciones, se le agrega un shock externo negativo, no es difícil prever las consecuencias. Veremos qué pasa. (1) Revolution required: the ticking time bombs of the g7 model, octubre 2017. Https://goo.Gl/w9yy1a