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Opinión

Blanca Varela existe

Por Carmen Rivera.


Docente universitaria, Carmen Rivera. Foto: La República. | La República

“Suave violencia del sueño/palabra escrita palabra borrada/palabra desterrada/voz arrojada del paraíso/catástrofe en el cielo de la página/hinchada de silencios” (Varela, 1993).

La naturalidad de su poesía contrasta con el pleno reconocimiento de su yo, un gesto humano, una manera de expresar y evocar lo infantil “Una especie de juego, una manera de jugar con las palabras, poco a poco llegar a los conceptos, después” (Varela, 1986).

La realidad tal como es, no es suficiente, por ello invoca el recuerdo, el anhelo de la existencia en otro tiempo, en lugares inventados que se quedan en la raíz más íntima de su masculino yo poético “Un poema/ como una gran batalla/ me arroja en esta arena/ sin más enemigo que yo” (Varela,1978).

Sus composiciones maduran con una intensidad que se contrapone con lo exacto de la significancia del verbo, refrendados por el anhelo de una plenitud inconclusa. “Una poesía que va más allá de la razón” (Varela, 1986).

A los 33 años publica su primer poemario “Canto Villano” que marca la clarificación de la penumbra, antónimo de lo anónimo, desvistiéndose de lo perfecto, mostrándose reconvertida, imprecada en el subconsciente “un azar espléndido” en el que lo más importante para la poeta “es su independencia”.

Para Varela lo recurrente es la presencia masculina que se involucra en el acto, libre e incontenible que contrasta con una mujer real muchas veces solitaria, muda, retadora, madre, dueña de sí, que siente y anhela “madre espléndida (plus doux)/ paridora y descalza siempre/ para no ser oída por el necio que en ti cree” (Varela, 1991).

La poesía no solo es creación, es instrumento para materializar lo insondable, un conflicto por la correspondencia, que se clarifica en el acento, en el vocablo, en el poder de nombrar lo no existente “Me gusta equivocarme, me gusta poder cambiar de rumbo, la posibilidad de enmienda en el hombre” Blanca Varela.