El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sigue sorprendiendo—¿horrorizando?—al mundo con propuestas radicales y disparatadas. La de esta semana tiene que ver con Gaza, devastada por los persistentes ataques israelíes durante cinco meses de horror.
Su “plan” no es, como debería ser, para la reconstrucción de Gaza, sino para que EE.UU. “asuma el control” del territorio. Dentro de ello, propone el desplazamiento forzado de sus aproximadamente 1.8 millones de habitantes palestinos a países vecinos y la “reconstrucción” de la zona para convertirla en una "Riviera" de lujo en Oriente Medio.
Una atrocidad que comenzaría con la expulsión de cerca de dos millones de personas, negando y desconociendo no solo la historia, sino también obligaciones fundamentales del derecho internacional que todos los países deben cumplir y hacer cumplir, como las resoluciones vinculantes del Consejo de Seguridad de la ONU.
Como lo ha señalado con agudeza el ex canciller de Chile, Heraldo Muñoz, en diálogo con ex cancilleres, Trump “visualiza Gaza como una oportunidad inmobiliaria, con los palestinos como un estorbo”. Comentario preciso al que no hay nada que añadir.
Es una burda pretensión neocolonial de Trump. No hay otra calificación posible. Por ello, debería generar el inmediato rechazo del mundo, y dentro de él, de América Latina, cuya interacción ha sido muy débil en esta crisis derivada de la guerra contra Gaza.
Lula ya adelantó algo crucial: “¿Y a dónde van los palestinos? ¿Dónde van a vivir?”. Y esta semana precisó: “Lo que ha ocurrido en Gaza es un genocidio y, sinceramente, no sé si Estados Unidos, que es parte de todo esto, es el país que debería hacerse cargo de Gaza. Quien tiene que hacerse cargo son los palestinos”.
La propuesta de Trump es inviable y contraria al derecho internacional. Primero, porque implica la expulsión de los palestinos residentes de Gaza, “reasentándolos” en naciones árabes vecinas. Jordania y Egipto ya han rechazado esta idea, mostrando reticencia a aceptar un gran número de refugiados palestinos.
El anuncio de Trump ha generado una amplia gama de reacciones a nivel mundial. Algunos lo califican como una forma de limpieza étnica, argumentando que el desplazamiento forzoso de la población palestina constituye una grave violación de los derechos humanos.
La región ha tenido una voz coordinada en anteriores crisis en el Medio Oriente. Y eso no debe perderse, pese a que, en la actual guerra contra Gaza, no ha habido una articulación ni reacción significativa de América Latina. Tras cerca de 50,000 palestinos muertos en un virtual genocidio en ejecución, desde nuestra región ha prevalecido la pasividad.
Es indispensable recuperar el espacio que América Latina ocupó en otras crisis. Por ejemplo, en la “guerra de los seis días” de 1967, cuando Israel ocupó territorios palestinos y egipcios, la posición latinoamericana—y la del Perú—fue clara: Israel debía desocupar esos territorios. Esto derivó en la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU en noviembre de 1967, que estableció dos principios fundamentales:
Han pasado casi 60 años, e Israel sigue incumpliendo esta resolución, ocupando irregularmente Gaza y Cisjordania.
Altos funcionarios de la administración Trump intentaron “suavizar” su idea de expulsar a la población palestina y “tomar el control” de Gaza. Afirmaron que Trump no se había comprometido a utilizar tropas estadounidenses para “despejar” el territorio y que cualquier reubicación de palestinos sería temporal.
Sin embargo, socios clave de EE.UU. calificaron la idea como una violación del derecho internacional, lo que dejó la propuesta sin sustento.
Es momento de dejar atrás el silencio y la pasividad y relanzar una campaña global.
Desde 1967, la ONU (Asamblea General y Consejo de Seguridad) ha emitido resoluciones exigiendo que Israel desocupe los territorios ocupados ese año. Siguen sin cumplirse. América Latina ha tenido un papel clave en la diplomacia internacional en estas cuestiones, y debe recuperarlo.
Ahora se espera que la región vuelva a ser protagonista. Tenemos una historia de participación activa en la defensa del derecho internacional. Hoy nos corresponde actuar articuladamente y apuntar a un pronunciamiento claro en la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de la ONU.
La Cancillería del Perú está nuevamente a cargo de un profesional destacado como Elmer Schialer. Es una oportunidad crucial para que la voz del Perú vuelva a resonar, en articulación con una América Latina cuyo silencio e inacción son, a estas alturas, inaceptables.
Los gobiernos latinoamericanos, tanto individualmente como a través de foros como CELAC, UNASUR y la OEA, deben rechazar la propuesta de Trump y exigir el respeto al derecho internacional. La región debe pronunciarse en defensa del principio de autodeterminación del pueblo palestino y denunciar el carácter ilegal de la iniciativa de Trump.
América Latina ha sido una de las regiones con mayor respaldo al reconocimiento del Estado palestino. Los países deben reafirmar su apoyo, intensificar relaciones diplomáticas y, en la ONU, promover medidas contra cualquier intento de ocupación estadounidense.
Asimismo, la región debe fortalecer alianzas con actores como la Unión Europea, China y países del sur global para rechazar cualquier intento de apropiación de Gaza y exigir respeto a la soberanía palestina.