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Opinión

Los días pasan como tranvías

“Estériles, deprimentes. Nos enteramos de los nuevos escándalos de corrupción sin sorpresa y con indiferencia. Viene la Misión de la OEA y ya sabemos que, sea cual sea el informe, nada nuevo va a ocurrir”.

larepublica.pe
“Estériles, deprimentes. Nos enteramos de los nuevos escándalos de corrupción sin sorpresa y con indiferencia. Viene la Misión de la OEA y ya sabemos que, sea cual sea el informe, nada nuevo va a ocurrir”.

En su poema “Melancolía”, Francisco Bendezú hace magia con el tiempo detenido: “Los días pasan como tranvías. El amor muere. Melancolía”. Un amigo del poeta me contó hace muchos años que Bendezú lo escribió estando encerrado en la hoy inexistente penitenciaría, donde escuchaba el sonido del paso de los tranvías. Día tras día, noche tras noche. Iba a titular esta nota “El Día de la Marmota”, pero afortunadamente recordé estos versos del gran Paco Bendezú, lo cual me libró del cliché.

La melancolía se caracteriza por una sensación pertinaz de vivir un eterno presente sin esperanza, una oscuridad que no cesa, una vida que se apaga. Es una patología grave, el fracaso del proceso de duelo, la percepción de que no hay futuro. Es lo que nos amenaza a los habitantes de este país aherrojado por las prácticas corruptas e ineptas de los poderes del Estado.

Dicho lo cual, Bendezú nos enseñó el camino. La belleza del poema demuestra que él fue capaz de sublimar la melancolía de la cárcel (ya sea literal o figurada) y dejarnos un texto tan breve como sustancioso. Lo propio sucede con la citada película. Todo el mundo recuerda la idea de base: el personaje interpretado con maestría por Bill Murray, vive en un tiempo inmóvil. Cada día el despertador le recuerda que el calendario no avanza.

No obstante, cada día repetido por Phil Connors en Punxsutawney le permite aprender algo nuevo: desde francés hasta piano. Sobre todo, adquiere una empatía con el otro de la que carecía al llegar a cubrir el fin del invierno, cuando la marmota interrumpe el sueño de la hibernación. Es entonces que logra vincularse con los que lo rodean, encuentra el amor que Bendezú estanca en la melancolía. Solo ahí se produce el cambio. Eros triunfa sobre Tánatos.

A estas alturas, habrán comprendido adónde quiero llegar. Nuestros días, en estos tiempos en los que el invierno no tiene cuando terminar –en todos los sentidos de la palabra–, se asemejan al síntoma de la compulsión de la repetición. Estériles, deprimentes. Nos enteramos de los nuevos escándalos de corrupción sin sorpresa y con indiferencia. Viene la Misión de la OEA y ya sabemos que, sea cual sea el informe, nada nuevo va a ocurrir.

La pregunta es si estamos aprendiendo como sociedad, tal como le ocurre a Phil Connors. O, mejor aún, si estamos saliendo de la melancolía y seremos capaces de acceder al acto creativo que nos saque del encierro.

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