Eric Hobsbawm, uno de los historiadores más importantes del siglo XX, señala a dos grandes acontecimientos como inicio del “corto siglo XX”: la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la gran revolución rusa que le siguió, en octubre de 1917. El corto siglo XX se cerró, afirma Hobsbawm, con la disolución de la Unión Soviética, en 1991. Tal es la importancia de la revolución rusa para la historia. A comienzos del siglo XX, el imperio zarista dominaba un vasto territorio sometido a un orden político de carácter feudal. Dos grandes revoluciones cambiaron su destino. La primera, de carácter democrático, aconteció en 1905 y fue una consecuencia de la derrota de las fuerzas armadas del zar en la guerra ruso-japonesa. Esta provocó una profunda convulsión social que obligó al zar a otorgar concesiones a las fuerzas que pugnaban por construir una Rusia moderna. Se instauró un parlamento (la Duma) y por un corto periodo Rusia funcionó como una monarquía parlamentaria constitucional. Pero apenas el zar y la nobleza se sintieron nuevamente fuertes, destruyeron las conquistas democráticas y el gobierno volvió a ser ejercido con mano de hierro por la casta feudal que se oponía a todo cambio. A pesar de su estructura política feudal, el gran imperio zarista no era inmune a los cambios que acompañaban a la expansión mundial del capitalismo. Aunque la población rusa era rural en un 85%, en las ciudades crecía un dinámico capitalismo y con él un pequeño pero organizado y combativo proletariado. Vladimir Ilich Ulianov (que pasaría la historia con su nombre de guerra, Lenin) dedicó uno de los grandes textos de historia del siglo XX al análisis de este proceso: El desarrollo del capitalismo en Rusia, un excelente estudio de las grandes transformaciones que hacían posible pensar en una revolución socialista en Rusia. Las condiciones para la revolución de 1917 fueron preparadas por la derrota de Rusia en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). La guerra, que inicialmente involucró a Europa y luego a todo el mundo, fue devastadora para los ejércitos rusos, que bajo la conducción de una inepta casta militar cosecharon un conjunto de derrotas que agravaron las condiciones ya de por sí difíciles que enfrentaba el imperio. Una gran carestía, penurias agravadas por un invierno inusualmente crudo, el sacrificio de millones de jóvenes rusos, embarcados en una guerra crecientemente antipopular, crearon un ambiente de agitación y movilización al que el zar respondió con la represión. Eso detonó la chispa revolucionaria. En febrero de 1917 (según el calendario juliano vigente en Rusia en esa época, y marzo de 1917, según el calendario gregoriano por el que nos regimos) una insurrección en las ciudades obligó al zar a abdicar. El poder quedó en manos de una coalición de partidos democráticos que fueron incapaces de manejar la crisis. El gobierno dictó una amplia amnistía y gracias a ella, Lenin, el líder del partido bolchevique, que había vivido década y media en el exilio preparando la revolución desde la clandestinidad, pudo retornar a Rusia. Los bolcheviques se opusieron a la participación de Rusia en la Gran Guerra desde el inicio porque la que consideraban una “guerra interimperialista”, en que las burguesías de las grandes potencias enviaban a “sus” proletarios a matarse entre sí defendiendo los intereses de sus patronos. Los bolcheviques decidieron trabajar activamente por la derrota de su ejército nacional, convocando a los proletarios de todos los ejércitos contendientes a no matarse entre sí y a dirigir sus armas contra sus patronos. Esto les ocasionó un gran desprestigio y aislamiento, cuando los ánimos nacionalistas estaban exacerbados. Pero al estallar la crisis de 1917, el campesinado no soportaba más la opresión feudal, se vivía un profundo desencanto entre la población y los soldados con la guerra y una gran hambruna golpeaba a las ciudades. Los bolcheviques levantaron la consigna precisa: “Tierra, paz y pan”. Con ella se lanzaron a la insurrección el 25 de octubre de 1917 (7 de noviembre según nuestro calendario). La revolución triunfó y el ejemplo del primer intento de construir un orden social dirigido por los trabajadores, con sus grandes luces y sombras, se puso en marcha. Su impacto se sentiría en todo el mundo y por supuesto en el Perú. El triunfo soviético sobre los nazis en la Segunda Guerra Mundial, la creación de un orden mundial bipolar, encabezado por los Estados Unidos y la Unión Soviética, la Guerra Fría, las revoluciones socialistas en el tercer mundo, la auto reforma del capitalismo son apenas algunos de los complejos procesos históricos que ella desencadenaría.