Regreso de haber pasado unos días desconectada (cuatro días para ser exacta) y veo que todo sigue exactamente igual. La huelga de los maestros sigue, la indolencia y los problemas en nuestro sector salud es de todos los días y el presidente Kuczynski ha tirado oficialmente la toalla. Incluso quizás la expresión “tirar la toalla” le quede grande. El equipo técnico de un luchador tira la toalla cuando se ha hecho oficialmente todo lo posible para seguir en combate. Cuando los entrenadores ven que no hay más alternativas que retirarse o morir. En el gobierno de PPK no hay un equipo, ni técnico ni de cualquier otro tipo. No hay ni siquiera una hinchada o alguna apuesta a su favor. Podría decirse que hay técnicos sueltos, entusiastas frustrados que solos, por su propia cuenta, buscan animar a la decepcionada población que en un solo mes le ha quitado a PPK 11 puntos de aprobación. Las denuncias contra Gilbert Violeta han causado además gran malestar interno en la bancada de Peruanos Por el Kambio, en especial, para los congresistas de diferentes regiones del país. El balance es que en el legislativo tampoco hay un brazo político cohesionado que apoye al presidente. En este gobierno tampoco podría decirse que hemos visto a PPK como un luchador enfrentando con toda su capacidad y técnica al contrincante. La torpeza y la facilidad para entregarlo todo en bandeja de plata al fujimorismo ha sido más bien la práctica habitual. La remoción de personal incómodo para el fujimorismo se ha ido viendo desde antes que se cumpla el primer año de este mandato. Los continuos “diálogos” entre el oficialismo y la oposición fujimorista que más bien han dado como resultado el nombramiento de ciertos personajes cuestionados nos dan también pistas de cómo se negocia en el actual gobierno. Pero no solo no hay luchador ni hay equipo. Tirar la toalla le queda grande a un presidente que además, en su torpeza, va destruyendo todo sentido de identidad a su paso. Decir que la pachamanca es árabe y el ceviche japonés puede habernos causado una buena carcajada, pero termina siendo un mensaje de desolación total. El presidente no solo se ha terminado de quedar solo, con la presión del fujimorismo como compañía, sino que parece querer transmitirnos su soledad, convirtiendo pedazos de nuestra identidad en burla. Esta no solo será una derrota política para el país, sino una derrota social. El desprestigio será colectivo y tendremos duros años que enfrentar para recuperar nuevamente la confianza. Eso es lo que ha logrado el presidente, con el fujimorismo que ahora parece gobernar en su lugar.