Szyszlo siempre conservó su centro, y su libro de memorias, antesala de su partida, lo muestra con claridad. En su vida todo fue un medio para llegar al lienzo, y todos los lienzos medios para llegar al inasible cuadro ideal. Este último fue una mezcla de idea platónica, santo grial (aunque Szyszlo fue severamente laico), tesoro escondido por entre las cuevas de su propio trabajo. El arte prehispánico es central en todo el arte de Szyszlo, y también en La vida sin dueño. En el esfuerzo por comprender el arte preincaico Szyszlo empezó también a rescatarlo para la cultura visual peruana. El rechazo a la plástica indigenista se tradujo hacia 1940 en un nuevo cosmopolitismo, y un espacio de confrontaciones. Pero Szyszlo encontró otro camino, a partir de la forma en las civilizaciones desaparecidas de la costa. Fue el descubrimiento de una belleza anterior al monumentalismo incaico, hecha de intimidades y, para nuestro gusto, contrastante y superior. El pintor convirtió ese pasado de formas en un argumento para su arte moderno. Esa influencia fue clave para ir minimizando la obsesión incaica y la obsesión agrícola del país, y así abrirles paso a muchas estéticas autóctonas distintas. No es casual, entonces, que el pintor haya estado entre los primeros en entender a José María Arguedas (su amigo de la peña Pancho Fierro) en su condición de héroe cultural, ubicado al centro de un nudo de significaciones nacionales. Pues si a Szyszlo lo atrajo lo que E.A. Westphalen llamó “la elegancia sombría y mitología cruel de las telas de Paracas”, también lo inspiró el esplendor del universo quechua vivo y latente en Arguedas. A pesar de ser un hombre de ideas, hasta escribir sus memorias Szyszlo nunca había teorizado realmente sobre creación. Lo que había hecho más bien era expresar sus gustos por escrito, como una guía para que el espectador pueda comprender sus opciones. Como cuando ha contado de su predilección por la cerámica Chancay y sus “formas habitadas”, una frase que ha usado con frecuencia. Un mundo de diseños sencillos en apariencia, que Szyszlo nos ha enseñado a mirar en su exacta dimensión de trazos magistrales. *Fragmento modificado de una nota aparecida en Hueso húmero, Lima, diciembre 2016.