Se hace bronco el debate sobre si gobierna la derecha o la izquierda, o si hay más tecnocracia o política en el gobierno actual. La primera discusión es planteada por columnistas empresariales que no reconocen a PPK como suyo, y el segundo propuesto por liberales interesados en recuperar la política, acusados curiosamente de socialistas. La disyuntiva tecnocracia/política es parte del debate de la reforma institucional; a ella me referiré luego, adelantando que la segunda le debe mucho a la primera. Por ahora, no imitaré a los columnistas que creen que hay una sola izquierda, y que toda ella es chavista. En cambio, creo que entre varios cortes y fracturas se aprecia por lo menos dos grandes grupos en la derecha, una empresarial en búsqueda de un proyecto político, y la otra, una derecha partidista-social, intensamente conservadora, sectaria y audaz, con una estrategia en curso para unificar discursos y copar espacios. El debate de las opciones políticas empresariales no puede encararse desde la negación de sus intereses y el ejercicio fáctico del poder. El rasgo de fondo de este sector es su crisis de identidad que lo ha llevado a no sentirse satisfecho con PPK y el fujimorismo. Irredenta, se ha visto sacudido por el fin del consenso económico garantizado por el crecimiento, y el estallido de la esfera política de nuestro neoliberalismo. Este sector cree que el sistema necesita cambios, esencialmente la mejora la competitividad, la formalidad y la productividad y procesa un acercamiento saludable a la reforma política y la búsqueda de un proyecto político. No es sin embargo homogéneo, y cobija segmentos con discursos políticos fuertes y exitosos: los pesqueros, exportadores, constructores e industriales. La idea de hacer grande el Perú desde el mar, la pesca y el consumo de pescado podría parecer simple, pero es eficaz, imbatible y movilizadora, como demuestra el reconocido despliegue de ese sector en el reciente Niño Costero. Luego, la alta legitimidad social de los tratados de libre comercio, incluso los más polémicos, hace viable la apertura de mercados como parte ineludible de nuestro desarrollo. Y no se diga del proyecto constructor que propugna el desarrollo como equivalente de obra física y extensión de servicios a los pobres, que ha permeado la política; o del discurso político nacionalista de la industria, el más reconocido socialmente, que llevó hace 20 años a la Sociedad Nacional de Industria (SIN) a salir de la Confiep. El resto carece de discurso eficaz. De estas ausencias, la que más llama la atención es la del sector minero, el más fuerte en volumen e incidencia. Desde hace 15 años se bate a la defensiva, con un discurso de batalla, con pocos aliados y muchos errores. Podría decirse que esta ausencia de discurso es el resultado histórico del extractivismo puro y duro jaqueado por cientos de conflictos sociales; pero, es más, es la falta de una opción integradora y nacional a pesar de la presencia de enclaves extractivos que operan en códigos modernos en varias partes del país. En esos enclaves (ver las tesis de José de Echave sobre conflictos de convivencia) el eje del cambio hacia un discurso moderno de la empresa son los derechos. No es nuevo; en países emergentes o de renta media con brechas sociales significativas, los derechos y esencialmente la universalización de estos son la base del Estado de Bienestar (suena así la promesa de la OCDE ¿no?) en auge desde la primera mitad del siglo XX. Esta relación entre empresa y derechos no pasa exclusivamente por la Responsabilidad Social Empresarial (RSE); es la política en estado sólido, una necesidad extrañamente rechazada por tendencias radicales de derecha o izquierda. Por ejemplo, una frase del Defensor del Pueblo sobre que sin crecimiento económico los DDHH no son reales para todos, fue duramente criticada como si los derechos, especialmente los de segunda generación, no están condicionados a políticas públicas financiadas exitosamente, y no declarativas. http://juandelapuente.blogspot.pe En esos enclaves (ver las tesis de José de Echave sobre conflictos de convivencia) el eje del cambio hacia un discurso moderno de la empresa son los derechos.